VANESSA DAVIES 08 de septiembre de 2018
"En
diciembre se avecinan nuevas elecciones y no se sabe qué está haciendo la
oposición para enfrentar ese evento", señala el analista. Las migraciones
jamás han provocado intervenciones militares externas, enfatiza
Para
quien no sepa quién es o cómo piensa Fernando Mires, esta entrevista no será
más que la opinión de "otro madurista más". Pero a Mires no se lo
debe despachar con tres palabras ofensivas o dos frases hechas. Su condena al
Gobierno del presidente Maduro y sus críticas a la oposición nacen de una vida
de reflexión y escritura, de sus textos sobre filosofía política; del hecho de
haber nacido en Chile en 1943 y ser, ahora, profesor emérito de la Universidad
de Oldenburg (Alemania).
Para
Mires lo que hay en Venezuela es una dictadura. Así de sencillo. Pero hay,
también, una oposición que lo que ha hecho es afianzar al Gobierno. "Una
parte –queremos creer que es ínfima– de la oposición también se está
cubanizano", sostiene el politólogo en entrevista con Contrapunto vía
correo electrónico. Lo dice por algunos voceros que están fuera del país y que
consideran que la crisis política se soluciona dando órdenes que nadie puede
ejecutar.
La
política virtual
—La
política por Twitter se ha impuesto también en nuestro país. ¿Qué consecuencias
tiene la política tuitera?
—Es un
fenómeno mundial. Hasta el presidente de Estados Unidos (EEUU) gobierna por
Twitter. A eso es difícil oponerse. Twitter está instalado y llegó para
quedarse. En ese sentido yo no me declaro antituitero. Twitter es un medio y un
espacio en el cual se forman fragmentos del discurso publico –diría
Habermas–. Que hay quienes abusan de ese medio, que hay un
lumpen tuitero, que hay una chusma agresiva y anónima, todo eso es
inevitable. El tuiteo al menos sirve para darse cuenta de cuánto subdesarrollo
cultural anida en el mismo centro de lo que llamamos civilización. Pero por
otro lado, también hay tuiteros notables, verdaderos artistas de la frase
corta. Por eso una vez yo escribí que Nietzsche nació antes de tiempo.
Nietzsche habría sido un gran tuitero. Casi todas sus grandes frases caben en
un tuit.
—¿Qué
impacto ha tenido la política tuitera en Venezuela? ¿Ha incidido en la pérdida
de liderazgo de la oposición, por ejemplo? ¿En la destrucción de dirigentes?
—Efectivamente.
Twitter no es democrático. La gente que pasa hambre y vive en la miseria no
tiene tiempo ni ganas de tuitear; de ahí que solo una capa de la población
participa en las minipolémicas. Por esa razón el tema de la ausencia de
liderazgo no tiene mucho que ver con Twitter. En el mejor de los casos Twitter
solo refleja la ausencia de liderazgo. Y en Venezuela no hay liderazgo porque
la capitulación abstencionista del 20-M llevó a la oposición a perder liderazgo
en el único campo donde lo había ejercido: en el electoral.
De
acuerdo con Mires "la oposición –lo sabemos todos– solo era una
confederación electoral. Sin elecciones no puede haber oposición. Así de
simple. Ahora, esa ausencia de política ha llevado sin duda a que sectores
antipolíticos, particularmente los que siguen a la señora Machado y a Ledezma,
ejerzan cierta hegemonía comunicacional en las redes. Y es natural. Como no
tienen poder de convocatoria, como no tienen calle, como no tienen política,
han hecho de Twitter no un medio, sino un fin en sí. No obstante, poco a poco,
he observado, se levanta en contra de ellos un contradiscurso tuitero, uno que
no recurre a la invectiva ni al insulto, sino a la razón y a la lógica.
—Por
Twitter se ha ordenado encarcelar a Maduro, desconocer sus decisiones... ¿Esto
es real? ¿Twitter puede reemplazar la acción política?
—En
ningún caso. En Twitter no se puede hacer lo que tampoco se puede hacer en la
vida no tuitera. Si no existiera Twitter, tales sectores lo harían por la
radio, o incluso por volantes. Lo que sí es cierto, y eso es imposible
desconocerlo, es que Twitter, al provenir del mundo virtual, ha ofrecido un
espacio virtual para que determinados grupos lleven a cabo una política también
virtual. Ellos han creado, efectivamente, una suprarealidad virtual: un mundo
hacia donde determinados grupos potencian fantasías, donde dan rienda suelta a
sus deseos irrealizados y, lo peor de todo, donde terminan confiriéndoles vida
real. Son los del “hay que”. Fíjese usted como Machado, Ledezma y sus dignos
seguidores comienzan casi todos sus tuits con el “hay que”. Hay que sacar a
Maduro, hay que salir a las calles, hay que reconstruir la democracia. La
palabra “como” no la conocen. O solo la usan en el verbo comer.
Plan
contra Capriles
—Hay
un TSJ en el exilio condenó a Maduro pero también pidió investigar a Capriles.
¿Qué lectura hace de ambas decisiones? ¿Tiene validez lo que diga el TSJ en el
exilio?
—Seamos
claros: no hay ni puede haber un TSJ en el exilio, así como no hay gobernadores
ni presidentes en el exilio. Los cargos estatales –con excepción de las
embajadas– solo pueden ser ejercidos dentro de la nación. Por eso la AN
nombró a miembros suplentes de ese tribunal en Venezuela, los que fueron
obligados por el régimen a irse al exilio. La AN no nombró nunca a ningún
tribunal en el exilio. No podía hacerlo. Habría sido anticonstitucional. Ese
TSJ en el exilio solo tiene y puede tener un carácter simbólico, y
probablemente está bien que así sea. Pero no puede sentenciar de modo
vinculante en contra de nadie. De ahí que a mí me resulta evidente que la
petición de que se investigara a Capriles surgió de una oscura esquina del
extremismo opositor.
La
sola intención de investigar a Capriles (y no a otro) delata el avieso deseo de
destruir la imagen de uno de los pocos líderes de oposición con reconocimiento
público. No deja de ser sintomático el hecho de que Capriles, en el mismo
momento de la “petición” del TSJ simbólico, hubiera estado llevando a cabo
esfuerzos por unir a diversos partidos de la oposición. Por ahí van los tiros,
creo yo. El del TSJ simbólico fue un atentado (pseudo) judicial en contra
de Capriles.
—¿Hay
complicidad o hipocresía de gobiernos o líderes de izquierda con el Gobierno
venezolano por considerar que es de izquierda? ¿En qué la ha visto y por qué?
—Yo lo
vería al revés. Maduro en estos momentos solo cuenta con el apoyo decidido de
dos dictaduras, Cuba y Nicaragua, y de un gobierno personalista y autoritario,
como el de Evo Morales; es decir, solo cuenta con el apoyo de la izquierda
antidemocrática. La izquierda democrática ha tendido a la omisión y a la
neutralidad, pero ya no brinda entusiasta apoyo al régimen venezolano como
ocurrió en el pasado. Ni el gobierno uruguayo ni el mexicano parecen dispuestos
a jugárselas por Maduro. Si Lula llega al gobierno, tampoco lo hará. Más
todavía: Lenín Moreno ha desertado de la izquierda antidemocrática que llegó a
representar Correa. La salida de Ecuador del ALBA fue un durísimo golpe para
Maduro, hecho no computado por la casi inexistente oposición venezolana.
Ahora,
que gobiernos democráticos, sean de izquierda o de derecha, no estén dispuestos
a embarcarse en una aventura internacional en contra de Maduro, es otra cosa.
Cada gobierno se debe, en primer lugar, a su nación. En este mismo momento a
Piñera, para poner un ejemplo, le interesa mucho más el conflicto limítrofe que
está atizando Morales en contra de Chile que el futuro político de Venezuela.
Lamentablemente es así, y debe ser así. La comunidad internacional solo ha sido
una ficción geopolítica que inventaron los abstencionistas venezolanos para
justificar su capitulación electoral.
—Usted
dice que no hay regímenes autoritarios sin personas autoritarias. ¿Eso implica
que hay personas autoritarias en Venezuela, tanto las que ejercen el
autoritarismo como las que lo avalan? ¿Es un "autoritarismo plebeyo",
si lo llamamos así?
—Sí.
Pero eso no solo vale para Venezuela. Tiene validez para gran parte de los
países latinoamericanos y para algunos países de Europa del Este. Allí, donde
el espíritu de la constitución nacional no anida en el alma de los
ciudadanos, estos se dejan regir por valores extraconstitucionales como la
religión (o sus sustitutos ideológicos), la tradición y la autoridad. Por esa
razón hay una estrecha relación entre dictadura, autoritarismo cultural y
patriarcalismo. El tema es interesante. Estoy planeando escribir un artículo
acerca de eso.
—Trino
Márquez (sociólogo) dice que el presidente Maduro busca destruir o controlar.
¿Usted comparte este criterio? Si es así, ¿qué implica para el país?
—Trino
tiene razón. El objetivo central de Maduro es destruir tres poderes no estatales:
el empresarial, el de los sectores profesionales y el de la clase política
opositora. No podemos decir que no ha tenido éxito. Todas las medidas
económicas implementadas desde el Gobierno no persiguen otro propósito que
formar una masa pauperizada, dócil y apolítica, dependiente biológicamente del
Estado.
Carnet
de la patria: sin supremacías morales
—Hubo
un ataque, o un atentado, contra el presidente Maduro el 4 de agosto. ¿Esto
implica una escalada de violencia política en Venezuela?
—No lo
creo. La violencia, en toda su magnitud, solo puede provenir desde el ejército.
Naturalmente, si el campo social está vaciado de política, como ocurre en estos
momentos, puede ocurrir que personas o grupos excéntricos, de esos que existen
en todas partes, comiencen a actuar. Pero como es sabido, atentados no solo
ocurren bajo una dictadura sino también bajo una democracia. El problema es que
las dictaduras intentan siempre capitalizarlos y los que pagan las
consecuencias son por lo general los políticos más constitucionalistas. Es el
caso dramático de Requesens.
—El
debate político en Venezuela está centrado ahora –o parece estarlo– en el
carnet de la patria, si se saca o no se saca. ¿Es este debate relevante para el
país? ¿Debe ser el punto de discusión más importante entre los sectores
políticos? ¿Qué implica el carnet de la patria? ¿Son traidores los que se lo
sacan?
—Cuando
hay ausencia de conducción política todas las decisiones pasan a ser
personales. Quienes adquieren el carnet de la patria no han contravenido
ninguna línea política, ninguna directiva, ningún proyecto, entre otras cosas
porque la propia oposición no se ha pronunciado, en su conjunto, sobre el tema.
Es, por lo tanto, una vileza calificar de traidores a miles y miles de seres
humanos que adquieren el carnet obligados por la pobreza material que los acosa
día a día. Si alguien no quiere el carnet porque presuntamente atenta contra su
dignidad personal, que lo haga. Si alguien lo necesita para alimentar a su
familia, también debe hacerlo. No es el momento para exhibir supremacías
morales a costa de las necesidades de los más desvalidos. Creo que he sido
claro. Primero hay que comer. La oposición no se hace con fakires.
—Si
Gobierno y oposición están al margen de las grandes mayorías en Venezuela,
¿quién está haciendo política? ¿Cuáles son las salidas? ¿Esa desconexión abre
las puertas a qué cosas?
—Usted
lo ha dicho en su pregunta. Si nadie está haciendo política, la alternativa (yo
no hablo de salida, de eso estamos lejos) solo puede ser hacer política. Y a
riesgo de que me califiquen de electoralista o de fundamentalista de los votos,
sostengo que, dadas las condiciones que se dan en la actualidad, la alternativa
solo puede ser electoral; entre otras cosas, porque la oposición es antes que
nada electoral. Nunca ha sabido hacer algo que no sea participar en elecciones.
Y cuando lo ha hecho, lo ha hecho bien. Ahora, en diciembre se avecinan nuevas
elecciones y no se sabe que está haciendo la oposición para enfrentar ese
evento. Todos hablan de unidad, pero la unidad solo puede ser electoral, y eso
nadie lo dice. ¿Van a volver a repetir la torta que dejaron el 20-M?
Fernando
Mires agrega otros elementos para el debate: "Naturalmente, el TSJ es
parcial. Y nuevamente me van a decir, con elecciones sí, pero no con ese CNE.
Quienes así hablan no saben en verdad lo que significa un proceso electoral.
Allí el objetivo es ganar, pero no se trata solo de ganar, sino de hacer
política ciudadana en su máxima expresión. ¿Quieren calle? ¿Cuándo ha habido
más calle si no en una campaña electoral? ¿Quieren liderazgos? ¿Cuándo si no en
medio de un proceso electoral se forjan y se prueban los líderes, hablando a su
gente? ¿Quieren participación? ¿Qué mejor que un campo electoral para dar curso
a las iniciativas populares formando comités barrio por barrio, pueblo por
pueblo? No solo por la cantidad de votos teme Maduro a las elecciones. Las
teme, antes que nada, porque las elecciones pueden ser el lugar en donde se
forme una oposición internamente organizada y no esa masa políticamente
invertebrada que existe hoy día. En otras palabras: un proceso electoral no es
solo un medio. Puede ser también un fin".
Migraciones
no provocan intervenciones militares
—El
presidente Maduro se ha mantenido en Miraflores, a pesar de la crisis y de
pérdida de popularidad reportada por encuestas. ¿Qué cree que lo ha mantenido
en el poder?
—En
una frase: Maduro ha llegado hasta donde lo dejaron llegar.
—Hay
dirigentes políticos clamando por una intervención internacional en Venezuela.
¿Es ese el camino para salir de la crisis? ¿Qué consecuencias tendría?
—De
todas las barbaridades que se leen en las redes, esa es la más grande de
todas. Nadie en el exterior –salvo una vez Trump, quien corrigió al día
siguiente– ha dicho algo al respecto. Ningún presidente latinoamericano ha dado
una opinión sobre el tema. Más bien al contrario: todos han subrayado que a los
venezolanos y a nadie más corresponde solucionar sus problemas. Llama incluso
la atención de que sean personajes que se llenan la boca con la palabra
dignidad los que piden a gobiernos extranjeros que actúen en nombre de lo que
ellos no han sabido y no han querido hacer.
Por
otro lado, expone Mires, "todos sabemos que un gobierno actúa militarmente
en contra de otro si se da el caso de que ese otro representa un peligro para
la soberanía exterior de su país o de sus aliados. No es el caso de Maduro,
quien solo atenta en contra de la seguridad interior de su propio país. El
último argumento, recientemente esgrimido, es que las migraciones masivas que
tienen lugar en Venezuelan llevarían a una intervención externa. Opinión
absurda: sabemos que las intervenciones militares externas han provocado
grandes migraciones (Siria e Irak) pero jamás que las migraciones hayan
provocado intervenciones militares externas".
A su
juicio, "una fracción surrealista de la opinión pública venezolana está
corriendo la misma suerte que corrieron algunos cubanos en Miami. Alejados de
su país –algunos antes de irse– han dado curso libre a su imaginación y
dan por sentado hechos que no tienen cómo ocurrir. En otras palabras: no solo
el sistema económico del madurismo está siendo cubanizado. Una parte –queremos
creer que es ínfima– de la oposición también se está cubanizano. Por
cierto, pueden suceder locuras. Pero yo desde la lejanía solo puedo opinar
sobre lo previsible".
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