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domingo, 9 de septiembre de 2012

A un mes de las elecciones… Que me motiva a votar?


Por Jackeline Sandoval, 08/09/2012

Hemos sido testigos del proceso de descomposición de las instituciones en especial las que tienen relación con la justicia y el sentido impuesto de lo comunitario en los proyectos de sociedad, que no sería negativo si el actual gobierno entendiera que el pueblo no es solo el que viste una franela roja.

En el presente, como ciudadana, observo que los indicadores más preocupantes en nuestro país, son la corrupción, la impunidad, el abuso de poder y en general la instrumentación de una serie de acciones del Estado que se pueden inscribir como expresiones de un clima de violencia generalizada en casi todos los rincones del territorio nacional. Y lo peor no veo soluciones, al menos no por el gobernante de los últimos 13 años.

Cuáles serian las consecuencias de no salir a votar y/o continuar con este modelo de país?

Necesitamos un proyecto donde tengamos la posibilidad de sustentar la convivencia y los consensos en valores compartidos como los de transparencia, justicia y democracia, hasta ahora poco preservados o casi desaparecidos.

Si partimos desde la premisa que estamos en medio de una crisis de gobernabilidad, que pareciera que el gobierno no ve, pero estamos convencidos que ha sido propiciada por las propias autoridades, que han utilizado las instituciones sociales para ejercer la violencia y provocar un clima de descomposición social como proyecto de futuro, entonces tenemos que pensar que no tenemos nada que perder ejercitando nuestro derecho al voto y que es posible imaginar una vía en sentido contrario, y que además nos lo debemos a nosotros mismos, después de 13 años de desgobierno, donde solo hemos presenciado luz para la calle y oscuridad para nuestro país.

Creo que se impone la oportunidad de que emprendamos una reflexión que con nuestro voto se abre un compás de posibilidades y condiciones para erradicar la violencia, la impunidad, la intolerancia y la corrupción de los grupos y actores sociales dominantes que actúan al amparo y bajo la protección de las instituciones del Estado.

Es evidente que muchos funcionarios actúan a la sombra, bajo la complicidad y protección del gobierno que trae como lógica consecuencia la impunidad reinante en todos los círculos del poder.

Ejemplo palpable de ello, la existencia en los últimos 13 años de más de 172 presos políticos, donde hemos sido testigos de la represión judicial de que han sido objeto, de la serie de abusos de poder y violaciones al debido proceso en todos y cada uno de los casos, además de las perversiones de las decisiones judiciales que son sólo algunos de los actos de violencia institucional que han enrarecido el panorama nacional en los últimos años, donde los principales artífices de los actos de injusticia disfrutan de la protección de la ley e incluso la usan en contra de los que ponen en duda su honorabilidad.

A muchos nos cuesta creer que cobijados bajo la consigna de que sus actos responden a la necesidad de preservar un Estado revolucionario y socialista, cometan delitos, violen los derechos humanos, se corrompen y si a alguien se le ocurre denunciar estas situaciones, y como producto del secuestro que tienen de muchos medios de comunicación, solo se impone su versión de los hechos. Observamos también que si los delitos que cometen son denunciados por algunos medios o por la sociedad civil, la respuesta de las autoridades correspondientes no aparece por ningún lado. Así, la impunidad se reafirma como norma vigente, imponiéndose día a día en nuestro sistema de derecho.

Las instituciones encargadas de impartir justicia hacen como que persiguen los delitos y al mismo tiempo establecen las condiciones para permitir la impunidad. Ante esta situación, la respuesta nuestra transita entre los límites del desencanto, la desesperación y la resistencia. Pero algo si debemos tener claro no podemos seguir tolerando indefinidamente esta situación y está en nosotros buscar el cambio, si bien es cierto que muchos creerán que existen varios escenarios, la respuesta debe venir de nosotros, la sociedad civil, dispuesta a conseguir por la vía electoral el recobrar los valores entrañables de justicia, democracia y libertad. Es hora de encontrar una salida a este laberinto de infortunios al que nos han sometido en los últimos 13 años.

Es cierto que la mayoría de estos problemas no se pueden resolver solo con nuestro voto y mucho menos creer que los mismos serán resueltos el 8 de octubre, el día después tan esperado por todos, ya que también mucho pensamos que pareciera que algunos de ellos no tienen solución, al menos en el corto plazo. Sin embargo, es inevitable emprender la tal vez no tan utópica tarea de imaginar que en algo podemos colaborar para detener el deterioro de nuestro sistema político, social y de derecho de nuestro país.

Aunque no todos hayamos transitado por el camino de la injusticia y la impunidad, estoy segura que muchos simpatizamos con un proyecto de sociedad inclusivo, tolerante y verdaderamente democrático.

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