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domingo, 11 de noviembre de 2018

Progresismo e inteligencia, por @oropezag




Alejandro Oropeza G. 10 de noviembre de 2018

“Políticamente hablando, la debilidad del
argumento ha sido siempre que quienes escogen
el mal menor olvidan con gran rapidez que
están escogiendo el mal”.
Hannah Arendt: “Responsabilidad personal bajo una dictadura”, 1964

Siempre he sentido curiosidad por dos palabras que son utilizadas regularmente: una en el argot de la justificación de acciones y futuros posibles; y la segunda como definición específica de determinadas acciones propias del Estado. Es decir, que una soporta en sí la posibilidad de construcción y de realización de utopías y edades doradas, lo que de suyo se entiende que se asienta en formulaciones ideológicas con reconocimiento de verdades absolutas; mientras que la otra resulta de la concreta y práctica ejecución de hechos reales por parte de una burocracia que sobrelleva parte de la funcionalidad de un Estado determinado.

Me refiero a esos nebulosos conceptos de progresismo e inteligencia. Nebulosos porque cuando alguna palabra o expresión puede servir para definir o caracterizar todo necesariamente se debe reconocer que no sirve para nada, ello por cuanto la definición termina por rondarse o abarcarse a sí misma, lo que finalmente termina siendo una inutilidad. Pero, fijémonos que con respecto a la primera expresión: Progresismo, esta resulta ser que ha sido secuestrada en la práctica de la semántica ideológica, quizás desde y por su origen allá en los lejanos años de la Revolución Francesa, por eso que en general se auto proclama como la “izquierda”.

Por lo que si usted es de izquierda, entonces, usted es progresista de manera automática. Y si vamos a lo que ciertamente significa la palabra, según el DRAE, progresismo define la condición de una persona o colectividad con ideas y actitudes de avanzada. Cabría preguntarse ¿qué entendemos por avanzada? Y así quizás revisemos buena parte del diccionario buscando un sentido. Si vamos a la práctica de la posibilidad de “bajar” a la realidad la idea de progresismo, ella resulta ser que fundamenta la acción real, concreta y cotidiana de los regímenes políticos que son definidos como de izquierda, con su amplísima gama de posibilidades de acomodo en la realidad.

Progresistas entonces son los gobiernos de izquierda de Europa que han estado o están en ejercicio en Francia, Suecia, España y Finlandia, por ejemplo. Con la particularidad, si mal no recuerdo, que en muy pocos de ellos la palabreja es utilizada en sus caracterizaciones o en el fundamento de las razones que justifican el diseño e implementación de políticas públicas de alcance general.

Progresistas han sido los Sistemas Políticos que fueron implantados en la URSS desde el triunfo de la Revolución Bolchevique, hasta que tocó apagarle la luz a la existencia de un Estado y de un sistema. Ese progresismo carga sobre sus espaldas la vida de millones de personas, gracias a las hambrunas, los gulags y la represión selectiva y persecución del régimen, vía la KGB, por ejemplo. Progresista fue la República Popular China, desde su creación por allá en el año 1949. República que puede contabilizar bajo el progresismo de Mao millones y millones de muertos gracias a los saltos hacia delante o la Revolución Cultural, por nombrar solo dos “avances”.

Así, la denominada revolución bolivariana es progresista, con los gloriosos atributos que la vienen caracterizando hace ya cerca de veinte años y que todos conocemos. Progresista es la revolución cubana, y la sandinista también y el gobierno del señor Evo Morales, entre otros regímenes y experiencias, en fin con estos progresismos y avanzadas hacia el futuro me dirá usted si desea ser calificado bajo tal condición.

Progresista entonces fueron también JP Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus por su apoyo y cercanía a la revolución cubana y, ciertamente, lo pasaron muy bien por allá haciendo turismo revolucionario izquierdista del bueno. En nuestra vapuleada Tierra de Gracia, también nos han visitado algunos progresistas (de lejos), paradójicamente provenientes de la avanzada de los estudios de Hollywood.

La verdad es que bajo el esquema del progresismo ideológico las sociedades han soportado las más salvajes y retrógradas dictaduras y persecuciones y de aquella avanzada definitoria lo que ha quedado ha sido atraso, caos, muerte y el desajuste de las posibilidades de generar políticas que lleven satisfactores efectivos a esas poblaciones mancilladas y perseguidas.

Quizás habría que redefinir el término o arrebatarle a esa izquierda retrógrada e inoperante en beneficio de las sociedades en donde llega a imponerse como régimen o como sistema político, la idea del progresismo, ya que es una hipocresía y un error histórico en sí mismo

La otra palabra que me llama poderosamente la atención es la de inteligencia, pero no en esa acepción que reconoce las capacidades de un individuo por poseer una condición destacada que se traduce en la práctica en beneficios para la sociedad y la humanidad. Me refiero a esa otra y extraña caracterización/definición de cuerpos de inteligencia del Estado ¿En qué sentido son inteligentes? ¿Son inteligentes esas organizaciones? Y si efectivamente lo son, ya que podría haber alguien que seguramente pensara que sí, que efectivamente los hay: ¿qué beneficios producen a la sociedad a la cual sirven al ser parte del Estado?

Me pregunto: ¿Qué de inteligente puede haber en el allanamiento de la residencia de los ancianos padres de un diputado? ¿O en la detención sin cumplir protocolo judicial alguno de un diputado, electo en votaciones? ¿Es inteligente que un detenido en un organismo de “inteligencia” muera en circunstancias muy extrañas cuando se encuentra bajo la custodia de precisamente, la inteligencia estadal?

Pareciera que la historia y el presente, registra muy poca inteligencia, en la acepción útil, en los cuerpos de inteligencia: las SS, la Gestapo, la KGB, la Digepol, el Sebin, la Stasi, la Volkspolizei, y paradójicamente todas, absolutamente todas actúan y justifican sus actividades para proteger al pueblo, no al régimen no, al pueblo que es precisamente al que persiguen y el objeto de sus inteligentes funciones. Nadie podría negar que tales cuerpos son necesarios en determinadas circunstancias, lo que sería objeto de un muy amplio análisis imposible de atender acá.

Claro, pero es que existe una terrible correlación positiva entre la ilegitimidad de los regímenes políticos y la inteligencia de sus policías políticas; es decir, mientras más atributos prácticos se sumen en la definición de una tiranía, más excelsa será la inteligencia de sus cuerpos de seguridad.

Y fijémonos que otra correlación puede ser establecida: a medida que los regímenes políticos son más “progresistas”, más echan mano de los órganos inteligentes para poder mantenerse en el dominio de una sociedad. O quizás, que mientras menos eficientes sean las políticas públicas en la atención de la agenda social de un Estado progresista, más recursos son destinados a la inteligencia de sus órganos de represión ¿Por qué será?

Debería la sociedad avanzar en pos de logros que permitan la construcción de un Estado eficiente y efectivo, más allá de los acomodos semánticos que retóricamente persiguen una verdad inexistente e imposible por utópica.

Debería el Estado avanzar en trabajar al lado de la sociedad en la búsqueda de un futuro cierto que no en la definición de esquemas inexistentes de acción que quedan en eso, en palabras vacías sin verdad ni reconocimiento

Alejandro Oropeza G.


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