Por David Morán Bohórquez
El chavismo devino en una
corporación mafiosa. Con lo que de ellos sabemos es una verdadera ociosidad
buscarle alguna etiqueta referencial, algún sufijo “ismo“, que le simule alguna
ideología. Nada de eso lo describe. Es algo mucho más rústico y primitivo: Es
el saqueo, el robo disimulado o no, la toma de lo ajeno, para el beneficio
propio. Es una oligarquía, con código de banda criminal, que en el nombre de
los más pobres se ha hecho la más rica de América.
Con accidentales excepciones,
no hay ministro, director, en fin, alto o mediano burócrata rojo, que no haya
cometido crimen de corrupción desde todos los poderes del Estado. Su credo, el
resentimiento, lo justifica: Como ellos robaron durante 50 años, ahora en
“justicia” nos toca robar a nosotros. Chávez lo repitió hasta el cansancio: No
soy Chávez, Chávez es un pueblo, es decir, robo por y para ustedes. (y
nosotros)
El fracaso de la gestión de la
corporación “revolución” llevó a Chávez, ante las presiones del pelabolismo,
que veía enriquecerse al cogollo, pero ellos no, a inventar las “Tres R” en el
año 2008. Revisión, rectificación y reimpulso fue el cuento del arañero de
Sabaneta para calmar las angustias. Y para ello anunció que la Faja del Orinoco
tenía las reservas “más grandes del mundo” (utilizando un factor de recobro del
20% que nunca, ni a la fecha, se ha alcanzado ahí, donde el factor de recobro
observado es del 8,5%). Con esas reservas “probadas” la intención del mensaje
era claro: Tranquilos, que alcanza para todos.
Ya en 2012, un Chávez enfermo,
literalmente arrasa con lo que quedaba. Endeuda al país, monetiza el déficit
fiscal prendiendo la hoguera de la inflación, termina de liquidar la oferta
privada de bienes y servicios y permite que desde La Habana se tome el control
político de la transición. Según Ricardo Hausmann, Chávez (o la
corporación) gastó en 2012 con un barril en 111
dólares tanto como si hubiese estado en 197 dólares.
Llega Nicolás Maduro
Con un barril a 100 dólares,
el favorito de La Habana toma el control de la corporación y obtiene una dudosa
victoria electoral sobre Henrique Capriles, quien la señaló de fraudulenta, y
que Maduro, en una aparición televisada aceptó a “que se abran todas las
cajas”. Esa oferta de Maduro duró apenas 48 horas, para luego diluírla en la
etiqueta del “mejor sistema electoral del mundo”. Marcaba así su naturaleza:
Era capaz de mentir abiertamente y luego deshacerse como si nada.
Con un legado de ruina, y con
el pueblo demandando una rectificación, Maduro y la corporación se empeñaron en
desoír el clamor popular. El 2013 lo dedica a atacar al sector privado. El 2014
a reprimir violentamente las manifestaciones populares y el 2015, ya
desbordado, a “quemar” activos financieros poco líquidos mientras el país
sufría la caída del PIB más importante en su historia moderna, llevándolo a la
hiperinflación, al desabastecimiento y a miles de asesinatos impunes, mientras
la corporación se seguía lucrando.
En apenas tres años, Maduro se
presentó como el presidente más violento que haya tenido Venezuela y también
como el de menos habilidades políticas. En su lógica de capo, la obediencia del
otro es su única política.
Barridos el #6D
No podía haber otro resultado
en las elecciones parlamentarias. La oposición unida arrasó con el chavismo,
obteniendo 112 curules vs 55 de los candidatos de la corporación. En esa
elección se derrumbaron varios mitos que el sistema de propaganda oficial
difundió por años: Cayó el de la mayoría popular chavista, (la oposición hoy es
50% mayor que el chavismo) el de progresismo indígena (perdieron la mayoría de
la representación indígena) y el del irrestricto apoyo militar a la
“revolución” (las FFAA son un espejo del país). Desmitificada la unión
cívico-militar roja, Maduro ordenó el repliegue de los militares en funciones
de gobierno a los cuarteles.
Lo que está en juego
Maduro acumuló en tres años
las tres derrotas que sellan el final del ciclo histórico del chavismo que se
inició con la intentona golpista de 1992. La derrota de la gestión, donde hoy
más del 85% cree que con Maduro la situación general del país no va a mejorar,
La derrota moral, donde miembros de su círculo íntimo se han visto envueltos en
procesos judiciales en el exterior, miembros del alto gobierno señalados de
capos y lavadores de dinero sucio y donde Maduro ha optado por el disimulo. En
el ámbito moral también está su incapacidad de que con su verbo (ideas) y
ejemplo inspire a los demás. Y la derrota electoral, consecuencia lógica e
implacable de las dos anteriores.
En un esquema de elecciones en
Venezuela, son 4 los posibles juegos ( en una versión muy simplificada) en los
que participan los bloques mayoritarios. En la gráfica están detallados.
En el cuadrante No.1 es donde
se representa el juego de la democracias competitivas, donde la alternancia en
el poder, hace tan importante, socialmente hablando, la gestión del gobierno
como de la oposición. Es un juego ganar-ganar. Los 50 años de la democracia
civil venezolana, tuvo mucho de esas características, con excepción de las
reelecciones que, además se dieron consecutivas, que dieron al traste con el
relevo generacional.
El chavismo, se planteó desde
sus inicios, ejercer el poder de manera hegemonica, falsificando así la
democracia, llevándola de competitiva (ganar-ganar) a ganar-perder con el
dominio de los recursos de acción política (dinero, medios, movilización) y la
ejecución de elecciones sucesivas, a veces con frecuencia menor al año, que con
la polarización, significaba la rápida pérdida de votos al bloque perdedor.
Ello se refleja en el cuadrante No. 2
Las elecciones del 6 de
diciembre marcaron un cambio radical en los resultados electorales y definieron
una mandato claro a los dos bloques: Negociación (en cuanto a las herramientas
constitucionales) y cambio (especialmente en el rumbo y los modos de la
gestión económica del gobierno). Es el cuadrante No. 3. Es así como el bloque
democrático se convierte en el actor político con más legitimidad y la más
reciente de Venezuela.
La despedida
La máscara de oxígeno que
podía haber significado para la corporación el tener una Asamblea Nacional
opositora pero democrática, ha sido despreciada. Maduro pretende ejercer una
lógica “revolucionaria”: Si yo pierdo, tú no ganas (tambíen pierdes). Para ello
plantea un ruptura constitucional (golpe de facto, a lo Fujimori en Perú cuando
disolvió el Congreso) y una arremetida política contra la oposición. El
incentivo que tienen es que ninguno de la corporación quiere “rendir cuentas”
de su gestión pública.
Esa intención significa un
gran desgaste para ambos bloques y para el país en general, pero sin duda
alguna, la corporación es la que pierde más y rápidamente, por tener menores
bases de poder. Desde una minoría popular, Maduro plantea utilizar las
salas constitucional y electoral del TSJ como arietes. Y los tribunales para la
persecución de la disidencia. Aún cuando cuenta con mayoría de medios, la
opinión pública nacional e internacional le es muy desfavorable. No cuenta con unas
FFAA capaces de sostenerlo a ultranza, la juventud universitaria lo detesta,
los sindicatos le exigen cambio, los gremios profesionales le son adversos. No
tiene crédito internacional, los gobiernos de la zona se le alejan, la OEA lo
observa de cerca, las comisiones de DDHH de la ONU lo denuncian. La coalición
de partidos del GPP se rompió. El Psuv hace aguas.
Por eso he denominado “La
Despedida” la pretensión de Maduro y la corporación de permanecer en el poder
desconociendo la voluntad popular de cambio. Intentando la ruptura del hilo
constitucional.
Ni Hugo Chávez con apoyo
popular y la billetera llena pudo hacerlo en 2008. Maduro no tiene ni la plata
ni el apoyo del que se fué, aunque reconozco que Chávez jamás pensó que al
dejar la presidencia podrían enjuiciarlo, mientras creo que a Maduro eso lo
atormenta.
Como referentes en la zona
tenemos que todos los gobiernos que causaron hiperinflación fueron
prematuramente sustituídos. El FMI calcula que la hiperinflación podría
alcanzar el 700% anual en 2016. En enero la inflación extraoficial llegó al 14%
A la gasolina de la
hiperinflación hay que agregarle el desabastecimiento, inédito en la historia
de los países de la zona. Ya la Asamblea Nacional decretó una emergencia en
salud y otra en alimentación.
La decisión de la Sala
Constitucional de sentenciar como vigente el “decreto de emergencia” de Maduro,
que había sido negado por la Asamblea Nacional, no sólo le quitó el barniz
democrático que le quedaba a la “revolución” sino que la despojó de su recurso
retórico más preciado: las excusas.
Es muy improbable que el final
de “la despedida” sea diferente. En la zona siempre ha sido el mismo, la
sustitución temprana. Ahora el tiempo dependerá del bloque mayoritario de hacer
valer el mandato popular de cambio. Ya Maduro anunció claramente cómo va a
jugar.
14-02-16
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