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martes, 11 de septiembre de 2018

La Unidad solo con los míos y los puros, por @EcarriB




Antonio Ecarri Bolívar 10 de septiembre de 2018

Hay una tendencia universal -nosotros no podíamos ser la excepción- desde las redes sociales, que se utiliza para denostar de los políticos por igual, acusándolos de ser la causa de todos nuestros males. Porque, quienes escriben esos mensajes, presumen ser la perfección de toda condición humana. Ya he visto análisis científicos, de reputados psiquiatras y sociólogos, afirmando que casi todo tuitero, desde la comodidad de su casa u oficina, se cree el sumun de la perfección, la pureza y la santidad. Eso obviamente es tan falso como fatuo, pero es una realidad que debemos enfrentar. Al menos no sucumbir frente a su chantaje permanente.

Digámoslo de una vez por todas, la política no solo no presume de pureza, inocencia o candidez, sino de todo lo contrario y no se trata de ningún mal endémico incorporado al cromosoma de unos “políticos malucos”, sino porque quienes ejercen tan denostado oficio son los líderes de seres humanos y no de ninguna troupe de ángeles, arcángeles y serafines.  Usted, estimado lector, si es un opositor a éste régimen y quiere unir solo a quienes considera libre de todo error, defecto o mácula, pues le sugiero dirigirse a la Iglesia más cercana a su domicilio y buscar, en las imágenes sagradas, el Santo de su preferencia a ver si logra que baje a hacer política por usted, pero le rogamos que deje la memez de denigrar de todos los políticos, con el consabido retintín de que “todos son iguales” y, en consecuencia, “todo está perdido”.

Los políticos no son perfectos, ni mejores o peores que usted, simplemente son seres humanos ejerciendo una nobilísima tarea que presume entrega y sacrificio por los demás. Tampoco los políticos esperan recompensas de apoyo unánimes a su actividad, porque quienes actuamos en este campo del quehacer humano tenemos muy presentes las palabras de ese latinoamericano y hombre de Estado de excepción, que es Julio María Sanguinetti, quien suele afirmar: “los políticos somos como los remeros de los viejos galeones: llevamos palo para remar y palo para dejar de remar”. Y tiene razón.

En definitiva, a lo que vamos: impulsemos la unidad de todos, empinémonos por encima de diferencias obvias pero nimias, frente al inmenso reto de sacar a nuestra nación de esta pesadilla. Más del 80% de los venezolanos adversamos a este gobierno y si todos presionamos, ayudando así a la comunidad internacional que ya lo está haciendo, para obligar al régimen a hacer elecciones, lograremos el objetivo del cambio de régimen. El tema es que no hay alternativa diferente a ésta, porque no conozco a ningún Estado del planeta que haya planteado algo distinto. Y aquí quienes vociferan, contra las elecciones, no plantean nada diferente a una hipotética e ilusa invasión, pero quien la podría ejecutar nunca lo ha planteado seriamente.  

Nuestra propuesta se afinca en la necesidad de elaborar una hoja de ruta, entre todos, para acordarnos en la vía y en los instrumentos para transitarla, así como el plan para reconstruir la nación. Entonces, ese liderazgo será colectivo y a ese equipo dirigente se le facilitará, luego, decidir quién va a dirigir el corto proceso de transición que va a inaugurar la nueva etapa de progreso y prosperidad de Venezuela. Nunca al revés.           

No serán puros ni castos los que dirijan ese proceso de reconstitución de la unidad, que logramos con éxito el 2015, pues debemos seguir el ejemplo de nuestros padres libertadores, quienes lograron la unificación de todo un pueblo, para poder triunfar, sin remilgos ni marginados de ningún tipo,

Tal como nos lo revela José Rafael Pocaterra en sus “Memorias de un venezolano de la Decadencia”:

“No hicimos la independencia con santos, ni la patria la fundaron bienaventurados. Con militares desmandados, con viciosos de todo jaez, con políticos de toda maña, con jugo de sudor de esclavos, “con patas en el suelo” y sangre apelmazada de indios y gorgueras de encaje, un solo ideal aleó y forjó ese metal sagrado de la libertad, en cuyo molde hemos fundido nuestros mártires, nuestros santos, y nuestros héroes… ¡Y dios no ha roto el molde!”.

En tal virtud, como Dios no ha roto ese molde donde fundimos nuestros mártires, nuestros santos y nuestros héroes, vamos a llenarlo ahora con toda nuestra diversidad democrática. Así lograremos estructurar el frente coherente y sólido que podrá enfrentar, con éxito, esta adversidad que tiene desesperanzado y frustrado a todo un gran pueblo. Nada de eso se logra solo con los míos y los puros, sino con todos los que forjaron el molde que nos narra Pocaterra y que nos dio la libertad.

Finalicemos, entonces, con el llamado unitario que nos hace, desde el fondo de la historia, el más destacado de los presos de la tiranía gomecista: “Uníos sí, uníos de dignidad, uníos de valor, con lágrimas en los ojos, que la batalla contra el mal es una sola y malditos sean los que aprovechan en esta hora la emoción sagrada para sorprendernos con sus propósitos personales. No, no hay caudillos, no hay intelectuales, no hay obreros, no hay comunistas; hay solo venezolanos. Venezuela será y es una y única contra todas las fuerzas adversas”.

¡Qué Dios y nosotros lo oigamos!  


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