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miércoles, 18 de junio de 2014

Primero la República…


José Félix Díaz Bermúdez
Jfd599@gmail.com

Se observa en Venezuela la reiterada utilización de expresiones erradas y confusas sobre nuestra historia, conceptos y juicios emitidos sin rigor intelectual y autorizado fundamento a través de ideas aventadas ante la audiencia pública en contextos inapropiados, sin asumir la más elemental sindéresis, sin cuidar el efecto pernicioso que se produce en el país. Lo más grave, además, es el silencio con que se acepta el hecho por parte de quienes conocen lo inapropiado del mensaje, estando en la obligación de señalarlo, como corresponde hacerlo, en defensa de la verdad y de la razón, así como por la responsabilidad de proteger los valores del país tanto por mandato moral como constitucional.

Como parte de las apreciaciones con las se pretende interpretar a nuestra historia, ahora se señala la primacía del ejército frente a la República, como una especie de reconocimiento al sector militar cuando, por el contrario, el error le resta a su justo carácter y significación institucional en desmedro de la realidad histórica y de nuestra tradición republicana y civilista, que no es opuesta al reconocimiento de la digna actuación militar, cuando ello se justifica y más en aquellos episodios en los cuales han honrado con sus actos y ejemplo a la patria de los libertadores.

Acabamos de celebrar los 200 años de nuestra declaración de independencia y de la Constitución Federal de 1811, no como un hecho aislado de la Primera República sino como parte de un proceso histórico que dio origen a la misma, a sus principios, a sus instituciones,  a los derechos y deberes ciudadanos y al rol que en una sociedad libre corresponde a distintos sectores, entre ellos el militar.

La organización republicana que inspiró la revolución de independencia, su declaración, la Constitución Federal de 1811 y posteriores, la guerra misma a su favor hasta su definitivo reconocimiento internacional, fue un hecho sustancial en nuestra estructuración como país y cuyo basamento ideológico se manifestó en todos los actos constitutivos de la nación. Basta leer el Acta del 5 de julio de 1811 para apreciar cómo bajo su inspiración surgimos como: “estados libres, soberanos e independientes“. La República encarnó entonces el reconocimiento de la soberanía popular, el carácter representativo del Gobierno, la significación de los poderes del Estado y de su necesaria división, la vigencia de los derechos del hombre, la libertad y la composición de una sociedad más democrática. Fue a favor de la República  -de sus derechos y determinaciones soberanas-, a quien el Supremo Poder Ejecutivo ordenó jurar en 1811 al sector militar: “reconocimiento y fidelidad…, cuyo acto solemne se hará públicamente, y a presencia del referido Gobernador militar y demás jefes de la guarnición.”

De la misma manera, nuestra primera Constitución republicana fue categórica al definir la autoridad a quien correspondía dirigir: “las armas… y… las milicias nacionales” y la disciplina que debían observar: “en servicio de la Nación” y ejerciendo: “una exacta subordinación a la autoridad civil”. Igualmente, los magistrados y oficiales del Gobierno fueron considerados: “meros agentes y representantes del pueblo“, sin corresponder a: “ninguna porción o reunión de ciudadanos, ni ninguna corporación particular…, atribuirse la soberanía de la sociedad”, lo cual indicaba los límites y evidenciaba la necesaria subordinación.

La validez de la República como entidad política fue defendida por el ejército libertador en los campos de batalla, para perpetuar sus principios y sus finalidades como expresión de sus más enaltecedoras realizaciones, y cuando en 1830 en Congreso Constituyente determinó la nueva organización de Venezuela, se decretó el 24 de septiembre de ese año el juramento que debía prestar: “la oficialidad y tropa… frente a las banderas de la República” en solemne acatamiento a la Constitución y al destino de grandeza y virtud que se pretendía para la nación.

Nuestra accidentada historia posterior, bajo el influyo del militarismo y el caudillismo, contradice el deber de lealtad a la República y atenta contra su plenitud como entidad política representativa de nuestros más elevados valores históricos y sociales que la han perpetuado desde nuestra independencia.

La República se estableció primero y el ejército la defendió después con sacrificio y con honor al valorar entonces el significado trascendente de la independencia y el sentido moral del patriotismo: “la observancia de las leyes, la defensa de los principios y de los derechos” como lo expresaba Sucre, lo cual constituía para él: “la buena causa, la causa de los pueblos, la de la patria…”, ya que de otra manera se distorsionaba gravemente el deber, el carácter, la significación histórica de ella y de los hombres.


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