Trino Márquez 30 de junio de 2016
@trinomarquezc
Nicolás
Maduro y su corte de seguidores trata de impedir la convocatoria al referendo
revocatorio utilizando los procedimientos más extravagantes y antidemocráticos
que han conseguido en el catálogo de las arbitrariedades. Cada obstáculo que
levanta el CNE o el TSJ es más grotesco que el anterior. Jorge Rodríguez, el
siniestro personaje al que se le encomendó abortar la consulta, actúa con
desparpajo e insolencia. Su cinismo es gansteril. Jorge Luis Borges le daría un
lugar privilegiado en Historia universal de la infamia.
A
pesar de los abusos, amenazas y extorsiones, la gente, conducida con firmeza y
claridad por la MUD, se ha mantenido compacta en su deseo de salir del
Presidente de la República a través del voto. Los ciudadanos quieren opinar,
votando. Lo hicieron el 6 de diciembre pasado, cuando, con más de 70% de
participación, le dieron amplia mayoría a la oposición, una de cuyas promesas
electorales fundamentales consistía en impulsar la revocación del mandato de
Maduro. Luego, firmaron en solo tres días más de dos millones de personas para otorgarle a la MUD la
representación política de la solicitud, cuando apenas eran necesarias 196.000
rúbricas y se disponía de un mes para cubrir este trámite. Más tarde, salvando
todas las rocambolescas trabas impuestas por el cuarteto oficialista del CNE,
esa misma gente logró reafirmar su voluntad. Más de 430.000 ciudadanos
desafiaron los atropellos de las damas del ente comicial.
La
nueva maniobra consiste en designar al magistrado exprés Luis Damiani,
integrante de la Sala Constitucional, redactor de la ponencia para evaluar si
las firmas recogidas son válidas. Esta evaluación es innecesaria. Las firmas
fueron recogidas en los pocos centros habilitados por el CNE con el personal,
las captahuellas y la base de datos del organismo. La aprobación de las firmas,
por lo tanto, tendría que haber sido automática, consecuencia directa de
haberse presentado el elector a reafirmar su voluntad revocatoria en un acto
organizado por la cúpula del Poder Electoral. Esta operación escamoteo también
se estrellará contra la tenacidad del pueblo y la fortaleza de la MUD.
El
binomio electores y dirigencia, se combina con la presión interna desatada por
grupos disidentes del chavismo -Marea Socialista, algunos combatientes del 4-F,
Clíver Alcalá Cordones, entre otros- y por factores internacionales agrupados en torno de la OEA
y otros organismos multilaterales. Hasta los amigos de la Unasur y los
acompañantes seleccionados por el mandatario venezolano, le aconsejan que se someta al referendo revocatorio
en 2016, para evitar que la crisis global se desborde.
Maduro
se encuentra en una situación en la cual sus únicos aliados son los miembros de
su entorno civil más inmediato, el TSJ, el CNE y el reducido sector de la
cúpula militar que se ha enriquecido de forma obscena por su cercanía al poder.
En el exterior, su apoyo clave continúa siendo la dictadura cubana. Se trata de
una cúpula podrida, según los términos puestos de moda por el comandante
Chávez, opuesta, por razones vinculadas a sus propios intereses, a que el país
resuelva sus enormes conflictos de acuerdo con el procedimiento establecido en
el artículo 72 de la Constitución.
¿Podrá
esa cúpula desprestigiada, desenmascarada e impopular, frenar el sentimiento
popular y contener la gigantesca presión nacional e internacional desatada
sobre Maduro para que acepte el revocatorio en 2016? Hasta ahora todos los
obstáculos que esa claque ha colocado en el camino han sido removidos. Maduro y
sus aliados no han podido maniatar el sentimiento de cambio. Todavía les queda
el recurso de incrementar los desafueros y elevar la represión. El
encarcelamiento de los dirigentes de Voluntad Popular, Francisco Márquez y
Gabriel San Miguel, indica que la dictadura no está dispuesta a rendirse sin
apresar a unos cuantos líderes, mejor si
son jóvenes, víctimas favoritas de las tiranías.
Esta
opción punitiva encierra un costo muy alto. Mayor desprestigio y aislamiento
internacional, más probabilidades de que se aplique la Carta Democrática
Interamericana, más posibilidades un estallido social y mayor deterioro del
chavismo. Maduro será el único responsable de ese precio.
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