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domingo, 30 de enero de 2011

El bumerán de la cólera roja


Por Christian Burgazzi

Confiemos en el jefe rojo; confiemos que no traicionará su esencia y que tal como en la fábula del escorpión, su naturaleza prevalecerá. Confiemos en que sus rígidas convicciones y sus rabiosas obsesiones, lo harán seguir en el camino derechito hacia el barranco y mientras más se acerque al final del 2012, más muestras de su resentida ira sufriremos. Hará su trabajo, no hay que perder tiempo ni foco en prestarle atención. Él solito, como chacumbele, va arrogante y a paso firme hacia su fracaso. Nunca nos ha fallado. Ya está en salsa, y la salsa ya casi está en su punto.“Púyalo que vas en bajada y sin frenos”.

Pero su fracaso no significa el triunfo automático de la democracia, ni su derrota electoral en el 2012. Los que vienen serán los dos peores años del rey sin corona. Y también para nosotros, todos los venezolanos, a menos que sepamos aprovechar estos años como una oportunidad, conjugando esfuerzos entre los partidos democráticos y la sociedad civil organizada, para hacer renacer la esperanza y la solidaridad entre los venezolanos, prestándole atención sobretodo a los muchos compatriotas que han sido estafados con 12 años de promesas sin realidades. Una inmensa parte de nuestro pueblo vive en condiciones deplorables, inaceptables. Muchos de ellos comienzan a despertar de la pesadilla roja y no saben hacia donde mirar. Cualquiera después de una estafa de esta magnitud queda desorientado y desconfía de todo: “el picado de culebra hasta del bejuco se asusta”.

En estos dos años el efecto bumerán golpeará con fuerza a los responsables de este desastre, faltos de dinero, de capacidades y de apoyos: los damnificados manipulados seguirán sin viviendas dignas, las empresas tomadas seguirán improductivas y se generará más desempleo, desabastecimiento e inflación, la salud seguirá enferma, la delincuencia cada vez más impune, la energía eléctrica continuará fallando, se desbordarán las protestas laborales, la corrupción y los desmanes serán cada vez peores.

Sin embargo, no será suficiente que el fracaso del iracundo payaso se termine de manifestar estrepitosamente, será necesario capitalizar la desilusión y el desconcierto de sus votantes desengañados, ofreciéndoles la posibilidad de ser participes en la reconstrucción de sus sueños y en la transformación de sus realidades. Oportunidades, no estafas populistas. Esto no es tarea fácil. Comenzando por el hecho que aún hoy algunos opositores piensan y actúan de acuerdo a los patrones paternalistas que están tan enraizados en nuestra cultura. Estos en el fondo están de acuerdo con que el gobierno tiene que controlarlo todo, resolverlo todo, y que el problema es que los rojitos son incompetentes y ladrones, igual que los adecos y copeyanos de antaño. Demasiados piensan como el gorila rojo, de manera simplista e infantil, que el problema es sólo de buenas o malas intenciones, de voluntad y de tener mano dura para salvarnos de unos c.d.m. anti-patriotas, y no se dan cuenta que la raíz de nuestros problemas está en el modelo mental que nos lleva a recostarnos en el estado petrolero y a reclamar infinitud de derechos, sin asumir nuestros deberes. Por eso la primera labor es educativa, tanto hacia los defraudados rojitos, prestos a abandonar el barco que se hunde y que necesitan una orilla a la cual dirigirse, como hacia aquellos opositores que sin pensarlo mucho se conducen repitiendo los esquemas que repudian, tanto en lo económico como en lo político y social, reclamando, por ejemplo, retaliación y venganza, alejando así la posibilidades de la necesaria reconciliación nacional.

Para ganar las voluntades y el voto de al menos un millón de rojitos desengañados (que restados al colérico Esteban valen el doble) hay que emprender entre todos los partidos democráticos y la sociedad civil organizada, una gran tarea nacional: aprender de esta triste y fallida aventura de 12 años, sacar lecciones que contribuyan al crecimiento y maduración de nuestra sociedad, para que de una vez por todas comencemos a superar el atraso y asumamos que no hay misión ni limosna que sustituya el trabajo digno en una empresa productiva, que la libertad es la base de la iniciativa individual y colectiva y que estas son las generadoras del bienestar social.

Muchas de nuestras carencias tienen más de 12 años, son parte de nuestra historia. Es necesario superar el “quítate tu pa’ ponerme yo” y el “a mi que me pongan donde haiga”.
Hay que enarbolar bien en alto las banderas que hoy compartimos la mayoría de los venezolanos, sin distinción de color político: queremos crear juntos un mejor país para todos, y sabemos que este propósito común sólo se logra en democracia, en libertad, con oportunidades de trabajo, educación, equidad, en armonía solidaria, creyendo en los poderes creadores del pueblo, como reza el Credo de Aquiles Nazoa.

Una gran mayoría de venezolanos hoy comprende que no tendremos el país que soñamos si permitimos que después del 2012 sigan las discriminaciones, el despilfarro, la incompetencia, el clientelismo, el atropello a la democracia, la amenaza violenta, el desprecio, el tono agresivo y descalificador del caudillo que los domingos intenta contagiarnos su cólera roja (…que no es el que vino de Santo Domingo).

Como pueblo libertario y valiente sabemos que si aprendemos las lecciones que nos deja este nefasto experimento, pasaremos con creces el examen del 2012, cuando el bumerán rojo se devuelva en millones de votos contra el autoritarismo que pretende dominar, controlar y asfixiarlo todo, para perpetuarse en el poder.

El masivo voto bumerán es nuestro santo remedio para hacernos inmunes por siempre al odio en los tiempos de la cólera.

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