Heisy Mejías 08 de septiembre de 2018
Pueden
haber muchas cosas que hablar en nuestra hoy tan maltratada Venezuela, pero
para el infortunio de la mayoría, la crisis sigue creciendo y con ella
el desmejoramiento exponencial de la calidad de vida. Este
empobrecimiento que se traduce en menos posibilidades de alimentarse, de
trabajar, de obtener servicios y productos necesarios para la vida digna, es lo
que obliga a muchos venezolanos, especialmente a los jóvenes, a huir del país.
La ola
migratoria ya pasa largo los tres millones de venezolanos, continúa en aumento,
aunque el régimen quieran hacer ver lo contrario con la nueva misión
Vuelvan a la Patria. Basta con ir a frontera para darse
cuenta de la magnitud del problema. Diariamente miles de compatriotas salen por
arriba o debajo del puente. Eso depende de que el Saime les dé la gana, porque
pareciera ser una cosa de querer hacer y no de deber hacer, imprimir el
pasaporte.
También
utilizando los testimonios de venezolanos del medio artístico para aparentar
que todo funciona de mil maravillas, no critico que sea un trato cordial el que
ofrecen los funcionarios de esta oficina, lo que si pongo en duda es la
eficiencia, al menos para la entrega de este documento, el cual puede tardar
más de un año.
Aquel
que se va legal, pierde un día sellando y el que pasa por trocha, paga una cuantiosa
suma a los “asesores de viaje”, ladrones con labia, para poder cruzar la
frontera y pese a todos los inconvenientes que se puedan dar en el
viaje (robos, estafas, hambre, inseguridad) la gente se va, porque al menos ve
alguna posibilidad, mientras que en Venezuela, ninguna.
Los
que huyen de Venezuela están sujetos a cualquier clase de incertidumbre. Nadie
se va diciendo: ”voy y trabajaré en esto o aquello y me irá así o asao”, porque
la realidad es que “yo estudié tal profesión, he trabajado en tales áreas pero
si me toca hacer otra cosa, pues toca”. De modo que Venezuela ha graduado, aun
con todas las dificultades de la Academia, y sigue graduando a los
mesoneros, domésticas y si, como ha dicho Nicolás Maduro
peyorativamente en varias oportunidades, “los limpiapocetas” más preparados del
mundo.
Esta
situación que algunos tildan como castigo de Dios, más allá de eso, quizás sea
una oportunidad de aprendizaje para esas millones de personas que esperan y
ansían la restitución de la democracia para volver, invertir y hacer crecer
nuestra nación
La
crisis migratoria, aun en condiciones forzadas, nos ha enseñado que somos
valerosos, que nuestra educación si bien no es la mejor, tampoco es mala. Que
la familia es tan importante como la comida y el sueño. Nos enseñó que no somos
el ombligo del mundo, pero que indudablemente, de poder hacer algo para
mejorar en el menor tiempo posible nuestra condición como venezolanos, lo
haríamos sin dudar.
Los
que huyen del país están aprendiendo, los que nos quedamos también y aquí, allá
y acullá, es la resiliencia la que nos mantiene en pie, luchando contra el
tirano por la supervivencia y nuestro bienestar.
Heisy
Mejías
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