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martes, 29 de diciembre de 2015

La bota eléctrica, @hmcaminante



Por Lorenzo Figallo Calzadilla, 29/12/2015

El modelo XXI contiene en su esencia el culto a las armas. Es la marca o cicatriz imborrable de su historia. Dónde empieza lo militar o termina el militarismo es una gran inquietud. La bota ha sido núcleo existencial de la autodenominada revolución. Lo civil del régimen ha estado supeditado a lo marcial. La sociedad en su totalidad la han pretendido arropar por lo castrense.

Ocupan cargos de gerentes, supervisores, vendedores, negociantes, ministros, diputados. Los organismos del Estado están repletos en todas sus secciones por miembros provenientes del conglomerado uniformado. Reciben reconocimientos, ascensos y beneficios materiales jamás comparables con el resto de la población. Pareciera que saben sobre todas las áreas del quehacer. Deciden en gran medida las políticas que emanan del centro del poder. Están en los cuarteles y al mismo tiempo se encuentran sumamente activos en el ambiente social.

La proyección exacta de la impronta militarista sobre la sociedad se acaba de mostrar una vez más. El mayor general ministro de energía eléctrica y a su vez presidente de la empresa eléctrica nacional, dijo con insolencia que “todo el que sea escuálido quedará fuera de la corporación”.

El pensamiento totalitario es oprobioso. Este militar viola el derecho al trabajo. Descalifica, amenaza e intenta confiscar la opinión individual y su expresión divergente. Avasalla a trabajadores y trabajadoras. Es fiel representante de la ignominia.

Debería como mínimo leer la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los convenios de la Organización Internacional del Trabajo, la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadorase igualmente la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Con su actitud vulnera derechos consagrados en el ámbito de la Seguridad Social. El empleo es eje estructural de la vida, expresión profesional de las personas y pan de hogares.

Llamarse socialista no implica ser humanista. Definirse revolucionario tampoco es serlo. Hablar de pueblo no es quererlo. Todo se puede simular. El poder sirve para llenar necesidades personales relacionadas con la avaricia, lujuria, despotismo. El cinismo puede ser ilimitado.

Todo en el mundo tiende a pasar. El reloj es implacable en su andar. ¿Qué le ocurrirá cuando ya no se encuentre en las alturas de las simpatías palaciegas? A lo mejor caminará por las calles en soledad y abandonado. No hablamos sobre una posible reflexión del funcionario en cuestión porque a la felonía le es muy complejo recapacitar. El “gorilaje” nunca lo hace, por lo contrario, reprime con mayor crueldad.

Más allá de cualquier esoterismo, dicen algunos autores, quienes sufrieron las consecuencias del holocausto y estudiaron el lenguaje del Tercer Reich que, el símbolo tenebroso utilizado por las  miserables SS Nacional socialistas eran dos chispazos o rayos eléctricos. Pese al terror desatado por la infamia Nazi la caída fue indetenible.

En algún momento el militarismo con toda su maldad desaparecerá de nuestro país. El oscurantismo terminará por desvanecerse y surgirá la luz de la vida con toda su intensidad. La iniquidad nunca ha sido eterna.


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