Por Luis Izquiel
Escribo estas líneas al
terminar mi participación sobre el tema del hacinamiento carcelario en el foro
– presentación del libro “Portafolio de Propuestas Penitenciarias”, escrito por
el equipo del Observatorio Venezolano de Prisiones que dirige el abogado
Humberto Prado. Esta obra no solo describe detalladamente los horrores del
sistema penitenciario de nuestro país, sino que también presenta una serie de
soluciones para que las cárceles venezolanas dejen de ser escuelas de
delincuentes y se conviertan en centros de rehabilitación de reclusos que
puedan reinsertarse con éxito en la sociedad.
La definición de la
palabra “hacinar” en el diccionario de la Real Academia Española ilustra
perfectamente lo que ocurre en el sistema carcelario de Venezuela. Hacinar
significa “poner los haces (conjunto de porciones atadas de leña, hierbas u
otras cosas semejantes) unos sobre otros”. También “amontonar, acumular, juntar
sin orden”. Hoy nuestras penitenciarias son exactamente eso: depósitos de
hombres que se encuentran amontonados sin ningún orden en antros violatorios de
los DDHH. Para muestra tenemos lo que sucede en Tocorón (estado Aragua), cárcel
que fue construida para albergar a un máximo de 750 presos, pero hoy conviven
allí más de 7.000.
El hacinamiento es la causa
principal del resto de los males del sistema penitenciario. Una cárcel
atiborrada no puede tener espacios idóneos para la educación o el trabajo de
los reclusos. La imposibilidad de tratamiento a los detenidos genera un
gigantesco índice de reincidencia que se traduce en mayor criminalidad en las
calles. El hacinamiento fortalece el poder de los denominados “pranes”, que
aprovechan la falta de espacios para cobrar por asignar los pocos que existen.
Esta situación impide también la necesaria clasificación de los reclusos entre
penados y condenados. Asimismo, el hacinamiento propicia la violencia
carcelaria (en los últimos tiempos han sido asesinados cerca de 400
presos por año).
Los calabozos de las
comisarías de policía de los municipios y estados no escapan al problema del
hacinamiento. Recientemente el Defensor del Pueblo reconoció que las estaciones
policiales albergan hoy a unos 24.000 presos, de los cuales cerca de 2.000 son
penados o condenados. Por ejemplo, solo la PNB de Boleíta en Caracas tiene unos
1.500 detenidos, cuando su capacidad real es para un máximo de 300. Los
calabozos policiales solo deberían albergar a los detenidos por 48 horas,
mientras el juez decide sobre la ratificación o no de la detención, pero hoy se
han convertido en cárceles paralelas. Esto ha generado que cerca del 30% de los
policías, en vez de estar en las calles protegiendo a la ciudadanía, se
encuentren hoy custodiando y trasladando detenidos. Igualmente, la precaria
infraestructura hace que las fugas en estos establecimientos sean muy
frecuentes.
Dos son las causas
principales del hacinamiento: el retardo procesal (mal funcionamiento del
sistema de justicia) y el cierre y la falta de construcción de cárceles.
En efecto, cerca del 70% de los reclusos se encuentra sin sentencia definitiva.
Asimismo, en los últimos años se han cerrado varias cárceles (Sabaneta,
La Planta, Coro, Los Teques y la de Cumaná, entre otras) y solo se han
construido 2 o 3, esto a pesar de que en 2012 la ministra Iris Varela
prometió levantar 24 penitenciarias, para lo cual se le asignó un presupuesto
equivalente para la época a cerca de $348 millones. En el pasado también los
exministros de Interior y Justicia, Jesse Chacón y Tareck El Aissami,
ofrecieron la construcción de 15 y 25 cárceles, respectivamente, y
prácticamente ninguna fue culminada.
La obra de Humberto Prado
marca la ruta hacia el sistema carcelario que debe tener Venezuela. Hoy
seguramente no existe la voluntad política para implementar las medidas allí
señaladas, pero cuando cambien las circunstancias actuales, este libro servirá
de guía para emprender la necesaria transformación penitenciaria en el país.
02-07-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico