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jueves, 23 de septiembre de 2021

Dos calificativos lapidarios: dictador y destructor de un país por @froilanbarriosf

Por Froilán Barrios

La ocasión de la VI Cumbre de la Celac fue una demostración de la ineficacia de organismos creados solo para el ejercicio de la retórica, que para promover soluciones a los descomunales problemas que estremecen a América Latina, entre ellos el impacto del COVID en la población continental y la ausencia de este ente en el impulso de políticas de salud que acometan el terrible mal que azota a la humanidad.

Bien sabemos que la Celac conformada en diciembre de 2011 tenía objetivo fundacional crear un espacio integrador, en lugar de confrontar la OEA y promover el ideario chavista y del Foro de Sao Paulo en el continente, pues a la vista es comprobable que luego de casi 10 años de existencia su presencia es nula en la realidad económica y social latinoamericana, es solo un escenario propicio para que tiranuelos y aprendices de dictadores muestren sus indeseables rostros más allá de sus fronteras, al ser puestas sus cabezas a precio de la justicia internacional.

Por tanto, no podía faltar la presencia de Maduro y Díaz-Canel en un evento para lograr espacio y oxígeno, en un contexto global donde son rechazados por las contumaces y evidentes violaciones de los derechos humanos cometidas contra la población y contra quienes encabezan la protesta popular en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Las contundentes intervenciones de los presidentes Abdo Martínez de Paraguay, de Guillermo Lasso de Ecuador y de Luis Lacalle de Uruguay, colocaron el acento contra quienes son los enemigos de la democracia y violadores permanentes de las aspiraciones legítimas de los pueblos de vivir en libertad plena.

Al manifestar ambos presidentes su desconocimiento a Maduro como gobernante legítimo, fue un claro señalamiento a su talante de dictador, tufo que lo acompañó durante todo el evento, al que asistió protegido por López Obrador, presidente de México, ya que cuelgan sobre su cabeza las investigaciones de la CPI por delitos de lesa humanidad y la recompensa de 15 millones de dólares publicitada por la justicia de Estados Unidos.

Ahora bien, al calificativo de tirano que lo emparenta con los gorilas que azotaron los pueblos de América Latina, sobre todo en el Cono Sur, hay que agregarle el de destructor de un país porque Venezuela fue reconocida por tener la economía de mayor crecimiento económico a nivel continental en buena parte del siglo XX.

Con la particularidad de que en esa galería de indeseables dictadores de Suramérica que desaparecieron a millares de personas, como lo fueron entre otros Castello Branco en Brasil, Pinochet en Chile, Bordaberry en Uruguay, Videla en Argentina, no registraron los números rojos en sus economías que inobjetablemente son identificables en Venezuela.

En definitiva, como indicara recientemente Diego Fonseca (20/09/2021) refiriéndose a los autodenominados gobiernos de izquierda, “no han generado propuestas de crecimiento económico solo de redistribución de la pobreza, no piensa el futuro desde el presente, encerrada en dogmas.”, para justificar sus tropelías y disfrutar de la corrupción más abyecta.

Esta cumbre demostró su objetivo único, el de confrontar la OEA, en lugar de abordar el deterioro económico y social de América Latina, al punto de que estando en la cola del desarrollo global para el próximo año 2022 e incluso hasta 2025, se ocupó de publicitar desplantes ideológicos y no de concretar políticas que inserten al continente en el desarrollo global.

En resumen, lo que no podrá evitar AMLO, quien pasó de autocalificarse como neutral a nuevo socio de este grupo de gobernantes impresentables, es la doble corona de tirano y aniquilador de un país enrostrada al gobernante venezolano, que le significa un récord abominable solo comparable a las dictaduras tribales del África y en el continente a las de Cuba y Nicaragua.

22-09-21

https://www.elnacional.com/opinion/dos-calificativos-lapidarios-dictador-y-destructor-de-un-pais/

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