Humberto García Larralde 14 de septiembre de 2024
El video que muestra las destempladas reacciones de Jorge Rodríguez, El Furibundo, inmediatamente después de que el Congreso de Diputados de España decidiera reconocer a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela, lleva a preguntar si está en sus cabales. Traspasa sus iras acostumbradas para adentrarse en consideraciones desorbitadas. Preocupante. Eso de conminar al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea a redactar una resolución de ruptura inmediata de relaciones con el reino de España ante la votación de su parlamento, con cierre de consulados, prohibición de vuelos directos desde y hacia ese país y cese de actividades comerciales entre ambas naciones, está fuera de toda proporción, propio de chiflados, no de un presidente del poder legislativo en un país que se respete. Analistas avezados, de esos que se la saben todas, dirán que no fue un estallido personal, incontrolado, del Furibundo, sino de una decisión concertada en el núcleo fascista que controla el poder, para hacer que el gobierno de España rechazase la petición de sus cortes. De ser así, peor aún, pues denotaría que la pérdida de raciocinio, de desconexión con la realidad, es compartida y que, lejos de ser neutralizado dentro de ese círculo cerrado, encuentra refuerzo.
Hace
poco escribí que, ante la desesperación de no poder borrar ante el mundo la
indisputable verdad de que Edmundo González Urrutia había sido abrumadoramente
electo presidente para el período 2025-31, los fascistas simplemente optaron
por negar los hechos y atrincherarse en una burbuja de “realidades alternas”
construidas en torno a la Gran Mentira de que Maduro había ganado. Metidos en
ese agujero, se desenchufaron del mundo real, aislándose todavía más. Al
autoexcluirse del acontecer político nacional, entraba virtualmente en guerra
con el resto del mundo, incluidos antiguos aliados suyos. Su única respuesta,
en tales circunstancias, ha sido reprimir.
Las
perturbadas interjecciones del Furibundo el miércoles en el Capitolio son
expresión de esta disociación, una sociopatía con la que, cual avestruz que
esconde su cabeza en la arena para “huir” del peligro, buscan refugio los
derrotados. Viene a la mente la imagen de la película “la Caída” en la que el
Führer, atrincherado en su bunker, ordena colérico a los generales que le
acompañan la movilización de batallones, existentes solo en sus fantasías,
contra las tropas soviéticas que invadían Berlín. Al quedar huérfano ante la
terrible realidad de su derrota definitiva, termina despotricando contra el
pueblo alemán por no haber estado a la altura de sus designios y haberlo
traicionado. Se suicida con Eva Braun.
Pues
resultado similar empieza a vislumbrarse con destemplanzas como la de Jorge
Rodríguez. Estamos acostumbrados a tácticas de brinkmanship de los fascistas;
acorralar al otro al borde del precipicio para obligarlo a ceder y extraerle
concesiones. Combinado con ofertas que nunca cumplen, van copando terreno y
arrinconando el margen de acción política de sus adversarios. Están en guerra y
procuran el exterminio del otro. Recordemos el tristemente célebre
“apaciguamiento” de 1938 en Munich, en el que Chamberlain (primer ministro de
Gran Bretaña) y Daladier (presidente francés) le entregaron a Hitler la región
checoslovaca de los Sudetes –sin consultar con el gobierno de aquel país—a
cambio de que no alterara la paz en Europa. El primero de septiembre del año
siguiente invadía a Polonia.
La
diferencia es que en este brinkmanship tropical, la amenaza intimidatoria del
Furibundo consiste en hacerse más daño a sí mismo –más bien, a Venezuela—que a
España. ¿Qué país queda más aislado, debilitado, exento de posibilidades de
acción, si llegase a concretarse la ruptura entre los dos? ¿A quien perjudica
más? ¿Cómo quedan las fortunas que decenas de chavistas han ido acumulando, de
forma subrepticia, en España? ¿O es que vamos a creer que el encuentro de Delcy
Rodríguez con el entonces ministro Ábalos en el aeropuerto de Barajas (Madrid),
acompañada de unas cuantas maletas, fue un simple saludo entre amigos? ¿Van a
dejar guindando a Rodríguez Zapatero? Es como la amenaza suicida de los
terroristas islamistas, que se hacen pedazos junto a sus víctimas.
Y
llegamos, así, a un asunto incómodo que, deliberadamente, ha sido evitado en
las discusiones acerca de la necesidad de concertar negociaciones entre
oposición y gobierno para la transición democrática. ¿Con quién o quiénes
existen expectativas de que se puede avanzar en la concreción de vías para un
proceso pacífico de transición que restablezca las libertades democráticas? Al
no admitir las realidades de la política y desconocer el hecho de que fueron
repudiados por la gran mayoría de los venezolanos, y al quemar las naves que le
permitían conectarse con el resto del mundo –despreciando incluso a Lula y a
Petro–, es evidente que rechazan rotundamente ser partícipes de una transición.
Más ahora cuando, recogidos en la burbuja que los blinda de todo intercambio
positivo con su entorno, amenazan romper con quienes los han amparado en la
madre patria. Tiene razón Moisés Naím, quien argumenta que el grupito que
controla el poder en Venezuela percibe que el costo de abandonarlo es demasiado
elevado para acceder a una negociación. Son demasiados los crímenes cometidos
para suponer que saldrán airosos. Entonces, ¿es fútil negociar con el
oficialismo?
Hay
que confiar en que, más allá del núcleo fascista dominante, absolutamente
intransigente ante las posibilidades de una transición concertada –sobre todo
con sus últimas actuaciones–, existe un amplio espectro de chavo-maduristas que
sí estarían dispuestos a explorar estas posibilidades. Militares y/o
funcionarios quienes, pudiendo haberse aprovechado impunemente de “negocios”
que les fueron “facilitados” o estar incursos en atropellos menores, prefieren
una transición en la que aspiran salir indemnes que hundirse,
irremediablemente, en el tremedal al que se encaminan los irrecuperables, ese
núcleo que se atrinchera detrás de la represión. ¿Por qué arriesgarse a nuevas
sanciones que les impedirían disfrutar de un retiro cómodo? Provocar mayores
rupturas con el resto del mundo solo reduciría su margen de acción política y
económica, con sus consecuentes menguas pecuniarias. Es de esperar, por tanto,
quiebres y fracturas internas en el bloque de poder que deje más desguarnecido
al núcleo fascista. Sólo ante una situación de extrema vulnerabilidad accederá
a negociar.
¿Wishful
thinking? La verdad es que sorprende que, ante las torpezas de la claque
madurista, ésta haya mantenido hasta ahora la cohesión interna en sus filas en
torno a su Gran Mentira, a sabiendas de que la verdad es otra. Insólito que
sigan alineados tras un liderazgo derrotado, incompetente, que amenaza
llevarlos a la peor de las situaciones. Pero así opera el fascismo: huestes
cegadas por la propaganda y el odio, que cierran filas en contra del “gran
enemigo” o, en una proyección inequívoca, del “fascismo”.
La
lógica indicaría, empero, que, a menos que los fascistas logren quebrarle el
espinazo a la voluntad del pueblo, nos conviertan en zombis políticos y la
comunidad internacional opte por el “apaciguamiento” para mantener la
“estabilidad”, la parada de Maduro, Padrino, Rodríguez y Diosdado no tiene
vida. Los países amigos deben asumir que, de lo contrario, Venezuela se
convertirá en base para una creciente provocación rusa en la región; guarida
para todo tipo de negocios sucios, incluyendo el tráfico de drogas; refugio de
bandas criminales que se lucran con estos negocios; y fuente, muy lamentable,
de nuevas olas migratorias que tocan sus puertas, empujadas por la continuación
de la miseria y la represión. En absoluto la ansiada estabilidad. Conviene, por
tanto, contribuir a que se respete la voluntad popular.
Hay
que hacerle caso a María Corina Machado. Es menester incrementar la presión
internacional contra el usurpador reconociendo, como hizo el congreso de
diputados español, a Edmundo González Urrutia como presidente electo. También
deben encontrarse formas de mantener la presión popular para que las mafias
enquistadas en el poder entiendan que los venezolanos no vamos a dejarnos robar
el triunfo, menos ante quien promete sólo miseria y represión. Que se convenzan
de que enfrentan un bloque de fuerzas que no abandonará la lucha. No les quedará
otra que aceptar el cambio, ganado, de gobierno, como manda la Constitución y
las leyes. ¡Cese a la represión y libertad para los presos políticos!
Humberto
García Larralde
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