José Luis Farías 28 de octubre de 2019
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Llama
la atención que quienes han criticado acerbamente lo sucedido en Chile en los
últimos días, hayan concentrado sus denuestos e ironías en los sucesos
violentos e ignorado olímpicamente "la marcha más grande de Chile".
Por
supuesto, todo demócrata debe repudiar el vandalismo como forma de manifestar
descontento contra un gobierno o una determinada situación, son prácticas que
no se avienen con la democracia.
De
acuerdo con algunos datos, fueron más de mil los locales comerciales saqueados
y varias decenas de estaciones del Metro destruidas por la ira de varios miles
de jóvenes con procedimientos delictivos en el que coinciden el hampa común y
determinado radicalismo izquierdista.
Pero
el viernes 26 de octubre se produjo la "marcha más masiva desde el retorno
de la democracia", en términos absolutamente pacíficos e incluso
"alegres", según reseñaron los medios, un evento sin precedentes que
mostró otro rostro de Chile
"Una
multitudinaria marcha tomó este viernes las calles del centro de Santiago de
Chile para protestar por la desigualdad social en el país y exigir la puesta en
marcha de profundas reformas sociales", reseñó la BBC.
"
De acuerdo con cifras del gobierno citadas por medios locales, más de 1,2
millones de personas se concentraron en la Plaza Italia,
un centro neurálgico de la capital chilena", añadió el medio londinense.
Llama
la atención que dicha manifestación fuera completamente ignorada tanto por el
radicalismo delirante como por el apaciguamiento complaciente, solazados
exclusivamente en la condena del vandalismo. Cosas del congenio entre los
extremos.
Las
coincidencias no se quedan en el siempre justificable repudio de la violencia,
se sumergen en destruir los argumentos sobre las causas que dieron abono a las
protestas.
Para
radicales y apaciguadores no había razón para el descontento en "el país
más próspero de Latinoamérica", Chile redujo la pobreza del 40% al 10
% por lo tanto, en opinión de ellos, no
había motivo para el descontento.
Lo
nuevo es que la desigualdad social es un invento "posmo", una
criatura de la sociología pedante que en el fondo no existe. Para el
radicalismo delirante quien hable de desigualdad social es un
"resentido", para al apaciguamiento complaciente es un
"envidioso". Dios los cría y ellos se juntan.
Por
supuesto, ambos pasan de largo por las propias declaraciones del presidente
Sebastián Piñera. Ni las mencionan. No existen salvo para hacerlo merecedor de
algún insulto en privado.
Nuestros
distinguidos críticos no se detienen a considerar que " La
multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy , donde los chilenos piden un
Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza",
fue así reconocida por el propio Piñera.
Ni
siquiera los más adictos a las redes sociales repararon en el tweet del
mandatario chileno cuando afirmó: " Todos hemos escuchado el mensaje .
Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese
Chile mejor para todos".
Radicales
y apaciguadores solo desmenuzan cuanto le conviene, hurgan por los rincones de
la realidad chilena para encontrar el famoso "dato a propósito" y
llevarlo al crematorio de su discurso destructivo.
No
paran mientes en el campanazo de la abstención chilena que en en los últimos
comicios rondó el 54% como tampoco lo hizo Piñera ni la clase dirigencial de
Chile. De hecho, el propio primer triunfo de Piñera fue un llamado de alerta
contra la Concertación.
El
garabateo de sandeces para tratar de ocultar la profundidad de la crisis
chilena detrás de la abominación a la violencia no repara en el tema, deberían
tomar lecciones del mismo Piñera. “Es
verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los
distintos Gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en
toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de visión”,
dijo el presidente.
Chile
creció como ningún otro país latinoamericano en mucho tiempo, pero con ese
crecimiento también crecieron las expectativas de los chilenos, surgieron
nuevas necesidades y legítimas aspiraciones de los ciudadanos.
La
anécdota que al respecto relata el expresidente Ricardo Lagos al periodista
argentino Andrés Oppenheimer, es por demás elocuente. "Me dijeron '¿Cómo
pudieron construir estas viviendas sin lugares para estacionar el auto?,
recordó Lagos. "Yo les respondí: '¿Usted pensó hace 20 años que tendría un
auto? Y cuando me dijeron que jamás lo habían pensado, les dije, 'Bueno, yo
tampoco lo pensé'".
Al
igual que la llamada "ilusión de armonía" de Venezuela tuvo punto
final el 27 de febrero de 1989, el famoso "milagro chileno" devino de
"oasis" en un cruento "espejismo" en octubre de 2019.
Los
sesgos atrabiliarios de delirantes y complacientes respecto a los sucesos de
Perú, Ecuador y sobre todo de Chile han servido de narrativa útil para que
Maduro y Diosdado le metan miedo a los venezolanos y para ignorar que la
política se mueve a un ritmo que a veces sorprende.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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