Por Nelson Freitez
La estrofa de una canción de
salsa de los años 70 puede reflejar el sentimiento de una porción de nuestra
población, que ante las múltiples vicisitudes que viene experimentado
cotidianamente ha pensado en irse de este mundo como opción. En octubre de 2017,
Marco Guillén residente en el Municipio Palavecino, estado Lara, grabó un video
que hizo circular en la red youtube en el cual apelaba a la solidaridad antes
de cumplir con su decisión de practicarse la eutanasia por la imposibilidad de
conseguir los medicamentos y alimentos requeridos por él y su familia.
Debido a un accidente de
tránsito quedó cuadrapléjico hace 12 años y desde entonces, en un esfuerzo
titánico él con su pareja e hija han vivido un diario viacrucis para garantizar
su sobrevivencia, en un país cada vez más devastado y carente de medios básicos
de existencia.
Abrumado por tal cúmulo de
imposibilidades, Marco tomó la decisión hace cerca de un año de solicitar
públicamente autorización al jefe del Estado para quitarse la vida y así
contribuir a que su familia pudiese vivir con la pensión con la que sobreviven
Ese video que inmediatamente
se viralizó, por la crudeza con la que se planteaba el drama extremo en el que
se encontraba esta familia, promovió una enorme solidaridad de personas de
diversos países que conmovidos ante la inminencia de la tragedia, cooperaron de
diversas formas para hacer más soportable la vida de Marco y su
familia. Literalmente la solidaridad le arrebató la vida de Marco a la
muerte.
Hoy Venezuela experimenta
una voraz emergencia humanitaria compleja que succiona la vida de miles de
personas con muertes perfectamente prevenibles. El drama de la familia de Marco
se ha multiplicado como una vorágine masiva que se expande por todos los
rincones de nuestro territorio, arrebatando la existencia de miles de personas.
Las 25.000 personas
fallecidas por cáncer en el 2017 o las 5.000 con VIH en lo que va del 2018, en
muertes propiciadas por falta de medicamentos, tratamientos oportunos y dietas
apropiadas, son apenas una muestra del drama de todo el universo de personas
con patologías crónicas. Son múltiples las afectaciones de
salud, cuantiosas las vidas de nuestra infancia comprometidas por
situaciones de desnutrición que ya alcanzaron el peligroso umbral del 16% de niños
en situación de desnutrición severa. Todas expresiones de un país que
experimenta patologías sin precedentes, carente de una institucionalidad que lo
proteja y le preserve su existencia colectiva. Por el contrario, niega
esta emergencia e impide la cooperación internacional humanitaria.
La diáspora venezolana que
disemina dolorosamente miles de personas en el continente y otros países del
mundo, nos deja fracturados, doloridos, mudos de impotencia ante un presente
agónico. A pesar de sus aportes económicos a través de las remesas, su ausencia
de las familias genera un insoportable e inédito vacío en la existencia ya de
miles de éstas.
La vida, resurrección y
resiliencia de Marco Guillén y su familia constituyen una inspiración, como ya
tantas que percibimos, de familias que no se entregan, que resisten con la
solidaridad de sus congéneres, la injusta dureza de esta vida que se nos ha
impuesto.
Seguro como lo experimentó
Marco, logrará Venezuela unirse en el apoyo mutuo para reconstruir lazos de
vida que nos permitan salir adelante…para cauterizar nuestros dolores y no
volver a experimentar la agonía de la estrofa ´Para vivir así, prefiero la
muerte´
07-09-18
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