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lunes, 28 de diciembre de 2015

Alberto Barrera Tyszka: “La muerte de Chávez eliminó la fuerza de la polarización” por @prodavinci


Por Hugo Prieto



—¿Cómo te sientes?

—No lo sé. Todo es raro.

—¿Quieres regresar?

—Ya no podemos

—Y entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Adónde vamos a ir?

El intercambio de palabras corresponde a “Patria o Muerte”
, la novela de Alberto Barrera Tyszka, que obtuvo el premio Tusquets Editores de Novela 2015. El diálogo es una tentativa a escapar de una situación violenta que amenaza a dos niños que no atinan a entender lo que ocurre a su alrededor. Lo único cierto es la incertidumbre, los sinsentidos, la locura y el miedo, cuyos trazos dibujan el horizonte de esta historia.

El país también es protagonista de esta trama, un país confundido y en vilo por la enfermedad y la muerte de Hugo Chávez. Todos han sucumbido a su embrujo: partidarios y adversarios por igual. Las pasiones y el delirio se disparan como una bala perdida. Sin destino, sin blanco, quizás sin aparente intención. Mientras tanto, las historias de los pequeños seres son las letras de una marquesina que anuncia lo insólito y a veces lo grotesco. Esta es la segunda novela premiada de Barrera Tyszka. Antes fue La enfermedad. Sin duda es un escritor tocado por el éxito. Para realizar la entrevista buscamos un lugar apartado de las miradas curiosas, de las interrupciones gratuitas, del acoso de los paseantes. Misión imposible. Una pareja de jóvenes venezolanos, residenciados en Barcelona, reconocen al autor. Se acercan con el libro en la mano y piden una dedicatoria. Las palabras fluyen con naturalidad, al igual que las preguntas.

María y Rodrigo, dos niños de la novela, sin importar las causas, son víctimas de la violencia. De la violencia que se ha naturalizado en la sociedad venezolana. ¿Cómo llegó a ese cuento infantil que no tiene nada de infantil?

Hay unos elementos en los que he pensado antes o que tal vez son deliberados; otros surgieron como impresiones, pero también hay elementos que surgen de la lectura, de la propia o de la que hacen los otros, pero aquí, y particularmente en el caso de María, sí quise exponer la violencia en sus distintas gradaciones. De una madre que está tan aterrada, que sustrae a su hija de la realidad para enclaustrarla en su propia casa, pero que estando allí la somete a un televisor que dispara noticias las 24 horas, que también es otra forma de violencia. Es un absurdo del cual la propia madre no puede escapar y muere.

Muere asesinada, baleada en la calle

Es esta lógica, absolutamente absurda, de lo indetenible, donde una niña se ve obligada a aprender a vivir sola. En España, alguien me preguntó por ese mismo personaje. Casualmente era el mismo día de la amenaza terrorista en Bruselas. Me sorprendí, al leer las noticias, que la mayor medida de protección que ofreció el Estado a sus ciudadanos era: métanse en el closet y no salgan. Me acordé de María y de esta lógica que viene de afuera como una amenaza. O el caso del niño que también es víctima de la violencia, pero por circunstancias muy distintas. Pero eso me permitió escribir sobre dos niños que mantienen comunicación por Internet. Sin duda, fue lo más difícil del libro, porque escribir sobre niños es muy difícil, al menos para mí. Me parece muy riesgoso y un desafío muy grande.

Dos niños a quienes se les podría preguntar, bajo esas circunstancias, ¿y ustedes a qué bando pertenecen

Aquí hay una generación de niños, producto de estos 17 años, que quizás quiera huir de la intoxicación política de sus padres. ¿Qué pasa con un niño que ha crecido en una sociedad polarizada? ¿Qué idea de la vida puede tener?

Andreína Mijares regresa a un país que ha decidido vivir sin estado de Derecho. Se entera del significado de la frase que dijo Ramón Piñango: . No es solamente la lucha fratricida por un apartamento. Es la falta de convivencia, de un mínimo de trato humano.

Andreína es uno de los personajes que más me interesan, porque allí hay algo desolador. En algún momento ella se plantea lo que dices: para recuperar lo que es mío, tengo que cometer un delito y así lo hace, se mete en su apartamento con tres invasoras. Pero hay una dimensión humana que a mí me interesa muchísimo. ¿Hasta qué punto es capaz de llegar este personaje? ¿Hasta qué punto va a poner a prueba sus valores? Hay un momento en que se pregunta si fue ella la que orinó en el pasillo, yo hice esto, yo entré en esta dinámica, en qué me convertí yo, qué tiene que ver esto con lo que yo soy, quién soy y en esa lucha destruye su espacio para hacerlo suyo. Cuando dice, por fin sola en mi casa, la casa está hecha mierda, la casa es un horror.
No es de nadie.

Exacto, porque es como decir , para decir después .

Pero es un derrumbe humano también

Claro, ellas quedan absolutamente vacías. ¿A quién he vencido? Allí hay como un sinsentido de todos los personajes. Finalmente, las tres mujeres invasoras son las que cumplen su trabajo con tranquilidad y para ellas es una forma de actuar políticamente, cuando se van dicen: , pero todas se han convertido en cómplices de la destrucción.

Alberto Barrera Tyszka retratado por Roberto Mata

La realidad es como una fábrica de noticias, un imán que atrae a periodistas deseosos de de dar un . Una, Madelein Butler, estadounidense, y otro, Freddy Lecuna, venezolano. Butler quiere hurgar debajo de la famosa conexión emocional que hay entre Chávez y el pueblo (el carisma, el caudillo), mientras Lecuna sueña con escribir el libro de su vida. ¿No hay una gran frivolidad en la forma en que se relacionan con todo esto?

A ver: Madeline Butler. En ella sí hay una elección deliberada de una mirada extranjera, que funcionó mucho. Aquí vinieron una buena cantidad de periodistas europeos y norteamericanos fascinados por la realidad venezolana, que venían a confirmar sus certezas, y casi a decirnos que nosotros (los venezolanos) no entendíamos lo que estaba pasando. Ella sí me permitió plantear un personaje que existe, que es aquel que se fascina, ¿verdad?, con un fenómeno. Trata de entenderlo, de indagarlo, es una mirada que no es venezolana y por lo tanto no estaba tan metida en la polarización.
¿Una mirada más pura?

No, porque toda mirada tiene una subjetividad ideológica. Es posible que sea mucho más ingenua. El caso de Lecuna quizás está tratado con mucho más cinismo, con mucho más dureza, porque es un periodista que finalmente está buscando hacerse la vida de cualquier forma, es un tipo que empieza a pactar con mentiras, va cayendo en las mentiras así como si nada, siempre con la idea de que puedo conseguir la gran noticia, el gran de mi vida, finalmente no sabemos cuál es y lo termina vendiendo. Hay una lógica cínica en esa mirada. El periodista que se va corrompiendo… como si él no se diera cuenta, como si fuera un personaje que se deja llevar por las circunstancias alegremente, cuando eso en realidad tiene mayores consecuencias. Claro, hay periodistas que saben perfectamente lo que está pasando, pero a ese no lo elegí yo para que fuera el personaje de la novela.

Son las piezas del drama, pero aún queda pendiente el tema de la frivolidad.

Si nosotros tomamos el lapso entre el momento en que Chávez anuncia su cáncer y el momento en que él muere, sin duda es una etapa muy interesante para el periodismo venezolano, ¿verdad? Porque como Chávez se convirtió en el único vocero de su enfermedad, todo lo que sucedió a su alrededor era interesantísimo. A ver, ¿Quién fue uno de los principales periodistas que apareció en escena? Un doctor llamado Marquina que vivía en Miami y que decía que tenía una fuente casi dentro del quirófano del Cimeq (el centro hospitalario de La Habana donde trataron a Chávez), tenía no sé cuantos seguidores y se convertía en un productor de noticias, en un productor de verdades. ¿Qué pasaba con el resto de los periodistas venezolanos? Estaban desesperados también. Hay un problema con las fuentes oficiales y en muy pocos países del mundo ocurre eso. Eso de recoger la información de una fuente oficial se acabó. Los periodistas quedan como rebotando en el vacío, preguntándose. ¿Y ahora qué hago?

Tocaba esperar el nuevo tweet de Marquina.

Exacto, o esperando un milagro. Los milagros pueden existir en la forma de un libro. Hubo periodistas que fueron a La Habana, por cierto.

Uno va leyendo las declaraciones del ministro de Información, del Vicepresidente de la República alrededor de la enfermedad de Chávez y, en cierto momento, en una de las líneas, advierte que estos señores le están mintiendo al país, que todo era una mentira ¿En algún momento de la corrección, de la lectura, tomó consciencia de eso?

En una página, ya al final, hago una enumeración, porque había un ambiente demasiado delirante, ¿no? ¿Cómo puede ser que este hombre esté realmente mal, tenga un problema en la tráquea y después tenga una reunión de cinco horas? Pero eso nos lo permite ver este momento. Sí uno piensa en las alocuciones que hacía Villegas, en las que leía unos papeles, ¿A quién le hablaba? ¿A quién informaba? Todo es una cosa muy delirante. Por lo tanto, la noción de la verdad se perdió en el país. Después del 8 de diciembre, cuando Chávez deja de hablar, parece que se hubiese acabado todo, parece que se hubiese acabado la posibilidad de la verdad, entre otras cosas, porque él era el único vocero de su enfermedad, a mí me pasa esto, a mí me pasa aquello, ¿Cómo le podías creer a los demás?

El personaje de Aylin Hernández, la enfermera cubana que trabaja para la misión médica en Venezuela, es como el prototipo del gran fraude cubano donde estamos metidos. Allí hay una realidad que compartimos los venezolanos, bajo la consigna: , sin mayores reparos éticos o cuestionamientos.

Ese personaje me resultó interesantísimo. Primero por la falta de información que tenemos los venezolanos sobre la presencia de los cubanos en el país. ¿Cuántos son? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? Es insólito. Esa es otra de las relaciones totalmente enloquecidas que tiene Venezuela con esa isla. Pero también hay impresiones personales. A mí me tocó viajar a México, en esa fila de tres del avión, junto a dos venezolanas que iban para Cuba porque estaban casadas con dos cubanos. Era algo sensacional. La cantidad de cosas que llevaban. Ellas tenían que ir a Cuba para que a sus esposos les dieran los papeles. En el consulado venezolano les decían: esos tipos se están aprovechando de ustedes, lo que quieren es salir, pero ellas, digamos, creían en el amor. Era algo muy curioso. Una de ellas, la más joven, decía en el avión, yo sí creo, porque mi novio tiene mi misma edad, pero ella sí que está jodida, porque ella tiene 40 y su novio tiene como 26. Y lo decía como que el amor no puede con tanto.

Justamente, media ese impulso, no tan camuflado de resolver.

Pero también, del otro lado, hay un grupo de venezolanos dispuestos a aprovecharse de los cubanos. Venezolanos que cobraban para casarse o que recibían la plata para comprar celulares y se quedaban con el dinero o con los celulares y no regresaban. Allí se creaba una relación muy distinta a toda esta hermandad de dos pueblos. Era Fidel y Hugo cantando al unísono. Pero lo que hay debajo son dos pueblos tratando de sobrevivir sin ninguna ética, sin ninguna dignidad. Es como la paradoja absoluta.

Alberto Barrera Tyszka retratado por Roberto Mata

Miguel Sanabria es el personaje que siempre va a ser fusilado, que apenas lo vean en la calle le van aplicar la pena de muerte. El trata de entender todo esto desde una mirada racional. Él es el que se relaciona con todos estos personajes atormentados por la polarización y la locura. Pero uno termina diciendo este es el tibio, el tibio de la película, el que nunca toma posición.

Esa es tu lectura; para mí, en el plano narrativo, me sirvió para hacer esto que tú acabas de señalar. Para que sea el personaje que se pueda ensamblar y eso es importante. Pero, por otro lado, como personaje, era el que trataba de ser sensato, el único que trata de ser ponderado, pero quizás en la lectura sea juzgado como un pusilánime. Aunque Sanabria finalmente dice las cosas más duras. (A propósito de la agonía de Hugo Chávez, del silencio absoluto que rodea su muerte, Miguel Sanabria le responde a Madelaine Butler, quien pregunta, ¿Por qué no quieren que lo vean así?  —Porque los dioses no tiene cuerpo —respondió sin mirarla—. Los dioses no gritan de dolor, no sangran por el culo, no lloran. Los dioses no suplican que los salven. Los dioses nunca agonizan). Pero fíjate tú que en estos ambientes delirantes, donde parece que todo el mundo tiene que ser un titán, un personaje que trata de ser medianamente consciente pasa por ser un tipo tibio, acomodaticio.

Aquí todo el mundo está hablando de diálogo, de reconciliación. Miguel Sanabria debería ser el moderador de ese diálogo. Debería ser el primer convocado. Usted Sanabria, que ha tenido que soportar la locura, que ha tenido la entereza de soportar esta locura, ¿por qué no nos dice cómo ve las cosas? ¿Cómo cree que se puede resolver esto?

He recogido varias lecturas de Sanabria… este tipo que quiere ser ponderado, en realidad es un tonto. Cualquier intento de ponderación, finalmente, no tiene sentido en el reino de la irracionalidad, como si fuera esa la lectura. Tal vez sea cierto. Yo no estoy tan seguro de que estamos entrando en el diálogo, en la reconciliación. No veo eso en el horizonte. El 6-D fue importante y hay un retorno a la alternancia. Pero eso no quiere decir que la oposición tenga el poder.

Las aguas están bajando y estamos viendo otra cosa, una dimensión más pequeña de lo que es ese triunfo.

Exacto, pero bueno, está bien. Ojalá que haya cambios. Lo que pasa es que yo creo que la muerte eliminó la fuerza de la polarización. Y los herederos de Chávez quisieran repolarizar el país de manera cierta, pero no tienen con qué, ni cómo hacerlo, y la crisis económica tampoco los ayuda. Habría que ver qué aprendimos después de estos 17 años, de lado y lado. No lo sé.

Todo esto sucede bajo el embrujo de Hugo Chávez, que arropa por igual a sus seguidores y quienes lo aborrecen, a estos últimos quizás en mayor medida, porque los contamina el odio y la irracionalidad, y aquí cabe la pregunta: ¿Cómo fue que caímos en eso? ¿Cómo es que el país se convirtió en el gran escenario para que Alberto Barrera Tyszka escribiera Patria o Muerte?

Yo creo que la escribo para tratar de responder a esa pregunta, pero tampoco es una cosa que yo la tenga clara. A mí, en lo personal, me interesa mucho el tema del carisma y por eso traté de indagarlo. ¿Quién iba a pensar, por ejemplo, que el fenómeno de la polarización se iba a dar antes de una definición ideológica? ¿Qué tiene la sociedad venezolana para engancharnos, a favor o en contra, alrededor de una figura como él? Son cosas que a veces me pregunto. La gente empieza a relacionarlo con Perón, pero no estoy tan seguro. Chávez es el primer presidente que nace cuando la televisión estaba allí. Creo que él tuvo una cosa mediática muy importante y comunicativa. ¿Cómo él convirtió esa posibilidad en una experiencia invasiva de la intimidad de los venezolanos? La gente sintió que Chávez arañaba su privacidad, que se metía dentro y lo dominaba. ¿Qué pasó aquí? Se creó un mundo. Desató unas pasiones en contra muy sorprendentes, y a favor también. Lo que disparó fue una dinámica irracional.

27-12-15

http://prodavinci.com/2015/12/27/actualidad/alberto-barrera-tyszka-la-muerte-de-chavez-elimino-la-fuerza-de-la-polarizacion-por-hugo-prieto/


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