ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE 06 de octubre de
2019
@alvaromont
Éste
es el título de un manuscrito que trata de llamar la atención sobre las
tiranías, y sobre el hecho de que un pueblo numeroso se someta a los caprichos
de un solo hombre. Las páginas fueron escritas en el año 1549 por un joven
francés de tan sólo 18 años, Etienne de La Boetie, quien brillaba como una
estrella fulgurante en los medios intelectuales de su época pero murió a la
corta edad de 32 años en la ciudad de Burdeos. Originalmente el documento fue
enviado por el joven escritor a su amigo el filósofo Michel de Montaigne, quien
lo publicó después de su muerte con el título de “El contra Uno, o discurso
sobre la servidumbre voluntaria”.
La
obra seguramente inspiró a los ilustrados en sus reflexiones sobre el
absolutismo monárquico, que dieron base filosófica a la Revolución Francesa.
Allí se lee que “La primera razón para la servidumbre es la costumbre”. No cabe
duda que Jean-Jacques Rousseau se paseó cientos de veces por la líneas de La
Boetie para alimentar sus ideas sobre el Contrato Social y la igualdad. En tan
sólo 18 páginas La Boetie se preguntaba con crudeza ¿cómo pueden tantos hombres
soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder del que se le
otorga? Y afirmaba con cierta tristeza que “son los propios pueblos que se
dejan encadenar, ya que con sólo dejar de servir romperían sus cadenas”. En sus
reflexiones el autor observa que los tiranos cuanto más destruyen un país, más
se consolidan y se hacen más fuertes. Coincide en ese punto con el florentino
Nicolás Maquiavelo, quien escribió unos pocos años antes en sus consejos al
príncipe que si deseaba gobernar mucho tiempo un país, debía arrasarlo
completamente.
La
servidumbre voluntaria, o el sometimiento voluntario para usar vocablos más
actuales, es un concepto que lleva implícito un llamado de alerta a los pueblos
para no dejarse someter, una explicación académica a la existencia de las
tiranías más allá del uso de la fuerza bruta, y a la vez una proposición para
salir de la dominación. La Boetie pregunta qué daño puede hacer un tirano si
nosotros mismos no somos cómplices de su “corazón desleal”. ¿De dónde saca
tantos ojos el tirano para espiarnos, sino de nosotros mismos? Entonces el
escritor da consejos para acabar con las tiranías y el sometimiento: “Podrían
liberarse de semejantes humillaciones, que ni los animales aguantan, sin
siquiera intentar hacerlo, únicamente queriendo hacerlo”. Esa frase lleva una
carga enorme de voluntad. Es casi un grito de guerra que apunta a sacudirse, a
“querer es poder”. Pero para ello, primero se necesita la voluntad de un
pueblo. Continúa La Boetie con un resuelto llamado: “Decídanse pues a dejar de
servir y serán hombres libres”. Lo novedoso de esta obra reside en la
proposición de los procedimientos para acabar el sometimiento. Son métodos
pacíficos. La violencia no pareció inspirar para nada a La Boetie. Era una
especie de Ghandi de la época, porque proclamó en su documento una técnica muy
suave para salir de la tiranía: “No pretendo que se enfrenten a él, sino
simplemente que dejen de sostenerlo. Entonces verán cual un gran coloso privado
de la base que lo sostiene, se desplomará y se romperá por sí sólo”.
Todos
hemos visto casos históricos y actuales de tiranos que someten a un país y lo
destruyen. Siempre pensamos que la explicación es el uso exclusivo de la fuerza
y seguramente hay mucho de cierto en eso, pero La Boetie va más allá y le
agrega el ingrediente de la complicidad, la comodidad o la costumbre que hace
que muchos se dejen someter por uno solo. Reflexionemos un poco a ver si nos
hemos visto retratados alguna vez en ese cuadro de servidumbre voluntaria.
Álvaro
Montenegro Fortique
@alvaromont
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