Rosalía Moros de Borregales domingo, diciembre 07, 2014
@RosalíaMorosB
Por todos es bien conocido el gran valor
de la palabra hablada o escrita. El ser humano es característicamente distinto
al resto de la creación debido al lenguaje. A través de la palabra somos y
dejamos registro de lo que hemos sido. Por medio del lenguaje le damos forma a
nuestras emociones y sentimientos. A través del lenguaje se han logrado las
grandes conquistas del pensamiento y la voluntad humana. Por esa razón, la
manipulación del lenguaje en la distorsión de la verdad ha llegado a ser un
instrumento de una utilidad indiscutible para conseguir propósitos de diversos
fines, entre ellos propósitos políticos.
En la doctrina cristiana el apóstol Juan
relata al principio de su evangelio la importancia de la acción de la palabra,
esto es, el verbo: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios". Si pensamos que el verbo es esa palabra que expresa
la acción del sujeto en la oración, entendemos entonces que Dios es el verbo,
es decir, la acción por medio de la cual las cosas han sido hechas, como lo
señala el verso 3: "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de
lo que ha sido hecho, fue hecho".
Llama poderosamente la atención que después de esta aseveración Juan expresa
que Dios, el verbo, es la vida y la vida es la luz de los hombres.
Una declaración que nos lleva de la mano
a la profundidad del significado del verbo, de la palabra en la conformación
del lenguaje, en la cual la acción de la palabra se convierte en vida. La
génesis de la vida despierta del silencio, de la ausencia de la palabra, cuando
Dios la acciona por medio de su verbo. La vida es luz y la luz resplandece en
las tinieblas: "En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra
ella". He aquí una verdad liberadora: Dios es el verbo, Dios es la
palabra, por la acción del verbo las cosas son hechas. En el verbo, en la
palabra está la vida, la vida es luz y esa luz resplandece en las tinieblas
porque las tinieblas no pueden dominarla.
Sin embargo, la humanidad ha persistido
en hacer uso del don que le ha sido dado con la palabra para pervertir la
verdad. La mentira ha llegado a ser parte intrínseca en la vida de las familias,
de las comunidades, pueblos y naciones. A través del proceso de perversión de
la verdad en el uso del lenguaje, el verbo se ha convertido en destrucción y en
muerte. El proceso es contrario al descrito anteriormente: verbo-vida-luz. Se
han convertido en verbo-muerte-oscuridad. Pues, inexorablemente somos enlazados
con nuestro verbo, con cada una de las palabras que usamos, declaramos y
proclamamos.
Decir algo contrario a lo verdadero es
mentira, expresar parte de la verdad maquillándola con testimonios falsos es
mentira. Aseverar o atestiguar sobre algo en el fundamento de la falsedad es
mentira. La persona que presencia o adquiere un conocimiento directo sobre
algo, y luego, al expresarlo, lo distorsiona a su conveniencia es un testigo
falso, es un mentiroso. En mi opinión, el uso de una palabra para expresar con
ella algo diferente a lo inherente a su significado es más que una distorsión
del lenguaje, constituye una perversión del mismo. De igual manera, el uso de
una palabra con significado antagónico a lo que realmente se pretende expresar
no denota más que la perversidad de la que ha sido objeto el lenguaje en la
manipulación del pensamiento.
En Venezuela los ciudadanos hemos sido
víctimas directas de la perversión del lenguaje como instrumento de
manipulación de masas. El régimen ha conquistado las mentes y los corazones de
muchos venezolanos con el uso vergonzoso y premeditado de la mentira, la cual
lamentablemente ha crecido en la tierra fértil de la ignorancia, a la cual se
ha sometido a nuestro pueblo durante décadas. Se han repetido mentiras tantas
veces que ellos mismos terminaron creyéndolas como verdades. Se ha tildado a
todos los que disienten con calificativos que describen sus propias
características, como él qué se mira en un espejo pero no se reconoce a sí
mismo, sino qué ve al otro y lo llama por su propio nombre.
Estamos envueltos en la mentira, se
habla de paz y lo que se ejecuta es la guerra entre hermanos. Mientras unos
lloran la muerte de sus hijos, otros bailan, cantan y despliegan en todos los
medios de los que se han adueñado, la felicidad de un pueblo que celebra los
carnavales disfrazado de hambre en las interminables colas que debe hacer para
conseguir la harina de su sustento. Una joven es golpeada brutalmente por una
agente de la GNB y las sanciones de las autoridades son para la agredida. Un
país amigo trata de abogar por nuestros derechos humanos ante un organismo
internacional y le tiramos la puerta en la cara.
¡Qué irónico es que precisamente por
medio del lenguaje un hombre pueda degradarse por debajo de lo que no tiene
lenguaje! Sören Kierkegaard.
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