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viernes, 18 de octubre de 2019

Gallinas en los liceos, por @tulioramirezc




Tulio Ramírez 17 de octubre de 2019

Comencemos con las cuentas. Si en el país hay aproximadamente 3000 liceos públicos y corresponden 300 gallinas por plantel, tendremos 900.000 gallinas distribuidas por todo el país. Ahora bien, si en esas instituciones educativas hay un promedio de 450 estudiantes, estaríamos hablando de un millón trescientos cincuenta mil estudiantes. De acuerdo a wikipedia, cada gallina produce una ñema al día. Desayunarían con un huevo solo el 66% de los estudiantes de bachillerato, al tercio restante les tendríamos que decir: ¡coman sardina!.

Pero el asunto no es solo de ñemas por alumno. La cosa se complica cuando pensamos en el espacio a utilizar para que pernocten estos plumíferos. Podríamos ubicarlas en el Laboratorio de Biología, total hace muchos años que está cerrado por falta de insumos y materiales. Ese espacio se ha venido usando para almacenar aires acondicionados dañados, viejas máquinas de escribir y pupitres rotos; además de las pacas de arroz y los guacales de cambur, propiedad del profesor de castellano, quien vende en los recreos para redondearse el sueldo.

El otro problema es para garantizar la ración diaria de huevos. Según los que saben de eso, hace falta que haya luz permanente en el gallinero. Allí es donde se enreda el papagayo. En el Barrio la luz llega de vez en cuando y por ratos. Se me ocurre que se tendrían que comprar unas 80 linternas con sus respectivas pilas para que, colgadas del techo, iluminen el recinto. También podríamos decidir por lo más práctico, una planta eléctrica. Al final, nada de esto es viable porque la caja chica del liceo, es demasiado chica para enfrentar esos gastos.

Vamos con el tema de la seguridad. En verdad es un reto logístico mantener esas gallinas vivas y produciendo. No se había hecho el anuncio presidencial, cuando a las pocas horas se descubrieron detrás de los inodoros, dibujos de planos del liceo con unos puntitos que guiaban al Laboratorio de Biología.

Evidentemente son planes para sustraerlas bajo la protección de la noche. Esto ha generado mucha preocupación por ser una amenaza creíble, ya que al menos el 80% del alumnado tiene una condición familiar rayando en la pobreza extrema. Un sancocho de gallina, aun sin verduras, reanima a una familia entera.

Contratar una empresa de vigilancia puede ser un remedio peor que la enfermedad. Se da por descontado que los vigilantes se convertirán en los primeros sospechosos cuando alguien se percate que se reduce el número de gallinas. Con esta medida, estaríamos ampliando el espectro de posibles culpables. En la lista original hay que incluir también, además de los estudiantes, a docentes, administrativos, obreros y hasta a los directivos. Todos nos estamos comiendo un cable. No podemos a priori descartar a nadie.

Por supuesto, el asunto de cómo alimentarlas es algo no resuelto. Es poco probable que el gobierno entregue a cada gallina con su pan debajo del brazo. Lo más seguro es que por la falta de nutrientes, se pongan tan flacas y débiles que en vez de huevos pondrán algo parecido a las cotufas. No se descarta el gallinalismo, perdón, canibalismo entre gallinas. Cosas más raras se han visto.

La otra gran incógnita es cómo reaccionará Conchita, nuestra apreciada Bedel, actualmente de reposo, cuando se entere que tendrá que limpiar diariamente, sin agua y sin guantes, los desechos sólidos de las gallináceas. Finalmente, de lo que si estamos absolutamente claros es que aceptaremos las benditas gallinas. Después, que sea lo que Dios disponga.

Tulio Ramírez

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