Por Luis Manuel Aguana, 02/07/2016
Me refiero a la vocación por el Poder Político. No se puede cambiar
nada en un país si no se tiene una. Pero esta debe ser justa, dosificada y
sobre todo oportuna. Muchas iniciativas han quedado solo en buenas intenciones,
o bien porque han sido conducidas por excesivas ambiciones de Poder o bien por
todo lo contrario, por la falta de una sana y efectiva vocación hacia el Poder.
El Poder es algo que deslumbra. Quien lo ha tenido, quiere volverlo a
tener -¡y que lo digan todos los que fueron gobierno en la MUD!- incluso para
no cambiar nada, solo por disfrutar de sus mieles. Y quien no lo ha tenido,
debe comprender que si eso no se tiene no se llegara a nunca a tener la
oportunidad de cambiar lo que se debe cambiar.
Entonces, aquí estamos hablando del balance de un ingrediente activo
necesario pero no suficiente para provocar los cambios que se necesitan, pero
que debe ser usado como la nitroglicerina, en gotas. ¿Y porque no es
suficiente? Porque si se tiene la vocación de Poder pero no se sabe qué hacer cuando
se consigue, pasa lo que paso en 1998. Se llego al Poder sin saber qué hacer
cuando se tuviera, por más que luego lo dijeran, sin un plan claro de qué hacer
al llegar, si nos atenemos a los resultados actuales. Eso sin contar con que
tal vez si se tuvieron pero retorcidos y castro-comunistas. Pero eso es otra
historia.
Hugo Chávez asaltó el Poder por la vía de los votos y expulsó a quienes
lo detentaban. Y cuando afirmo que lo asaltó, fue por que barrió
institucionalmente todo lo viejo con una nueva Constitución. Pero aquellos
quienes estaban disfrutándolo desde hacía 40 años tenían un equilibrio. Escaso
pero lo tenían. Las instituciones mal que bien funcionaban en un equilibrio
precario con estructuras todavía en estado de desarrollo embrionario. Le fue
muy fácil al nuevo detentador del Poder destruir lo que había para instaurar
“otra institucionalidad”.
Pero esa “otra institucionalidad” no acaba de funcionar. Ni funciona
con la vieja. No puede. Han sido vanos los intentos de desarrollar una nueva “institucionalidad”
basada en un sistema que es peor que el viejo que estaba en estado embrionario,
pero que si funcionaba aún con un equilibrio escaso. Ahora nos encontramos en
el peor de los mundos: el nuevo Poder destruyó la poca institucionalidad que había
pero no ha sabido construir nada nuevo que sustituya la anterior con eficacia.
Entonces ese Poder utilizado para destruir, con mucha ignorancia y
desconocimiento de los escasos equilibrios que existían antes, ha resultado muy
dañino para todos. Y si le agregamos que la destrucción de 17 años ha sido
premeditada y exitosamente ejecutada para instaurar un sistema político
contrario a nuestros valores democráticos, la situación se agrava a niveles
espeluznantes.
Entonces el Poder en manos ignorantes –y en este caso criminales- es
una amenaza. ¿Recuerdan aquella frase del Libertador “el talento sin
probidad es un azote”? Algo de eso podría aplicarse al Poder pero con
consecuencias aun más destructivas y devastadoras.
Pero si por el contrario, supóngase que se sabe lo que hay que hacer
pero se considera que el Poder no es sino una variable más de un desarrollo
ulterior de planes en beneficio del país, pero sin la vocación necesaria para
alcanzar el Poder. Entonces, en ese caso, el fracaso es el mismo, solo que la
aspiración por el cambio muere antes, sin siquiera llegarse a concretarse el
acceso al Poder. Sin vocación de Poder no se llega a tener el Poder para
cambiar las cosas. Menudo juego de palabras.
La sociedad civil no es, en esencia, la llamada a asumir posiciones de
Poder. Ese rol le corresponde en una sociedad al liderazgo político, a los
partidos. A la sociedad civil le corresponde el rol de la contraloría social y
de válvula de control de los excesos del Poder Político. Por más que podamos definir
como sociedad civil qué es lo que se debe hacer e incluso cómo se debe hacer,
es a quienes llegan al Poder los que les corresponde poner en práctica los
planes y programas para conducir un país. Y para llegar allí se requiere tener
una clara vocación por el Poder.
Visto el razonamiento desde esa perspectiva, estamos en un grave
problema. Los que tienen la vocación por el Poder –los políticos de los
partidos-, estos precarios que tenemos, han perdido la brújula, y no solo
quieren llegar a él para poner en marcha algo, que de acuerdo a lo que esa
misma dirigencia indica, es lo mismo que en esencia había antes de 1998, sino
para continuar en lo mismo que intentamos cambiar. Y aquellos que de alguna
manera hemos puesto sobre la mesa propuestas de cambio radical del sistema
político con el fin de entrar a una nueva modernidad en el siglo XXI, a través
del cambio constitucional necesario que hemos propuesto en el Proyecto País
Venezuela, las estamos haciendo desde la acera de una sociedad civil, que en “teoría”
no tiene –ni debería tener- vocación por el Poder…Menudo problema.
Entonces debemos forzosamente entrar en el campo de las redefiniciones.
O eres parte de la una sociedad civil proponente de cambios dirigidos en
esencia a convencer de ellos a algún liderazgo político con vocación de Poder,
o asumes la condición política necesaria para llevarlos a cabo. O eres una cosa
o eres otra…Y es muy fácil deslizarse en esa línea muy tenue e imprecisa, y no
voy aquí a dar una respuesta a esa disyuntiva. Queda en cada uno de nosotros la
respuesta.
Pero lo que si diré aquí es que tenemos que tener claro que los cambios
constitucionales propuestos en el Proyecto País Venezuela y que estamos
proponiendo desde una tribuna de la sociedad civil son profundamente políticos
-con P mayúscula-, y requieren de que existan movimientos políticos
soportándolos para ponerlos en funcionamiento. Y más aun, de liderazgos
políticos con una clara vocación de Poder que los comprendan, los asuman y los
lleven a cabo. De otra manera solo serán material para disquisiciones teóricas
y discusiones de foros y restaurantes.
Desde la Alianza Nacional Constituyente (http://ancoficial.blogspot.com/)
–tribuna de la sociedad civil- estamos haciendo contacto con muchas personas,
algunas de ellas dirigentes políticos de muchas tendencias pero con el mismo
deseo de cambiar a Venezuela. Aquellos que no son lo que tradicionalmente
llamamos “políticos” tendrán que transformarse en una nueva generación de
dirigentes que asuman este cambio político que reclama a gritos Venezuela, no
queda otra, así a algunos no les guste…Y no estoy hablando de política
partidista sino de aquella que cambia países.
En cada Junta Activadora del Poder Constituyente Originario en cada
rincón de Venezuela se deberá gestar la nueva generación de políticos que con
una clara vocación de Poder tendrán que generar los cambios que el país
requiere. Primero como candidatos a Constituyentistas para una nueva Asamblea
Nacional Constituyente para defender la legítima aspiración de sus regiones, y
que tendrá tarde o temprano convocarse, para luego defender los cambios
constitucionales que necesita el país en esa Asamblea. No les estamos pidiendo
algo fácil, es dificilísimo. Pero esa es la responsabilidad que conlleva el
Poder. Y en este caso, el Poder para cambiarle el futuro a Venezuela…
Twitter: @laguana
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