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sábado, 10 de noviembre de 2018

Venezuela: Colapso sin fondo, por @herreraleonber




Bernardino Herrera León 09 de noviembre de 2018

La economía venezolana ha colapsado. En escala histórica del mundo, Venezuela muestra la mayor y más brutal recesión que haya sufrido país alguno, excepto aquellos países que padecieron destructivas guerras internas.

A lo largo de las últimas siete décadas (1950- 2018), la historia del PIB venezolano había sufrido años muy malos, pero aislados. Uno fue en 1989, en ocasión de la dramática caída de los precios petroleros. Otro en 2002, por el paro y despidos masivos en la industria petrolera. Los años malos aislados aumentaron en la época de Hugo Chávez en el poder, con todo y bonanza.

Pero, desde el 2014 hasta este 2018, es la primera vez en la historia económica que el PIB cae cuatro años seguidos. De eso se trata el colapso

¿Qué significa perder 50% del PIB en cuatro? Significa que ha desaparecido la mitad de su actividad económica. Y esta “historia sin fin” no parece detenerse. Ninguna economía latinoamericana ha vivido esa tragedia en tan colosales dimensiones.

Otro indicador es la evolución del PIB por habitante, que muestra dos grandes tendencias históricas, para ese mismo período de siete décadas. Uno, entre los años 50 y 70, de alto crecimiento sostenido, con inflación de un dígito y tasa de cambio estable. Tiempos dorados. Y el otro, de caída sostenida, que acelera en el período Chávez-Maduro, hasta alcanzar, este año 2018, la increíble cifra de un PIB per cápita menor que la registrada en 1950.

Hoy somos más pobres que hace 70 años. El mito de que somos un país rico era un fraude. No lo somos. En los últimos 40 años, Venezuela no crece económicamente

También ha caído el mito de la relación entre recesión y precios del petróleo. Las caídas aisladas del pasado estuvieron siempre acompañadas de bajas dramáticas en los precios de nuestro principal producto de exportación. Esta vez no es así. En el 2014, primer año de la actual recesión, los precios de cada barril seguían cercanos a los 100 dólares. Ciertamente, hoy producimos menos, unos 1.200 millones de barriles diarios, casi un tercio que hace 40 años atrás. Ningún país productor de petróleo sufre ni inflación ni recesión.

Venezuela es la única economía del mundo con hiperinflación. Y no cualquier hiperinflación, sino la más alta y sostenida que se haya registrado, con saltos intermensuales superiores a 230%. Pero aún no tocamos fondo.

Países como Perú, Chile y Colombia sufrieron crisis económicas y políticas similares, aunque nunca en la magnitud de la nuestra. Son, sin embargo, las economías que más crecen. No por casualidad han asimilado la estampida migratoria de dos millones de venezolanos, de los más de cuatro millones que ya se han marchado. Esos países demuestran que sí es posible revertir los colapsos. Pero para revertir el colapso primero hay tocar fondo. Nuestro colapso aún no lo hace.

En los últimos 19 años de chavismo, Venezuela ha recibido 947 mil millones de dólares en ingresos petroleros, medido en balanza de pagos que son los datos más exactos posibles. Aun así tenemos hoy más del doble de la pobreza que en 1998. La ideología, además de trágica, es costosísima. Los venezolanos han perdido un promedio de 12 kilos de masa corporal. Más que pobreza extrema, Venezuela está sumergida en una hambruna que no tiene razón ni lógica alguna. Y aún no tocamos fondo.

También se ha revelado el falso mito de los agentes externos como causantes de la crisis. La “guerra económica”, el “bloqueo imperialista”, el “saboteo de la derecha golpista o fascista” y muchos otros siguen, sin embargo, repitiéndose. La ideología y sus mentiras tampoco conocen fondo.

Todos saben que además del corrosivo estatismo, el control de cambio y precios son causas del colapso. Pero aún se mantienen. Nadie duda que tales controles son la fuente de las inmensas fortunas personales de la camarilla corrupta que ocupa el poder. Pero la población venezolana aún no ha podido despertar de este letargo.

El colapso aturde y barbariza. Dejamos de pensar en los demás y al mismo tiempo pensamos mal de todos. La dirigencia política opositora, especialmente la que está representada en la casi extinta Asamblea Nacional, está más extraviada y desarticulada que nunca. Su desvarío no parece conocer fondo. Tanto que algunos se aprestan a participar en elecciones municipales, como si el Sebin necesitara más concejales que asesinar.

Ya no cabe duda que Venezuela sufre el pleno colapso. La cuestión es saber si este colapso tendrá fondo. La historia dice que muchas sociedades colapsaron desintegrándose. Otras se tribalizaron, regresando a épocas primitivas. Cuba y Haití, por ejemplo, se han convertido en sociedades vegetativas, que mueren demográfica y económicamente de manera lenta. Cocinan a leña, desforestan peligrosamente, sus mercados negros apenas dan para cubrir las demandas indispensables. Nos estamos pareciendo a esos casos.

El colapso de Venezuela aún no toca fondo definitivo. No mientras la satrapía corrupta se mantenga en el poder. Pero luego que desalojen el poder tampoco. Queda el tóxico feudalismo delictivo injertado en casi dos décadas de chavismo. Habrá que desmantelarlo para tocar fondo. Luego, la cultura populista puede derrotarse. Las ideologías reducirse a su mínima expresión. Podremos salir de esta pesadilla con paciencia y largo plazo.

Una vez tocado ese fondo, el país necesita una nueva dirigencia política e intelectual para acometer la recuperación épica de nuestra nación. He allí otra gran incógnita, saber si este vacío de liderazgo que nos embarga tenga un fondo también. Intentemos que sí. Apostemos que sí.

Bernardino Herrera León


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