lunes, 30 de agosto de 2010
El mercader de la muerte
Publicado por Voces de la Muerte
En la vía hacia la morgue de Bello Monte, Fredie Méndez agarra fuerte, con la mano izquierda, el volante de la ranchera verde y con la derecha se persigna.
- En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Estoy llegando para ayudarlos. Yo los ayudo, ustedes me ayudan… No me dejen sin trabajo hoy. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Todo eso lo murmura. Cuando está cerca de la medicatura, Fredie pide ayuda a los muertos y a cambio promete ayudarlos. Así empieza su rutina cada día desde 1989 cuando decidió dedicarse a vender servicios funerarios no sólo en hospitales. Su verdadero negocio, desde hace unos siete años asegura, está en la morgue de Bello Monte. Y lo es, porque en Caracas mueren a tiros cada día, un promedio conservador de seis personas, es decir una cada cuatro horas.
Su ranchera que está equipada y adaptada por él mismo, para que funcione como carroza fúnebre, la estaciona en cualquier recoveco que encuentra. Nadie lo escarmienta, es buen amigo y hasta “socio” de alguno de los trabajadores de la morgue.
Cuando se baja de su carro convertido en carroza fúnebre, Fredie hace un paneo. Saluda a todos los que conoce: el señor del quiosco, las vendedoras de empanadas y café, la gente encargada del mantenimiento, los choferes, los furgoneteros, los asistentes de patólogos, los patólogos y otros funcionarios que a diario están allí.
Luego conversa con algunos de los trabajadores de la medicatura que ya tienen algo palabreado y negociado con cualquiera de los deudos. Otras veces, cuando no están sus “socios” le toca a él solo hacer el trabajo.
- Es algo parecido a lo que hacen los periodistas. Uno les llega por debajito, les pregunta, les ofrece, estudia y lanza la oferta. A veces me ayuda uno que otro trabajador de la morgue que son los verdaderos zamuros. Ellos cuadran el asunto y se lo pichan a uno y se ganan un porcentaje, porque eso no es de pana… A veces le entro directamente… Eso sí siempre trato de ayudar al familiar para que el muerto me lo ponga todo facilito, además el que hace bien, se le devuelven puras cosas buenas.
- ¿Es distinto ofrecer esos servicios en los hospitales y en la morgue?
- Es casi lo mismo, solo que en los hospitales no hay casi comisionistas… le llegas directo a los familiares. Las mafias, que están integradas por los mismos trabajadores de funerarias, van y embaucan a los familiares. Presionan y montan una guerra psicológica para que escojan una determinada funeraria para ganarse la comisión ellos mismos… A ellos les conviene quedarse con el trabajo… En la morgue pasa lo mismo, solo que la mafia no está integrada por ningún empleado de funeraria…
Fredie recuerda que cuando se llegaba nuevo a un hospital, por ejemplo, y la plaza ya estaba ocupada, le saboteaban el trabajo. Por eso ocupó el turno de la noche que era el que estaba desprovisto de servicios.
En los hospitales estuvo seis años, exactamente hasta 1995. En ese tiempo compartía sus vueltas entre los centros asistenciales y la morgue de Bello Monte. Después la inseguridad empezó a sumar vidas y el negocio se concentró en la medicatura. Desde entonces han pasado 15 años.
Hoy es uno de eso días en los que la morgue está especialmente dispuesta para que Fredie trabaje y haga buen dinero. Es lunes y el fin de semana cerró con 53 ingresos desde el viernes. Las caminerías, el estacionamiento y hasta el hall están en ebullición porque las entregas están retrasadas.
El mercader de la muerte llega. Son las 9:16 de la mañana. Comienza a ir y a regresar y a volverse a perder en ese hervidero de llantos, gritos, sollozos y lágrimas mudas. A las 10:30 ya tiene listos dos servicios para la funeraria donde trabaja y tres que ofreció por su cuenta, que son los más económicos, para ayudar a esas familias de pocos recursos.
- Los servicios de La Virgina (la funeraria para la que trabaja) cuestan nueve mil bolívares fuertes. La ventaja es que ahí aceptamos tiroteados cuando en la mayoría de las funerarias no los aceptan. Claro que primero vemos a los familiares y les hablamos claro. De eso me encargo yo. Los más baratos de hoy fueron dos de dos mil quinientos cada uno y otro de cuatro mil quinientos. Esos sí son solitos míos; los monto con mis implementos y mi gente. Lo único que queda por resolver es el cofre que lo compro directo en la fábrica, la preparación del muerto que la cuadro en la funeraria, y el entierro o la cremación…
Fredie es un hombre de 43 años, de piel enrojecida; abdomen voluminosos gracias a las bondades de la cerveza; de cabello oscuro; a veces de bigotes poblados, otras de desnudos labios delgadísimos; siempre de mirada hueca; y de carcajada siniestra. Hoy con una pericia curtida con 29 años de labor, todo lo consigue hacer con la destreza de una anguila.
Por eso, hoy, está contento. Ha sido un buen día. Quizás le quede tiempo para negociar algún otro servicio, pero con esos cinco se da por bien pagado. Así que a las 10:45 se monta de nuevo en su ranchera acondicionada, se vuelve a persignar y se va a disponerlo todo.
-En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, amén. Gracias.
Acelera y se va a buscar a sus amigos para cumplirle a los muertos.
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