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sábado, 23 de noviembre de 2024

El acuerdo de las madres de los detenidos: denunciar hasta que las familias puedan celebrar la Navidad, por María José Dugarte


María José Dugarte 22 de noviembre de 2024

Algunas ya cumplieron cuatro meses sin abrazarlos o conversar bien con ellos, pero nunca han dejado de estar cerca de las cárceles de Tocuyito, Tocorón, Yare III, Crisálida, El Rodeo y El Helicoide para atender o denunciar cualquier irregularidad dentro de los penales. Son madres, suegras, abuelas y esposas que coinciden en lo mismo: ahora no es momento de callar ni de desistir

El miedo desapareció. Lo que ahora realmente preocupa a las madres es que sus voces se escuchen hasta que sus hijos sean libres. Por eso dicen sus nombres, muestran sus fotografías y presentan documentos que demuestran lo inobjetable: son jóvenes inocentes y las acusaciones de terrorismo e incitación al odio son infundadas.

Estos muchachos han pasado cuatro meses encarcelados y no han podido ver a sus familias.

Al momento de su detención, madres y padres no se detuvieron hasta encontrar donde fueron recluidos. Al conseguirlos, hicieron campamento. Se les veía en a las afueras del penal o siguiendo a los defensores asignados por el Estado venezolano para que se supiera la única verdad: las detenciones no tenían justificación legal.

Según la organización Foro Penal, hay 1.963 detenidos. De esa cifra, 1.836 son mujeres y hombres que fueron apresados luego de las elecciones del 28 de julio. Ell resto habían sido detenidos previamente. Sin embargo, existen otros registros, como el del Comité por la Libertad de los Presos Políticos (Clipp) que, hasta el jueves 21 de noviembre, contabiliza la misma cifra que da el gobierno de Nicolás Maduro: al menos 2.500 detenidos.

Yorman José Guerra tiene 18 años de edad y está recluido en la cárcel de Tocuyito, en Carabobo, desde mediados de agosto. El joven es del estado Cojedes y fue apresado por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) la noche del 31 de julio, cuando regresaba de la casa de su novia.

Rosa González, su mamá, se enteró de la detención de Yorman porque una vecina le contó. Ella pasó cuatro días buscando información sobre el paradero de su hijo, pero los funcionarios se la negaron. Tuvo que esperar 10 días para dejarle alimentos y ropa porque antes no se lo permitieron. 15 días después, fue trasladado a un penal de San Carlos y luego a la cárcel de Carabobo.

Ella esperaba ver su nombre entre la lista de 36 hombres que fueron excarcelados el pasado sábado 16 de noviembre en Tocuyito, pero no fue así: «A mi hijo no le tocó todavía», dice.

Una de las hermanas de Yorman esperó dos días a las afueras del penal de Tocuyito con la esperanza de que saliera otra lista. Nada pasó y regresó a Cojedes: «Le dije que se fuera para la casa porque me daba miedo de que ella estuviera allí y se presentara algún problema».

Para intentar agilizar el caso de Yorman, Rosa tiene que viajar más de cinco horas hasta Caracas, donde está la fiscalía con competencia de terrorismo.

Moverse desde Cojedes para estar la mañana de este 21 de noviembre a las afueras del Ministerio Público le costó más de 11,5 dólares. No viajó sola porque un grupo de más de 20 madres se organizó para alquilar un bus y acompañarse frente a los funcionarios y la prensa.

«Ahorita dejamos unos papeles. No nos dijeron casi nada. Solo que nos llamaban para una reunión. Estamos prácticamente sin respuestas. Uno habla con el abogado público, que está aquí en Caracas, y ellos dicen lo mismo: que no saben nada. Uno viene de tan lejos, hace el sacrificio y no le dicen nada», se lamenta Rosa.

Rosa cuenta que en el autobús iban 22 personas, menos de la mitad del número de personas cuyos familiares están detenidos: «No vienen por las condiciones económicas. Viven más lejos que yo. Se les hace fuerte trasladarse para acá».

La mamá de Yorman tiene dos semanas sin verlo. Las visitas duran 10 minutos y la última vez notó que su hijo estaba desnutrido. No es el mismo y se percibe incluso al hablar: ella asegura que él prefiere no dar muchos detalles sobre lo que ha tenido que vivir.

«Ahora sí quiero hablar»

Otra de las madres que viajó desde Cojedes es Heiris Pérez, una mujer de 64 años cuyo hijo fue detenido el 29 de julio en su horario laboral. El motivo: Maikol Javier Pérez, quien es mototaxista, expresó su inconformidad sobre los resultados electorales que dio el Consejo Nacional Electoral (CNE).

El jueves fue la primera vez que Heiris pidió públicamente por la libertad de su hijo. Esta vez tuvo las ganas de hacerlo porque encontró en otras madres y padres una red de apoyo para hablar y movilizarse con seguridad. Ya no se siente sola.

Heiris es clara: «Necesito que tengan un poquito de conciencia. Si mi hijo hubiera dañado, matado, me quedo callada, porque no tendría moral, pero mi hijo es sano. Que vayan a San Ramón (el pueblo donde vive), que vayan e investiguen lo que dicen los vecinos».

La madre de Maikol cuenta que su hijo está muy vulnerable psicológicamente y teme que él atente contra su vida. Como Rosa, también vio que bajó de peso. En su última visita, le habló de la última comida que le sirvieron: un bollito y una rodaja de mortadela. El agua que bebía no era potable porque su color era marrón y tenía sedimentos.

«Lo que están haciendo es quebrantar aún más la sociedad. Ellos están arriba, pero abajo, donde estamos nosotros, aguas abajo, eso es una bomba de tiempo. Necesito estar feliz en diciembre. Necesito que tengan un poquito de conciencia. Mi hijo cumple años el 31 de diciembre, cumple 40. Si esto es un castigo, yo pido que cese», expresa Heiris.

Las mujeres que están en Yare III

Thailis Berrios tiene 21 años de edad, vive en Los Valles de Tuy, en el estado Miranda, y fue detenida cuando regresaba a la casa de su novio el 29 de julio. La persona que habla por ella es Gardenia Pérez, su suegra, quien se ha encargado de denunciar su caso junto a su familia.

Thailis es una de las cuatro mujeres que está en el Comando 442 de la Guardia Nacional Bolivariana, ubicado dentro del penal de Yare III, una cárcel exclusiva de hombres: «Ahí a ella le han dado tres crisis de asma. Antes estaba en control porque ella tiene problemas en los ovarios, tiene un mioma. Y no ha recibido ninguna atención médica. Sus familiares han hecho lo imposible para hacerle pasar uno que otro medicamento».

«Esto es un dolor doble. Porque ella es como mi hija, es educada, trabajadora, le gusta la costura e iba a comenzar a emprender diseñando su propia ropa. Y también por mi hijo, que está afligido y constante con ella, y saber que él perdió su trabajo por la situación», expresa.

Gardenia cuenta que ni ella ni la madre de Thailis han dejado de ir al penal. Juntas han creado un vínculo de acompañamiento con las otras mamás: «Estamos día y noche esperando verlas salir por esa puerta. Nosotras somos más que familia. Es nuestra lucha».

Denunciar la arbitrariedad incluso frente a la policía

Cada historia de los presos políticos es diferente, pero a cada madre que asistió a la fiscalía la mueve lo mismo: conseguir la la libertad plena de sus muchachos. Los relatos, que los cuentan en voz alta incluso frente a los policías y otros cuerpos de seguridad que hacen fotos y videos de quienes asistieron a la concentración, son prueba de lo que ocurre adentro de las cárceles de Tocorón, Tocuyito, Yare III, El Rodeo y también El Helicoide.

El Clipp hasta el jueves solo registraba 130 excarcelaciones de los 225 casos que Tarek William Saab, fiscal de la República, aseguró que revisaría el Ministerio Público para comenzar a liberar. Quienes salieron, están bajo régimen de presentación y son, en su mayoría, hombres y mujeres con patologías previas o cuya salud se deterioró dentro los penales. Sin embargo, las madres y defensores de derechos humanos aseguran que la vida de todos están en riesgo por las condiciones de las cárceles.

«A ellos se les ha tratado de una forma injusta. Les dan comida con gusanos, con uñas, con pelo. La comida está podrida. Pasta que es masa de pasta. Carne podrida. Frijoles pasados y ellos tuvieron diarrea. Tuvimos que darles insumos médicos mediante otras personas porque el penal no tiene. El agua es amarilla, insalubre. Solo nos permiten pasarles un kilo de galletas y a veces los custodios le sacan parte de eso. Y una botella sellada de 5 litros de agua nada más. Dos veces al mes nos permiten ver a nuestro hijos», expresa Marta Cardona.

Su hijo se llama Luis Armando Quiñones y fue detenido mientras se trasladaba con su niño y esposa a vender una bicicleta. Marta sabe que su condición de salud es delicada porque consiguió el informe médico original que lo indicaba.

Según los testimonios, a Luis lo golpearon y le generaron una escoliosis. Dejaron su cuerpo lleno de hematomas y también electrocutaron sus testículos: «A muchos de aquí les pasó lo mismo».

Hasta conseguir la libertad

Yelitza Vergara es madre de Miguel González, un joven de 18 años, que fue detenido dentro de su casa mientras jugaba en la computadora. Aunque se inscribió en el CNE y estaba ilusionado por votar, su hijo no pudo hacerlo porque en su centro electoral hubo irregularidades en el proceso: «Le robaron su primer voto y su libertad». Él está detenido en Yare III, en el estado Miranda.

Hasta mediados de septiembre, Yelitza no sabía dónde estaba recluido Miguel porque él fue trasladado arbitrariamente al penal. El 16 de noviembre, cuando se concretaron algunas excarcelaciones, ella solo vio salir a 26 hombres y uno era un adulto mayor de la etnia wayú. Espero a ver si Miguel salía más tarde y no fue así. Tuvo que regresar a casa sin respuestas.

De su hijo tiene pruebas de buena conducta: Miguel estudia para ser piloto y hay documentos que lo prueban. También cuenta con el testimonio de una vecina que le ayudó a vestir a su hijo antes de que las autoridades lo montaran en el vehículo oficial. Él solo tenía un short y sus sandalias puestas.

Yelitza y otras madres se aferran a la protesta pacífica, incluso cuando hay denuncias de que esta semana en Yare III algunos presos han tenido que llamar a familiares para que les envíen dinero para comprar alimentos. Es por esa razón que continuarán hablando de lo que ocurre, quedándose frente a las cárceles hasta que las puertas se abran u otra lista con nombres lleguen. Van a celebrar incluso si no son sus hijos, esposos o nietos porque al final el deseo de todas es el mismo: pasar la Navidad juntos.

Tomado de: https://elestimulo.com/de-interes/2024-11-22/presos-politicos-tocoron-tocuyito-yare-concentracion/


  

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