En tiempos de «devastación chavista», como los denominó el fundador Antonio Pasquali, el Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco) acaba de conmemorar cincuenta años de su creación sin despegarse de los afanes científicos y preocupaciones sociales que le dieron fama continental desde el mismo momento de su aparición.
Con todas las adversidades y obstáculos que enfrentó el instituto, con las obstinadas resistencias de los factores de poder de aquellas décadas iniciales que imposibilitaron los avances hacia una comunicación pública más democrática, con todo lo que se temió y se predijo era difícil imaginar los alcances del retroceso que Venezuela vive hoy en los campos de las libertad de expresión, derecho de información, pluralidad, diversidad y participación a pesar de los avances tecnológicos que tantas herramientas ponen a la mano del ciudadano. Todo lo rige de manera aplastante el Estado omnipotente, autoritario y autocrático.
En sus primeras palabras el ilustre maestro Alfredo Chacón, a su 87 lúcidos años, resumió cabalmente el clima social en que se dieron cita un puñado de hombres y mujeres que han vinculado su quehacer existencial al Ininco: «Estamos celebrando los cincuenta años del instituto cuando hasta consultar o utilizar el teléfono celular puede poner en riesgo la libertad personal».
Era dable suponer que un acto como ese no pudiera realizarse sin que el pensamiento de los grandes pioneros, el recuerdo de su disciplina y ética científica y dones personales estuvieran gravitando, volviendo una y otra vez desde los espacios privilegiados donde deben descansar: Pasquali, Oswaldo Capriles, Luis Aníbal Gómez, entre otros.
Tal vez eso hizo que la reunión tuviera por un lado un carácter íntimo, en cuanto quienes allí figuraron evocaron las circunstancias personales y académicas que los llevaron a incorporarse a la institución, afincados en el recuerdo y la perdurable admiración por los iniciadores y, en simultáneo, la proyección pública al no salirse del foco sobre la agobiante situación comunicacional –gravísima como otras tantas– que vive la Venezuela de hoy.
Fue también esta conmemoración del medio centenario del Ininco el escenario escogido para la concreción de dos ajustados merecimientos: el instituto llevará en adelante el nombre de su fundador, Antonio Pasquali. Y el otro, el otorgamiento y entrega del premio «Oswaldo Capriles» a la profesora Elizabeth Safar, maestra de varias generaciones de periodistas y comunicadores, una de las más reconocidas especialistas en políticas públicas de comunicación y cultura que ha tenido Venezuela.
En cumplimiento de su visión y su misión, el Ininco protagonizó los años dorados de la investigación de las comunicaciones en Venezuela. Nos atrevemos a decir que en medio de una curiosa paradoja: el estado venezolano, el estado democrático respaldaba a través del Conac, empresas públicas y el mundo académico los esfuerzos a ese centro de análisis que buscaba transformar el cuadro comunicacional del país. Valga recordar que de allí salieron, por ejemplo, el célebre proyecto Ratelve, modelo que irradió hacia los debates en el exterior, o el de un sistema público de radiodifusión para Guayana. Y sin embargo ambos se vieron frustrados por la dinámica de la confluencia de factores político-empresariales de entonces.
No es exagerado asentar que ni en las peores pesadillas estos científicos sociales llegaron a imaginar una degradación de las libertades que no admite contraste con la Constitución nacional y específicamente con el articulado sobre derechos comunicacionales, al cual contribuyeron con diáfanos aportes los representantes del Ininco, al lado de gremios periodísticos y empresariales.
La comunicación cercenada, la atrofia comunicacional, dos términos utilizados por Pasquali con elocuente evocación de amputaciones orgánicas, se ha instaurado en el cuerpo de la República.
Es un deber agradecerle a quienes en la conmemoración de estos 50 años dejaron sus ideas y motivaciones del presente. Al lado de Safar y Chacón, Morela Alvarado, Gustavo Hernández, Carlos Guzmán, María Fernanda Madrid, Luisa Torrealba y María Gabriela Colmenares, actual directora del Ininco. Sobre todo por recordarnos que no se puede cejar en los esfuerzos tras el objetivo indispensable e insoslayable de rescatar el tejido social y con él la plena vigencia de la democracia en la atribulada Venezuela, hoy atrapada en tan crucial coyuntura histórica.
https://talcualdigital.com/la-devastacion-comunicacional-por-gregorio-salazar/
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