Por Luis Ugalde Sj., 12/12/2004
Los dictadores no dialogan, imponen y excluyen. Por lo contrario, la
democracia es diálogo permanente basado en derechos y deberes básicos, comunes
entre diferentes, para juntos producir espacio público de vida y dignidad. En
Venezuela la voluntad dictatorial anda desatada; para muestra el medio centenar
de leyes decretadas (aunque no elaboradas ni conocidas) en la recta final de la
habilitación presidencial, desplazando al Poder Legislativo. Ahora
presenciaremos, nuevamente, el cuento del magnicidio.
¿Reencuentro y Reconciliación en medio de brutales descalificaciones y
persecución? Se trata de una poderosa invitación al esfuerzo común de construir
entre todos una sociedad digna. Encuentro que está consagrado en la
Constitución, aunque haya sido sistemáticamente violada por la discriminación y
la exclusión por quienes buscan imponer una sociedad de partido-gobierno-estado
único y uniforme. Sólo los “revolucionarios” tienen carta de ciudadanía y los
demás son explotadores, conspiradores del imperio sin derechos ciudadanos y “Si
no les gusta, que se vayan”.
En esta situación de exclusión nacional, el diálogo, el reencuentro y
la reconciliación constituyen una carta de identidad de todo demócrata frente a
la dictadura presente o futura.
¿Qué reencuentro y reconciliación?
El que pone en acción todos los recursos y voluntades indispensables
para producir y disfrutar un sistema público de salud desde la prevención y
atención primaria, hasta eficientes hospitales públicos. Sólo alcanzable si
toda la sociedad y su gobierno se dan la mano para hacer realidad lo proclamado
en la Constitución. Lo público no es sinónimo de estatal, fracasa si no está
arraigado en las conciencias personales y en las iniciativas sociales
emprendidas, combinando la responsabilidad ciudadana personal y las múltiples
iniciativas sociales con la acción estatal.
La sociedad y su Estado, sólo en sinergia, pueden producir una
educación de verdadera calidad con acento especial en los sectores hoy
educativamente más discriminados, es decir los más pobres y atrapados en las
lacras de la educación oficial partidizada.
Reencuentro de los venezolanos con el coraje necesario para liberar a
los presos políticos y propiciar el regreso de los exiliados con todos sus
derechos constitucionales; con separación y contrapeso de los poderes públicos
(legislativo, judicial, electoral, ejecutivo…) sin sometimiento sumiso de todos
ellos al poder presidencial arbitrario. Movilizados en la radical defensa de la
vida y de la seguridad ciudadana, cuya constante violación es respaldada hoy
con un lenguaje de exclusión, descalificación y criminalización contra todo el
que “No es de mi partido o disiente dentro de él”.
Unidos contra la corrupción de quienes se apropian de los recursos
públicos del Estado a favor de su bolsillo o de su partido-gobierno, con lo
cual se roban el poder adquisitivo salarial de los más pobres y de sus
oportunidades y capacidades productivas. Convencidos de que no habrá economía
sin el reconocimiento de la libre iniciativa productiva, en el marco de la
Constitución, con garantías jurídicas y la sensatez política necesarias para
generar una oleada de nuevas inversiones nacionales e internacionales, único
modo (junto con más eficiencia y achicamiento del déficit fiscal y de la
fábrica de dinero inorgánico), de reducir la inflación, producir abastecimiento
y ofrecer trabajo. No hay espacio para completar la lista. Esta reconciliación
anhelada por el 90% de los venezolanos reclama liderazgos decididos y sin
ambigüedades.
¿Reconciliación con quién? Con todos los que quieran encontrarse en esa
tarea constructiva, no importa qué hayan creído y defendido ayer. Naturalmente
esa construcción exige la transparencia sobre los delitos y los delincuentes de
estos años y el correspondiente castigo por la vía judicial, pero no de la
venganza.
Una dictadura que excluye no debe ser suplantada por otra que
discrimina. Hay que despertar y convocar a todas las fuerzas creativas, sin la
ilusión perversa de que este reto sobrehumano pueda ganarse con media Venezuela
contra la otra mitad, sino por millones de venezolanos movilizados hacia la
reconciliación superando las exclusiones del presente y del pasado. Cada uno
verá en su conciencia hasta dónde se siente movido a incluir a quienes
consideró enemigos. Venezolanos somos todos y no solo yo y los míos.
Luis Ugalde S.J.
lugalde@ucab.edu.ve
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