Páginas

martes, 13 de diciembre de 2016

Arnaldo Esté: MUD debe seguir en el diálogo como el boxeador al que golpean y sigue de pie por @contrapuntovzla


Por Vanessa Davies


Antes de Chávez no éramos felices y una parte de la población lo sabía, afirma el filósofo e investigador de la UCV. El gobierno venezolano es una dictadura, pero sin proletariado. Un pequeño detalle puede llevar al país al precipicio de la muerte

Por la forma como lo cuenta, Arnaldo Esté se traga todos los noticieros para detectar “lo que está por debajo de lo que se informa”. Convencido de que “el Diablo está en los detalles”, Esté busca las pequeñas señales que indiquen si en Venezuela se desata el cataclismo de la violencia. El filósofo especializado en ética y educación escribe en el diario El Nacional sobre el diálogo y la necesidad de construir proyectos comunes. En conversación con Contrapunto, este defensor del diálogo asegura que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) debe permanecer sentada como los boxeadores que siguen en el ring a pesar de los golpes.

Debilidad de valores

Como filósofo y educador, a Esté le inquietan los valores; es decir, la ausencia o debilidad de ellos. Y echa la película para atrás, hasta el nacimiento de la nación. “El proceso de formación de una comunidad, de un pueblo es un proceso de maceración, como se maceran los buenos vinos. Mezclan y esperan. En Venezuela, de esa independencia forzada se pasa a un siglo de caudillismo y de peleas intestinas, que en Venezuela fueron muy crueles”, comenta.

No se estabilizaron valores ni referentes en el siglo XIX. Y ya en el siglo XX, “Juan Vicente Gómez estabiliza a los señores de la guerra, a un costo terrible. Y vino el petróleo. No es que el petróleo sea malo, mala es la relación que se establece con él. Hay una debilidad tradicional histórica de valores”. Si el Estado es muy grande y concentra las riquezas, esto conduce a que quien tenga el poder sea muy poderoso y lo use a su favor, subraya.

A diferencia de quienes aseguran que todo era maravilloso antes de Hugo Chávez, Esté no es un apologista del pasado. “En Venezuela no tiene lugar un ‘éramos felices y no lo sabíamos’, porque no éramos felices y una buena parte de la población sabía que no éramos felices. Esa maduración de valores, muy necesaria para la solidez institucional, no la logramos. Hay un Estado, con un gran poder, que sigue haciéndolo todo. La incorporación de la sociedad a la maceración del país es pobre”.


–¿Quiénes maceraron el país en 50 años?

–En nuestro caso no es un proceso ni acelerado ni profundo. Eso se verifica en las instituciones, en las escuelas, en los niños. Hay una tendencia a la dependencia y a esperar que otros resuelvan, y eso tiene que ver con la dignidad. Tenemos una tendencia a que otro resuelva, para lo pequeño y para lo grande.


–¿El liderazgo político está tratando de llevar a la desintegración ética de la que usted habla en sus artículos?

–Está tratando de hacerlo. Hay una debilidad para dirigir que es general, pero acentuada en la Presidencia de la República. El Presidente se siente muy atado a su herencia y reitera con frecuencia la fidelidad. 

–¿Fidelidad a qué?

–A la herencia de Chávez entendido como mesías y santón, no como ideología. La supuesta ideología del gobierno es una colcha de retazos, un mandado. Se reunió a un poco de intelectuales, muchos de ellos no venezolanos, para que hicieran una argumentación, y la llamaron socialismo del siglo XXI. 

–¿Por qué es una colcha de retazos?

–No tiene consistencia entre su fundamentación y la forma de implementarse. Pareciera que le entran al marxismo de lado. Si asumes a Marx, deberías ser un gobierno del proletariado, que derroca a la burguesía e instaura una dictadura del proletariado.

–¿Y eso no es lo que están haciendo ahora?

–No. Están haciendo una dictadura, pero no marxista. Aquí no hay proletariado. 

–¿En qué ve la dictadura?

–Se salta un umbral, que es la suspensión del referéndum revocatorio. Cuando con muy poco estilo se levantan argumentos para suspender el proceso de recolección de firmas, esa es una agresión dictatorial. Si uno pone en una balanza lo democrático y lo dictatorial en el gobierno, pesa más lo dictatorial. El gobierno es dictatorial. Las medidas dictatoriales tienen una lógica propia: la del poder. Una medida de represión trae otra medida de represión para justificar la primera. El malestar dentro de los cuadros medios del gobierno es muy fuerte, pero no lo expresan por defender el cargo y por ausencia de otras opciones. El país debe ir hacia la profundización de la democracia, pero eso debe atender la educación de la gente. 


–Una herencia a dedo

–¿Este es un gobierno militar con marionetas civiles?

–Es un pronóstico que no puedo hacer. El estado más común y persistente entre nosotros es la incertidumbre, y eso nos angustia muchísimo, hasta la enfermedad. El país está enfermo, y esa enfermedad es lo que llamo a la desintegración. La desintegración lleva a la emergencia del egoísmo, que es el espíritu del sobreviviente. 

–¿Estamos en eso?

–Vamos hacia eso. La gente, cuando hay violencia y malestar, genera espirales paranoides: los rumores. Lo cual no quiere decir que no exista el daño, la inseguridad, la incertidumbre. Todo eso se combina. El tono de la gente es de condolencia, y cuando uno sale del país el tono es de pésame. Te tocan para decirte “te acompañamos en el dolor”.

–¿Cómo cree usted que nos sentimos?

–Tristes, pesimistas, bañados de incertidumbre.

–¿Es responsabilidad del liderazgo o de nosotros?

–De ambos. Los líderes no son casualidades.

–¿Nosotros decidimos que fuesen esos líderes?

–No. Nosotros decidimos que Chávez fuese el líder, y con un tono dictatorial Chávez dejó un heredero. Ese no fue un acto democrático; fue un acto monárquico. 

–¿Qué consecuencias tuvo ese acto?

–Los príncipes a veces resultan y a veces no. Hay imberbes que llegan a ser reyes, no porque ellos quisieran. Con frecuencia esos príncipes venían cargados de resquemores hacia los que también querían el mismo cargo. 

–¿Le quedó grande el cargo al presidente Maduro?

–No le queda grande porque el cargo no estaba establecido. Maduro no hereda un sistema de instituciones, ni un Estado conformado. Hereda poder, que había sido cultivado cuidadosamente en la Fuerza Armada y en el mismo petróleo. Dos elementos fundamentales del poder en Venezuela son la Fuerza Armada y el petróleo, y los dos están monopolizados por el Presidente.


La persona, lo más importante

A Esté lo amarga especialmente la corrupción que se presume en todos los niveles: “La corrupción del poder judicial no es una novedad, es una continuación. Hay un manejo descarado de la justicia. El juez es más responsable de la corrupción que el gobierno corrupto. En vez de proseguir la maduración de los valores, lo poco que se ha logrado se regresa. El bachaqueo se legitima, la corrupción se legitima, y eso tiene que ver con la desintegración. Los valores se debilitan, se disgregan, y eso es desintegración”.

Las salidas del atolladero no dependen solo de golpes de timón en la economía, advierte. “Los economistas han trabajado mucho en las soluciones, pero hay vacíos en la preocupación por lo ético, que es central”. 

–¿A qué se refiere?

–Más importante que la calidad de la producción es la calidad de la persona. Es mucho más complejo. Hay que atender primordialmente las condiciones éticas del país. Si se hace un programa con medidas económicas y se promueve la productividad, si la gente está igual que ahora, no sé qué va a ocurrir, pero no va a ser bueno. Hay que hacer proyectos: proyectos nacionales, acordados, convenidos por todos sin distinción. 

–¿Cuál es el diagnóstico del estado ético del país?

–Es difícil, porque las condiciones éticas no son instrumentales. No puedo decir que tienes honestidad número 32. Cuando nos sentimos cohesionados es porque sentimos de igual manera la alegría, el sufrimiento. La solidaridad, como valor profundamente arraigado, no está. La dignidad, como percepción de nosotros mismos como sujetos de nuestro propio destino, no la tenemos. Participación, tampoco. La diversidad, entendida como valor y respeto por el otro, sí la tenemos. Ejemplo de ello es el bajo nivel de discriminación racial. 

–Pero parece que no soportamos a quienes piensan diferente.

–El gobierno anterior acentuó mucho la distancia con el opositor, se denostaba del que pensaba diferente. La gente no se apropió del socialismo. El socialismo se asoció con personajes de poder, se esperaba que el Presidente resolviera porque tenía recursos, pero eso no es socialismo. 

–¿La gente no votó por el socialismo en el año 2006?

–No. La gente votó por Chávez. La gente votó por un santón que hace milagros, que resuelve. 

–¿Y cómo está la gente ahora?

–Con incertidumbre. La desintegración se expresa en incertidumbre. Las familias se disgregan, se van. Los jóvenes están sitiados por la pobreza.


El detalle que incendie la pradera

Arnaldo Esté auspicia el diálogo entre el gobierno y la MUD “porque la otra alternativa es la muerte y la violencia. Además, la política es diálogo y entendimiento”.

–¿El diálogo funcionó?

–El diálogo está en proceso. Lo que ocurre es que los calendarios del poder son inminentes. Como no hay justicia, el uso de la violencia desde el poder es reiterado y descarado. Frente a esa inminencia, los opositores no saben qué hacer. Que la oposición afirme que se mantendrá en la vía de procesos legales y pacíficos es muy bueno. Pero he metido en mis escritos un tercer actor, que es la crisis general, que tiene sus propios medios y lenguajes. El hecho de que la inflación aumente, que el dólar paralelo esté en 4.500 bolívares, todo eso es el lenguaje de la crisis. 

–¿La crisis está sentada en la mesa de diálogo?

–Es el ambiente en el que ocurre el diálogo. Las cosas están ocurriendo, la gente tiene hambre y se está enfermando. 

–¿La gente puede esperar los tiempos del diálogo?

–Parte de mi angustia es que estoy avizorando un precipicio. No sé qué puede desencadenar ese escenario. En enero de 2014 ocurrió el asesinato de Mónica Spear: un hecho tan violento, que impactó en el país más fuerte que cualquier cosa y creó el ambiente para lo que vino después. Cosas como esa pueden desencadenar procesos. Grandes cataclismos son desencadenados por detalles. 

–¿Podría ocurrir eso en 2017?

–Podría convertirse en una superficie de condensación de la violencia sufrida. Puede ser que en Pariaguán ocurra una cosa que desate las demás. 

–¿Ve el precipicio a pesar de la mesa de diálogo?

–El precipicio lo abona la crisis. 

–¿El precipicio puede ser el juego del gobierno?

–No creo. Se siente muy acorralado. En el gobierno hay dos grandes grupos; el de los políticos y el de los corruptos, y no necesariamente son diferentes. Vemos lo que ha sucedido en Brasil. La corrupción está asustada ante los posibles cambios.

–Un gobierno con 20% de apoyo, como el del presidente Maduro, no se está cayendo.

–Muchos gobiernos con poco apoyo están muy estables, porque tienen una tradición democrática e instituciones, y aquí no los tenemos. 

–¿Qué es un precipicio para usted?

–Pienso en muerte y violencia. Las decisiones del Mercosur, además de políticas, son morales. La carta de Almagro y las decisiones de la OEA, además de políticas, son morales. 

–Pero no parecen importarle a nadie.

–En un mundo en el que mandan los negocios internacionales, el que la comunidad internacional sancione a un país implica una sanción económica, porque los inversionistas buscan ambientes fiables. Venezuela está autosancionada por su dificultad de comunicación. Salir y entrar de Venezuela es un lío completo. Esa es una autosanción. Privar al país de servicios de comunicación y transporte es una sanción. Si el diálogo se para o fracasa es posible que se aviven las sanciones internacionales contra el gobierno, porque en el ambiente internacional el diálogo es visto con cierta bendición. Creo que es necesario mantener el diálogo aún en las condiciones más difíciles. Dialogar es la manera más evidente del manejo político.


Como los boxeadores

–¿Cómo se mantiene la oposición sentada si afirma que no se cumplen los acuerdos?

-Como se mantienen los boxeadores en el boxeo: le están dando y siguen parados. Está bien que destapen todas las barbaridades que hace el gobierno, pero allí. Lo cual no excluye otras acciones políticas, como el sagrado derecho a la protesta. 

–¿El gobierno es víctima o victimario?

–No se puede simplificar así. El gobierno trata de aparecer como víctima, y como maneja poderosos medios de comunicación, lo hace. Una ilegalidad es el abuso de los medios de comunicación públicos; el uso de los medios para beneficio parcial es peculado de uso. Pero si los venezolanos tenemos un victimario, somos nosotros mismos. Lo que estamos sufriendo no es una calamidad ni una maldición divina, sino un fabricado nuestro. 

–¿Es el liderazgo político actual un modelo a seguir?

–No. Para la educación son muy importantes el modelaje, el ejemplo, que educan mucho más que la palabra. Es dudoso hasta qué punto la palabra transmite. En cambio, el modelaje que hace un juez cuando viola la Constitución es terrible, porque autoriza al resto de la población a que lo haga. ¿Qué modelaje hace un líder que sale con un garrote? Está autorizando la violencia: te dice que el problema se resuelve con un palo. 

–¿Cuáles son las consecuencias de ese modelaje?

–La legitimación de la violencia. Hay que llevar a la oposición y al gobierno a acuerdos para que surjan proyectos nacionales, que no los tenemos ahora ni de un lado ni del otro. No los tenemos porque no se percibe su inminencia y su necesidad. La jerga política se come la profundidad. Son procesos de construcción. Eso hay que reiterarlo y repetirlo. Si no hay un proceso de acuerdo nacional, si los proyectos no salen con apoyo, se repite el ciclo. El país no va a cambiar por un cambio de gobierno. Debemos comenzar un proceso de cohesión del país, de reintegración del país.

Lo mejor para el país…

–¿Al gobierno le conviene salir del poder?

–Al país le conviene que este gobierno salga del poder. Políticamente al gobierno le conviene replegarse, si se percibe como un proyecto político estratégico. Debería ser un momento de reconstrucción y de repliegue de su proyecto, pero creo que ellos saben que son superficiales. 

–¿Y a la oposición le conviene tomar el poder ahorita, tal como está el país?

–Es necesario que el gobierno salga, y la mejor opción para reemplazarlo es un gobierno de coalición, integrado por la gente más capaz y confiable del país: chavistas, opositores, independientes. Ese debería ser un gobierno de transición: el inicio de una reconstrucción ante problemas sumamente graves. Y para eso seguirá siendo necesario el diálogo. Las transiciones son procesos de reconstrucción. 

–¿Qué necesitamos para eso?

–Una profunda convicción política de la necesidad del entendimiento. No la tenemos. Es posible que el diálogo la vaya construyendo. 

–¿Y mientras tanto?

–Hay que atender la crisis en todas sus manifestaciones: el hambre y la enfermedad, en primer lugar. Y en segundo lugar, un trabajo paciente, concertado, de búsqueda de confianza de la gente en las posibilidades y necesidades de reconstruir el país. 

11-12-16





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico