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sábado, 24 de agosto de 2019

Represión importada: Cómo Cuba enseñó a Venezuela a sofocar el disenso militar, por @AABerwick




ANGUS BERWICK 23 de agosto de 2019

En diciembre del 2007, el entonces presidente Hugo Chávez sufrió su primera derrota en las urnas. Aunque todavía era muy popular entre la clase trabajadora que lo había impulsado al poder casi una década antes, los votantes rechazaron un referéndum que le habría permitido postularse para la reelección indefinidamente.

Molesto, Chávez recurrió a un cercano confidente, de acuerdo con tres exasesores: Fidel Castro. El envejecido líder cubano había sido mentor de Chávez años antes de que fuera presidente, cuando era conocido por liderar un fallido golpe de Estado.

Ahora, la profundización de los lazos económicos hacían que Cuba fuera más dependiente de la Venezuela rica en petróleo, y Castro estaba ansioso por ayudar a Chávez a mantenerse en el poder, dijeron esos asesores. El consejo de Castro: garantizar el control absoluto de los militares.

Más fácil era decirlo que hacerlo. El ejército de Venezuela tenía un historial de levantamientos que a veces condujeron a golpes de Estado como el que Chávez, entonces teniente coronel, organizó en 1992. Una década más tarde, rivales protagonizaron un breve alzamiento contra el propio Chávez.

Pero si Chávez daba los pasos correctos, instruyó el cubano, podría aguantar tanto tiempo como Castro, recordaron los asesores.

Después de todo, las fuerzas armadas de Cuba, con el hermano de Castro al mando, han controlado todo durante décadas, desde la seguridad hasta sectores clave de la economía.

En cuestión de meses, los países elaboraron dos acuerdos, revisados ​​recientemente por Reuters, que dieron a Cuba un vasto acceso al sector militar de Venezuela y amplia libertad para espiarlo y reformarlo.

Los acuerdos, cuyos detalles se informan aquí por primera vez, llevaron a la imposición de una estricta vigilancia de las tropas venezolanas a través de un servicio de inteligencia,  ahora conocido como la Dirección General de Contrainteligencia Militar, o DGCIM.

Bajo la asesoría de militares cubanos, Venezuela reformuló la unidad de inteligencia en un servicio que espía a sus propias fuerzas armadas, infundiendo miedo y paranoia y aplastando a la disidencia.

Ahora conocida por sus tácticas represivas, la DGCIM es acusada por soldados, legisladores de oposición, grupos de derechos humanos y muchos gobiernos extranjeros de abusos, incluida la tortura y la reciente muerte de un capitán de la Armada que estaba detenido.

Según los documentos revisados ​​por Reuters, los acuerdos, firmados en mayo de 2008, permitieron a las fuerzas armadas de Cuba:


• Entrenar a soldados en Venezuela.
• Revisar y reestructurar partes del ejército venezolano.
• Entrenar agentes de inteligencia venezolanos en La Habana.
• Cambiar la misión del servicio de inteligencia de espiar a rivales extranjeros a la de vigilar a los propios soldados, oficiales e incluso comandantes de alto rango.

El primer acuerdo, según los documentos, prepararía a los agentes de inteligencia venezolanos para “el descubrimiento y enfrentamiento a la labor de inteligencia y subversiva del enemigo”. El segundo acuerdo autorizó a los funcionarios cubanos a supervisar la “asimilación” y la “modernización” del ejército de Venezuela.

La presencia de funcionarios cubanos en el ejército de Venezuela se conoce desde hace años.

El presidente Nicolás Maduro, discípulo de Chávez y sucesor cada vez más asediado, dijo durante un discurso en 2017: “Agradecemos a la fuerza armada revolucionaria de Cuba. Los saludamos y siempre les damos la bienvenida”.

Pero ninguno de los dos países ha reconocido detalles de los acuerdos o el alcance de la participación de Cuba en el sector militar venezolano.

En marzo, después de que el vicepresidente estadounidense Mike Pence denunciara la “influencia maligna” de La Habana en Caracas, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, trató de minimizar la relación.

“Rechazo categóricamente reiteradas y falsas acusaciones”, tuiteó Rodríguez, “sobre militares cubanos que ‘entrenan’, ‘controlan’ o ‘intimidan’ en Venezuela”.

Ni el Ministerio de Defensa de Venezuela ni su Ministerio de Información, responsables de las comunicaciones gubernamentales, incluidas las de Maduro, respondieron a correos electrónicos y llamadas telefónicas para este artículo.

Funcionarios cubanos no respondieron a las solicitudes de comentarios de Reuters.

Once años después de su firma, los acuerdos militares han demostrado ser cruciales para la supervivencia de Maduro como presidente, según expertos en seguridad, personas familiarizadas con el gobierno y políticos de la oposición.

Con la ayuda y el entrenamiento de Cuba, el ejército ha apoyado a Maduro y lo ha ayudado a navegar la crisis económica, el hambre y el crimen generalizado, así como la migración en los últimos años de más de 4 millones de personas, cerca de 10% de la población de Venezuela.

En junio, Reuters explicó cómo la reorganización de las fuerzas armadas y la proliferación de oficiales de alto rango han mantenido a los líderes militares en deuda con Maduro.

Ahora, los documentos describiendo los acuerdos de Venezuela con Cuba, y decenas de entrevistas con miembros en servicio y retirados de las filas, funcionarios de gobierno y personas familiarizadas con la relación entre Caracas y La Habana, muestran cuán instrumental ha sido también la ayuda de Castro.

La transformación de la DGCIM, dijeron estas personas, ha sido particularmente efectiva.

“La misión más importante que tenía el organismo de inteligencia era neutralizar aquello que afectara nuestra democracia”, dijo Raúl Salazar, un exministro de Defensa de Chávez que se opone a Maduro. “Ahora, bajo el mando de Cuba, el gobierno lo utiliza para mantenerse en el poder”.

Una vez que Cuba comenzó a capacitar a su personal, los agentes fueron introducidos en la DGCIM, a menudo vestidos con uniforme negro, dentro de las barracas. Allí, compilarían informes sobre los uniformados percibidos como alborotadores e informarían sobre cualquier señal de deslealtad, según más de 20 exoficiales venezolanos militares y de inteligencia.

La DGCIM también comenzó a interceptar los teléfonos de los oficiales, incluidos los comandantes militares de alto rango, para escuchar sobre posibles conspiraciones.

La represión ha llevado a cientos de arrestos. Al menos 200 militares están detenidos actualmente, según la Asamblea Nacional liderada por la oposición. Control Ciudadano, una organización no gubernamental venezolana que estudia a las fuerzas armadas, dice que el número supera los 300.

En un informe de junio del 2017, revisado por Reuters, la DGCIM acusó a un soldado, que se matriculó en una universidad considerada como alineada con la oposición, de “subversión política e ideológica”.

Al hablar por primera vez del caso, el exsoldado dijo a Reuters que estuvo esposado a una silla, mantenido en una habitación continuamente iluminada y fue golpeado hasta que se le rompieron dos vértebras. “Esos días fueron interminables”, recordó. Reveló su historia a Reuters con la condición de que la agencia de noticias sólo usara su primer nombre, Daniel, y no revelara su edad.

A partir de su reorganización, las filas de la DGCIM han aumentado, desde unos pocos cientos de agentes al principio de la administración de Chávez hasta al menos 1.500 ahora, según exoficiales militares.

Un informe reciente de Naciones Unidas acusó a la DGCIM de incurrir en tortura, incluyendo descargas eléctricas, asfixia, inmersión en agua, violencia sexual y privación de agua y alimentos.

Bajo el gobierno de Maduro, oficiales de la DGCIM han sido promovidos a altos cargos, incluido el comando de seguridad personal del mandatario.

La represión, dicen líderes opositores, ha hecho que las fuerzas armadas sean impenetrables. Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional, denunció a principios de este año que la reelección de Maduro en 2018 fue una farsa y declaró, con apoyo de la mayoría de las democracias occidentales, que era el presidente legítimo del país.

Pero las súplicas de la oposición por un alzamiento militar no han sido escuchadas.

“Hemos fallado”, dijo un alto funcionario de la oposición involucrado en los intentos de negociar con líderes militares. “No tenemos nada para ofrecerles, para convencerlos”.

“Bastión de dignidad latinoamericana”

Para Chávez, los cambios anticipados con los dos acuerdos tenían un impacto a nivel personal.

Castro, a quien había admirado durante mucho tiempo, fue el primer líder internacional en abrazar a Chávez como político en ascenso en la década de 1990.

La unidad de inteligencia militar, entre tanto, estaba dirigida por oficiales alineados con la elite conservadora y opuestos a la visión de Chávez de transformar un país donde, a pesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo, muchas personas seguían siendo pobres.

Cuando fracasó su golpe de Estado de 1992, los oficiales de la unidad, entonces conocidos como la Dirección de Inteligencia Militar, o DIM, fueron los encargados de arrestar a Chávez. En un principio el líder estuvo en una de las mismas celdas subterráneas en la sede de DIM en Caracas donde luego detendría a algunos de sus propios opositores políticos, según varios exfuncionarios.

En 1994, meses después de su salida de prisión tras recibir un sobreseimiento presidencial, Chávez voló a La Habana, donde Castro, en su primera reunión frente a frente, lo saludó en el aeropuerto. Castro vio en Chávez a un líder izquierdista de ideas afines, de un estilo difícil de hallar desde el final de la Guerra Fría. En la riqueza petrolera de Venezuela, Castro vio el potencial alimento para una economía cubana hambrienta por el colapso de su expatrocinador, la Unión Soviética.

Con Castro como espectador de un discurso en la Universidad de La Habana, Chávez dijo que Cuba era, en ese momento en su cuarta década de gobierno castrista, “un bastión de la dignidad latinoamericana”. Prometió curar la “gangrena” capitalista que afligía a Venezuela.

Después de la visita, los dos hombres comenzaron a hablar frecuentemente, dijeron exasesores.

A fines de la década de 1990, la alta inflación, el bajo crecimiento económico y el aumento de la pobreza hicieron que el mensaje socialista de Chávez fuera atractivo para un número creciente de venezolanos. En 1998, fue elegido presidente.

Casi de inmediato, profundizó los lazos formales con Cuba.

En octubre de 2000, Castro viajó a Caracas para firmar una serie de acuerdos económicos. Venezuela le daría a Cuba suficiente petróleo para satisfacer la mitad de sus necesidades energéticas. Desde el 2000, Venezuela ha enviado a Cuba un promedio de 55.000 barriles por día de petróleo, que equivalen a un monto total de más de 21.000 millones de dólares.

A cambio, Cuba mandó a miles de médicos, maestros y especialistas agrícolas para ayudar a diversificar la economía de base de Venezuela.

Para 2002, muchos en la elite venezolana se habían cansado de Chávez. Ese abril, los líderes conservadores de la oposición se unieron a jefes militares, incluidos altos funcionarios del DIM, y lo detuvieron.

Pero el golpe naufragó en dos días, luego de un levantamiento popular masivo en su nombre.

De vuelta en el poder, y con la bendición de Castro, Chávez colocó a cubanos dentro de su círculo íntimo para reforzar la seguridad, según sus exasesores y varios exoficiales militares. Comenzó una purga del servicio de inteligencia y de otros altos rangos militares.

Nombró como subdirector a Hugo Carvajal, un teniente coronel que se había unido al movimiento golpista de Chávez en 1992 y más tarde dirigió la división de investigaciones de la DIM. En dos años, Carvajal se convirtió en su director general.

Carvajal comenzó a modernizar el DIM. En un correo electrónico a Reuters, Carvajal dijo que el Banco Central de Venezuela envió millones de dólares en efectivo al DIM para nuevas tecnologías, incluidos equipos de vigilancia y una base de datos para centralizar la inteligencia.

El militar dirigiría el servicio de contrainteligencia durante casi una década. Ahora fuera del cargo, ha sido sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por presuntamente ayudar a la guerrilla colombiana.

En abril fue arrestado en España y permanece detenido en relación con una orden de Estados Unidos por presunto tráfico de drogas. En el correo electrónico, enviado a través de su abogado en España, Carvajal negó las acusaciones.

En julio de 2007, Chávez nombró a Gustavo Rangel, un oficial leal que dirigió las reservas del ejército, como ministro de Defensa. En su juramentación, Rangel habló de la necesidad de un “nuevo pensamiento militar venezolano” para contrarrestar al “enemigo real”.

El “imperio”, dijo, usando el discurso oficial venezolano para referirse a Estados Unidos, era el patrocinador de “grupos subversivos” empeñados en destruir la revolución.

Reuters no pudo contactar a Rangel, ahora retirado, para hacer comentarios.

Ese diciembre, Chávez perdió el referéndum sobre los límites del mandato. En televisión, prometió una “nueva ofensiva” para perseguir su meta.

Comenzaron las conversaciones sobre defensa con Cuba. En una reunión el 26 de mayo en Caracas, Rangel y el general Álvaro López, viceministro primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, firmaron los dos acuerdos.

Según los términos del primer acuerdo, el ministerio cubano supervisaría una reestructuración del DIM y asesoraría para la creación de “nuevos órganos” dentro del servicio. El DIM también enviaría grupos de hasta 40 oficiales a La Habana hasta por tres meses de entrenamiento en espionaje.

Según los documentos, Venezuela enviaría las hojas de vida de candidatos para que Cuba los examinara. Los cursos incluyeron: cómo manejar “colaboradores secretos”, cómo llevar a cabo investigaciones criminales y cómo seleccionar nuevos agentes de inteligencia.

La mayor parte del entrenamiento, según los documentos, se realizó en la Escuela Militar Superior Comandante Arides Estévez Sánchez, en el oeste de La Habana. En la academia, un grupo de edificios blancos de cuatro pisos y campos de desfiles, los instructores cubanos dijeron a los agentes del DIM que su misión en adelante sería infiltrarse y controlar al ejército, según cinco personas familiarizadas con los cursos.

El segundo acuerdo creó un comité conocido como el Grupo de Coordinación y Enlace de la República de Cuba o GRUCE. El GRUCE, compuesto por ocho “especialistas militares” cubanos, enviaría asesores cubanos a Venezuela para inspeccionar unidades militares y entrenar soldados.

Un exfuncionario de inteligencia venezolano recordó la capacitación que recibió de instructores cubanos en una granja en el estado oriental de Anzoátegui. Los instructores, dijo a Reuters, acosaban a los estudiantes con preguntas sobre sus creencias políticas. El DIM, dijeron, debe ser la “punta de lanza” en la lucha contra los “traidores”.

Chávez, fortalecido por los aumentos en el gasto gubernamental que impulsó su popularidad, ganó un nuevo referéndum para poner fin a los límites del mandato presidencial.

En 2011, cambió el nombre de la DIM para incluir el término “contrainteligencia”, lo que reflejaba su nueva misión de frustrar sabotajes surgidos desde adentro. Para entonces, la nueva DGCIM era más fuerte con varios cientos de agentes, dijeron exfuncionarios.

Recién salidos del entrenamiento cubano, los nuevos agentes comenzaron a infiltrarse en los cuarteles. “Vivimos y entrenamos con la tropa para realizar el monitoreo, manteniendo informados a los jefes”, dijo otro exoficial de la DGCIM a Reuters. “Tuvimos un control férreo”.

Algunos fingieron ser soldados regulares. Otros se pusieron sus uniformes DGCIM y solían alentar a los soldados a que informaran unos sobre otros. Llegaron a ser conocidos como “los hombres de negro”, según varios exsoldados.

“Te voy a entregar a la DGCIM”, advirtió una vez un comandante del batallón a los posibles rebeldes, recordó un soldado. Historias de detenciones y torturas por parte de agentes de DGCIM, a veces con máscaras de esqueleto y pasamontañas, se extendieron por las filas.

“Nadie pelea contra el Estado”

Chávez, después de cuatro cirugías en Cuba, murió en 2013.

Castro en una columna de un periódico lo llamó “el mejor amigo que tuvo el pueblo cubano a lo largo de su historia”. Los votantes eligieron a Maduro para sucederlo.

En 2014, los precios del petróleo se desplomaron. El esfuerzo de Maduro por estimular la economía fracasó.

El hambre y la escasez golpearon incluso a las fuerzas armadas, sólo empeorando desde entonces. Un médico militar dijo a Reuters recientemente que muchos soldados alistados tienen bajo peso y subsisten principalmente con pasta y lentejas.

A medida que un número creciente de tropas buscaba desertar, la DGCIM se volvió más agresiva. Amplió la vigilancia, interceptando escuchas telefónicas incluso a los oficiales superiores.

En el último piso de su sede, unos 40 agentes de su Dirección de Comunicaciones Operativas utilizaron una plataforma llamada Genesi, según un exmiembro del equipo.

El sistema, diseñado por la firma italiana de telecomunicaciones IPS SpA, permite a los usuarios “interceptar, monitorear y analizar todo tipo de fuente de información”, según el sitio web de la compañía.

IPS no respondió a llamadas, correos electrónicos ni a una carta en busca de comentarios en su sede de Roma.

En julio de 2017, Daniel, el teniente del ejército en Caracas fue llamado a la oficina del comandante de su batallón. Alguna vez partidario de Chávez, Daniel se unió al ejército en 2004, pero bajo Maduro perdió el entusiasmo y dijo a los superiores que planeaba irse. Se matriculó en clases de derecho en la universidad estando aún activo en el ejército e incluso participó en marchas de oposición.

El comportamiento de Daniel, según un informe de inteligencia revisado por Reuters, fue “contrarrevolucionario”. El informe describe la universidad, cuyo nombre Daniel le pidió a Reuters que no revelara, como una escuela para la oposición.

Al reportarse en la oficina de su comandante, dijo Daniel, tres agentes de contrainteligencia uniformados confiscaron su teléfono y dijeron que era necesario que los acompañara para una “entrevista” en la sede de la DGCIM.

Daniel dijo que los agentes lo transfirieron a una celda subterránea y lo esposaron a una silla. Cada día, un hombre entraba y lo golpeaba repetidamente. Las palizas rompieron dos vértebras, según un informe médico revisado por Reuters.

Después de 20 días, un tribunal militar lo acusó de traición, rebelión y violación del decoro militar. En espera de un juicio, fue trasladado a otra prisión. Seis meses después, tras declararse culpable, el tribunal liberó a Daniel con la condición de que permaneciera en el país. Fue expulsado de las fuerzas armadas.

Regresó a las clases de derecho, pero siente remordimiento por haberse declarado culpable. “Nunca estuve convencido de que era lo mejor”, dijo, pero señaló que muchos de los que no lo hacen permanecen detenidos indefinidamente. “Pero nadie pelea contra el Estado”.

La vigilancia ha herido incluso a los oficiales superiores. Un caso desató la indignación nacional, forzando a la DGCIM a reconocer los abusos.

Rafael Acosta, de 50 años y capitán de corbeta de la Armada, murió bajo custodia de la DGCIM el 29 de junio, ocho días después de que los agentes lo arrestaron.

Tarek Saab, fiscal general de Venezuela, dijo que Acosta fue detenido por participar en un complot de “derecha” no especificado. La esposa de Acosta, Waleswka Pérez, dijo que las acusaciones eran falsas y acusó a la DGCIM de tortura.

El 1 de julio, Saab dijo que el gobierno había acusado a dos agentes de la DGCIM de homicidio. No dio una causa de muerte ni las circunstancias en las que ocurrió. Los cargos, dijo Saab en un comunicado, siguieron a una investigación “imparcial” del “lamentable hecho”. 

La mayoría de las operaciones de la DGCIM nunca salen a la luz.

En marzo de 2018, cinco agentes de la DGCIM preguntaron por el teniente coronel Igbert Marín, comandante de la 302da brigada mecanizada del ejército, en Caracas. Marín, ahora de 40 años y padre de dos niños, fue durante la mayor parte de su carrera una estrella en ascenso que se había destacado en la principal academia militar de Venezuela.

Su esposa, Yoselyn Carrizales, dijo a Reuters que los agentes se llevaron a Marín al Ministerio de Defensa, donde fue recibido por oficiales incluido el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, e Iván Hernández, el actual jefe de la DGCIM.

Los funcionarios acusaron a Marín de conspirar contra el gobierno, dijo Carrizales, quien actúa como uno de los abogados del militar. Dijeron que tenían evidencia en un video de Marín y otros ocho oficiales conspirando, agregó, pero no le mostraron el video.

Marín negó la acusación y dijo que la reunión había sido simplemente una reunión de antiguos compañeros de clase de la academia.

Indignado, le dijo al ministro de Defensa que tales acusaciones eran contraproducentes, especialmente en un momento en que la mayoría de los militares sufría por la escasez de alimentos, equipos y bajos salarios.

El ministro debe “salir de la oficina, tiene que abrir los ojos y sentir lo que siente la tropa”, dijo Marín a Padrino, según Carrizales. Otro abogado que defiende a Marín, Alonso Medina Roa, confirmó la versión.

Ni Padrino ni Hernández pudieron ser contactados para hacer comentarios.

Los agentes llevaron a Marín y a los otros ocho oficiales a la sede de la DGCIM. Marín dijo más tarde a sus abogados que los agentes lo esposaron a una silla, le colocaron una bolsa sobre la cabeza y la llenaron de gases lacrimógenos. Sus abogados detallaron el presunto abuso a Reuters.

Una semana después, en una audiencia a la que asistió Carrizales, un tribunal militar acusó a Marín de traición, instigación a la rebelión y violación al decoro. Los agentes se llevaron a Marín. Permaneció incomunicado durante 78 días.

“No sabía si estaba vivo o estaba muerto”, dijo Carrizales. Marín sigue detenido y su esposa trabaja por su liberación.

Los funcionarios venezolanos no han comentado públicamente el caso ni han mostrado a los abogados de Marín el presunto video. Aún no se ha establecido una fecha para el juicio.

“Ellos le temen”, dijo Carrizales. “Tiene un liderazgo indiscutible en las fuerzas armadas. Es por eso que lo detuvieron”.


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