La derrota del madurismo no será por la fuerza. Después de todo, la fractura de la FANB o una intervención militar internacional no son escenarios factibles. Tampoco pareciera que será pactada; pues los acontecimientos indican que se agotó el tiempo para negociar con Maduro. Adicionalmente, la ruta electoral sencillamente fue dinamitada. De allí que prepararse para una confrontación prolongada se manifiesta como el único sendero para derrotar al oficialismo. A decir verdad, esa forma de lucha política siempre fue el mejor método para enfrentar el autoritarismo cubano que importó Chávez. Sin embargo, ocurrió que los grupos opositores tempranamente la descalificaron por prejuicios y, sobre todo, porque no calzaba con sus minúsculos intereses personales y grupales.
Lo cierto es que después de transcurridas casi tres décadas y de los ensayos fallidos por alcanzar la transición, el plan chavista sigue ejecutándose y más radicalizado que antes. Ojalá que la tragedia que ese proyecto desencadenó durante estos años se convierta en una razón suficiente para entender que regresar a la democracia exige una visión realista y pragmática.
Un enfoque que prometa el gradual desmantelamiento del madurismo y no la ilusión de una personalizada vía electoral o nuevos golpes express.
Una perspectiva, en resumidas cuentas, que permita sustituir la refriega cortoplacista por una prolongada. Entre otras cosas, porque en ese tipo de conflicto se reconoce que para desplazar a un régimen autoritario se requiere un programa de largo plazo. Un proyecto en cual tanto las estrategias como los objetivos, los medios y tácticas estén segmentadas por etapas. Por supuesto, esos ciclos politicos no tienen una temporalidad predefinida, sino que su duración se va ajustando en función de la evaluación de la información que se procese, los resultados obtenidos, el contexto y las condiciones socio-institucionales.
En este modelo hay una relación dinámica entre el tiempo político y las acciones que se activan para conquistar el poder. Debe agregarse que en la confrontación prolongada la atención está centrada en los procedimientos y procesos, en el levantamiento y análsis de información relevante, así como en el monitoreo y evaluación de medios, estrategias, tácticas, objetivos y resultados; pero jamás se limita a realizar lo que digan los jefes.
En pocas palabras, en una confrontación prolongada la lucha política no se personaliza. Al contrario, esa visión es intensiva en la producción de ideas, diálogo crítico, estrategias, planes, persuasión, consensos y decisiones institucionales, no en la ciega veneración y mercadeo de los líderes.
De allí que, por ejemplo, las elecciones no cumplen la función de proyectar la figura de un presidenciable, sino que son consideradas únicamente como un eslabón dentro de la cadena que persigue la progresiva conquista de instituciones,
Lo electoral se instrumentaliza para conquistar espacios politicos, no para proyectar el mesianismo de algún dirigente o promover sus aventuras conspirativas. En realidad, en la confrontación prolongada las instituciones son el verdadero terreno desde donde se despliega la guerra contra el autoritarismo. Por lo cual, penetrar el mayor número de ellas es una altísima prioridad. Además, se entiende que solo algunas podrán capturarse por vía electoral; pero otras, deberán infiltrarse, como, por ejemplo, la FANB, el TSJ, el CNE, la Fiscalía, el PSUV y algunos ministerios e institutos autónomos entre otras.
En todo caso, un objetivo irrenunciable es ocupar distintas posiciones dentro de la mayor cantidad de instituciones del estado, tanto las centralizadas como descentralizadas. Sin abandonar, claro está, la multiplicación y el empoderamiento de las privadas. Sobre este punto no se anda con mentiras moralinas. Desde esta perspectiva se entiende que para liquidar al estado madurista primero se necesita cercarlo, colonizarlo y tomar posiciones en los distintos planos de la pirámide organizacional; para lo cual se requiere una amplia y activa red de empleados que operen coordinamente para que algunos de ellos puedan alcanzar posiciones con poder de decisión. Se trata de promover el ascenso de un pool de decisores, no de vender la llegada de un nuevo mesías.
La confrontación prolongada es una lucha estratégica, diaria, sosegada y silenciosa. Es una guerra de inteligencia. De hecho, sus municiones no son las ensordecedoras redes sociales, las sanciones o el bloqueo económico sino los escenarios donde se toman las de decisiones, de la misma manera que su cuarto de guerra tampoco se ubica en alguna oficina en EEUU o en el comando de campaña del candidato presidencial de turno, sino en el cerebro y en el aparato emocional del ciudadano venezolano. Después de todo, en este tipo de guerra se presume que la siembra y masificación del pensamiento crítico es el cordón sanitario más eficaz para desterrar de Venezuela al madurismo procubano.
https://talcualdigital.com/confrontar-no-resistir-por-alexis-alzuru/
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