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martes, 24 de junio de 2014

¿Puede la MUD colocarse al frente de este malestar social?

Por Luis García Mora | 22 de Junio, 2014

Luego de esta experiencia colectiva de trastorno total, se está potenciando en la base chavista lo que Tomás Straka llamaría la épica del desencanto. Con esos intangibles que incendian épocas, como la indignación, la desilusión y el desengaño, que estos epígonos funestos de Bolívar enfrentan, esta vez en carne propia.

En este desenlace de inestabilidad, violencia y ruina, la Venezuela heroica termina jodida. Es por ello que tanto pueblo entiende ahora que sólo era una mampara para saquear.

Únicamente en ingresos petroleros, hasta el cierre de 2013, esta gente ha devorado 770 mil millones de dólares. Y si incorporamos los ingresos tributarios, estaríamos hablando de casi un millón de millones de dólares.

Un millón de millones.

Esto significaría, para algunos analistas, el despojo más escandaloso de toda nuestra historia.

¿Cómo no van a estar arrechas las bases chavistas, si esto está sacudiendo como un sismo y cercenando nuestro futuro?

Y amenaza con exterminarnos. Aniquilarnos. Como amenazaba aquel líder, que Marx guarde en su seno y no lo suelte.

Y la “clúster” de Giordani, esa bomba de racimo que al alcanzar cierta altura gubernamental, medida por un altímetro, se abrió dejando caer cientos de submuniciones de diversos tipos, todas de alto poder explosivo anti-Gobierno: anti-corrupción en el Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial y en el PSUV. Y eso tiene a toda la cúpula roja, económicamente bien blindada, haciendo llamados feroces a la lealtad (y la supervivencia).

Un misil ha impactado el Enterprise y en el puente de mando, su dirigencia a toda marcha, con las alarmas sonando, intenta cerrar las escotillas para urgentemente detener el avance hacia el próximo Congreso del PSUV (que luce explosivo) de la solicitud recia y revolucionaria de esa base que exige un debate muy a fondo. Las UBCH exigen que allí se discuta el tema de la corrupción.

De manera libérrima, sin cortapisas.

¡Y tiembla la tierra, se escapó Armenteros!

Tendencia y solicitud éticas y radicales que se intentará parar chantajeando a la base con la invocación de la lealtad, de la unidad, pues sobre el ring (y de cara a la base), aunque lo disimulen, les tiemblan las piernas. Y si ahora enfriamos cualquier análisis, la única estructura que tiene el Gobierno además de la FANB (que, en el último round, uno duda), es el Partido.

Y en esta baja de temperatura, el presidente del PSUV tiene que ser Maduro, para poder operar el Partido como Gobierno, porque la pregunta que les rompe la mente sigue ahí: ¿Es cierto que Maduro controla a la FANB? Y éste es el dictamen: el único modo de reestructurar la economía (si es que alguna vez lo va a hacer) es con un PSUV sólido.

¿Puede lograrlo solo? ¿Con una gestión tan mala y sin el equipo apropiado?

Difícil, muy difícil.

Por no decir imposible.

Sumado a la “clúster” de Giordani y esa que prepara Barinas.

De manera, amigo lector, que por debajo o por encima de la emoción del Mundial, aquí se está replanteando otro juego.

El PSUV se prepara: va a su Congreso. La oposición también debería mover sus piezas. Reorganizar su mando. En una reunión similar –piensa uno– y del más alto nivel.

No basta con dormirse en la “estrategia” actual de la espera pasiva.

Quizás (¿por qué no?) desempolvar y darle uso al Proyecto País de la MUD y relanzarlo.

Porque la MUD debe abandonar la flojera.

¿O es que creen que sólo con la espera o la convocatoria a una Constituyente (o cualquier otra figura jurídica) vamos a salir de esto?

No es un secreto para nadie que se la está engullendo la movidita chica, el lleva-y-trae de los chismes, impidiéndole dedicarse a la política grande.

Esto no se aguanta. Tiene que haber un líder. Que convoque e interactúe.

Don Ramón Guillermo Aveledo, como dicen, es un juez de paz que está para resolver los asuntos entre los partidos. Pero a la MUD le falta ese liderazgo fuerte. Porque no está ahí.

Amén de levantar de inmediato un nuevo equipo que resuelva los obstáculos y las intrigas entre sus partes.

Porque el asunto de los partidos no es engordar. Es crecer.

Allá, del otro lado del campo, lo de Giordani estremece, cierto. Y lo convierte en el ideólogo de la disidencia a Maduro. ¿Fue ése el objetivo de la jugada? Porque en ningún momento el Gobierno estuvo tan dividido, pero en el campo opositor es imperativa una reunión (una asamblea general, un pleno, una convención… lo que sea) de alto nivel, con una agenda de debate de alta política y sin complejos. Con un mandato cruel, diría uno, que reduzca esta proliferación discursiva, plagada de clichés y lugares comunes que nos agobia.

Se subestiman, por ejemplo, con trazos gruesos y sin ninguna reflexión de fondo, algo tan de suma importancia como el proceso de politización y democratización de sectores muy conspicuos e importantes de la sociedad civil, aplastados por la crisis que nos domina, cuyas frustraciones, angustias e insatisfacciones no encuentran un espacio político ni una dirección que las interprete en la actual coyuntura.

Hay una arrechera y una rabia comprimidas.

Y un desprecio por los políticos que ya Chávez capitalizó en 1998. Que hoy sigue ahí, en una franja latente en todos los sondeos, reflejando un palmario malestar por su actuación.

Y, fíjese usted, algo que allá en España ocurre con diferente rostro y definición, y que debería ser objeto de nuestro análisis y no lo es: al ser los técnicos políticos del movimiento Podemos ha logrado capitalizar el desencanto, el descontento ibérico: la indignación. Sí: hablo de ese partido que la oposición maldice irritada y que parcialmente ha desbordado a los partidos españoles, fraguado en los márgenes de un sistema de signo contrario al nuestro (y que de paso cobró 3,7 millones de euros a Chávez en diez años por asesoramiento, y aceptémoslo: con quince años de resultados exitosos).

Ese mismo sentimiento definitorio (que aquí también se subestima) de los sectores sociales aplastados por la crisis económica. El mismo tipo de cólera de una gente privada de horizonte colectivo, en un taponamiento de su espacio político de decisión, por carecer de una dirección clara, reducida diríase a un mero dominio técnico, pareciera empeñada en abonarle el terreno a otra salida antipolítica.

Como en 1998.

La MUD sencillamente luce incapaz hasta ahora de colocarse al frente de un sentimiento, de recoger al menos la inversión política del malestar social, como allá (repito: aunque de signo contrario, y sin solicitar de la MUD radicalismo alguno), en un contexto de acelerada deslegitimación.

De ahí que impere en vastos sectores venezolanos, triturados por la crisis, un descontento soterrado, profundo, que no encuentra una gramática en la MUD que interprete su desazón.

¿Que se mueve desde cartografías prefijadas por una herencia política superada? Quizás.

¿Estamos los sufrientes de esta situación ante el “secuestro” tecnocrático de nuestra capacidad colectiva de decisión?

¿Una tecnocracia política que no se renueva, que fomenta la despolitización, y que estaría jugando peligrosamente a identificar el ejercicio público y responsable de la acción civil con el golpe de Estado, como el PSUV?

Las incógnitas que gravitan sobre el momento son inmensas.

¿Quién está analizando el fenómeno de la indignación venezolana con las actuaciones del régimen y sus consecuencias? ¿La MUD y los partidos que la conforman?

No.

Quizás el chavismo, que angustiosamente quiere mantener el control de esta nueva arrechera y desencanto; de esta renovada desolación que su mismo régimen ha provocado con un pésimo manejo del poder, del gobierno.

Y, ¿cómo no pensarlo?, asesorado por los españoles de Podemos.

Pareciera que nos movemos en sentido contrario a la realidad política de hoy. ¿Qué plan de acción puede ofrecer la MUD para contrarrestar el creciente malestar de la proletarización de la clase media, atrapada por un cinismo desilusionado?

¿Quién ahí está haciendo el esfuerzo por articular y dar forma política a la indignación venezolana?

¿O es que no estamos indignados?

¿Ha perdido la oposición venezolana toda capacidad de canalizar con efectividad la fuerza del descontento, elemento necesario del compromiso ciudadano?

¿Se puede continuar más tiempo en esta estrategia dogmática de clase, incapaz de tender puentes reales, no retóricos, entre el Este y el Oeste de Caracas, entre los sectores que aún se manejan dentro de la crisis aunque sea precariamente, y los que no?

Da la impresión de que la MUD no termina de salir del impacto (de ese shock) de Chávez.

Sin percatarse de que no puede seguir sin reaccionar ante esta situación de parálisis, de desmoronamiento de los valores dentro del Gobierno, del PSUV y del régimen.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

¿Solamente nuestras individualidades radicales?

¿Cuándo viene una sacudida de esta dirección?


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