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viernes, 1 de octubre de 2010

¿Qué paso el 26S?


Por Carmen Beatriz Fernández

Tras ocho horas del cierre de las mesas electorales y una angustiosa espera, la institución electoral venezolana hizo públicos los resultados parciales, anunciando 95 curules para el chavismo, 61 para la oposición, 2 para los disidentes del chavismo (PPT) y algunos cargos en disputa. No habló la rectora del total de votos ni sus proporciones. Pero bastante antes que el reparto definitivo de curules, el mundo político nacional tuvo la estimación total de votos por conteos rápidos de las mesas electorales. Mucho más importante, por lo demás... Porque Chávez hizo de esta elección un plebiscito, como viene haciéndolo desde 1998. Y el chavismo perdió la mayoría, las fuerzas opositoras obtuvieron cerca de un 52%.

Es decir, y con estos números preliminares, 52% de los electores controlan el 40% de los escaños, mientras que el 48% de los electores eligieron al 60% de los parlamentarios. ¿Cómo es posible que una mayoría electoral obtenga una minoría parlamentaria? La reingeniería electoral aplicada a raíz de la recién estrenada Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) lo hizo posible tras una cuidadosa manipulación de los circuitos electorales. El gerrymandering aplicado privilegia al votante rural sobre el votante urbano: 30 mil electores del estado Apure pueden escoger a un diputado, mientras que 100 mil caraqueños hacen falta para escoger al suyo. Así las cosas, el sistema electoral, que no respetaba a las minorías, ahora ni siquiera respeta a las mayorías.

¿Por qué se da la reforma? Porque a partir del 2006 se hace muy evidente en Venezuela un patrón de comportamiento electoral estable: el país rural vota más al proyecto chavista que el país urbano. No es casualidad, porque los valores políticos que encarna el chavismo son contrarios a los valores de la ciudadanía. Además, ese patrón electoral da al traste con un argumento fundamental del chavismo, cual es el de la lucha de clases.

Esta reingeniería electoral con la cual hoy votamos por primera vez burla a la constitución nacional que establece el principio de la proporcionalidad como arreglo fundamental de la voluntad política nacional. La LOPE, y la reingeniería de los circuitos electorales construyó un sistema que tiende a ser mayoritario, pero no lo es del todo. Porque los sistemas electorales pueden ser mayoritarios o proporcionales. Es decir, o el parlamento se constituye respetando la proporción de las preferencias políticas de los ciudadanos; o, con el argumento de facilitar la gobernabilidad, el parlamento se constituye sobre la base de que la mayoría electoral recibe una sobre representación de curules, como en el caso británico. Lo que no existe, y es una aberrada innovación, es que sea una minoría electoral la que se lleve la mayoría parlamentaria. Esa aberración la facilita nuestro sistema electoral hoy y es la que nos lleva al resultado de ayer.

El país habló: Fuerte y claro. A una marea ciudadana desbordada, que clama por cambio, se le colocaron unos frágiles diques de contención, en forma de reingeniería electoral. Artimañas claras. Nada hay tan poderoso como la voluntad de cambio de un pueblo. Retrotraigámonos a las reformas electorales de 1998 que le ponían diques endebles al fenómeno Chávez.

Por ello, derogar esta Ley electoral inconstitucional es el primer mandato moral que tiene el nuevo Parlamento, como un todo, ya lo dijo ayer Ramón Guillermo Aveledo, presidente de la Mesa de la Unidad democrática en su primera alocución pública, tras conocerse los primeros resultados. Porque independientemente del resultado general, y de los escaños que se asignen, ayer vimos un país cívico, que por la vía del voto quiere llegar a un arreglo pacífico entre dos bloques políticos casi de igual tamaño. Tras 12 años de pugnacidad estéril, hay un consenso básico: tres cuartas partes del país quiere un parlamento que parlamente!

El Rey está desnudo, por más 95 diputados que pretendan negarlo...

Publicado por:
http://e-lecciones.net/opinion/?numero=734&p=d&show=1

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