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miércoles, 2 de octubre de 2019

Retomar la perspectiva, por Humberto García Larralde




Humberto García Larralde 01 de octubre de 2019

El supuesto acuerdo entre partidos minoritarios y el régimen de Maduro ha enturbiado el aire en sectores opositores. Cumplió así con uno de los objetivos que buscó el madurismo: lograr ser reconocido por quienes dicen ser opositores, desmoralizar con ello a la población e intentar confundir a los países democráticos que depositaron su confianza en Juan Guaidó. Pero los descalificativos ad-hominem –contra la persona y no contra su argumento—no se justifican. Además de restar fuerzas en vez de sumar, el torneo de dimes y diretes obnubilan el sentido de la lucha contra la dictadura. A riesgo de “llover sobre lo mojado”, conviene retomar aspectos que muchos dan por sentado a ver si evitamos tal extravío.

El problema

Venezuela se encuentra colapsada en prácticamente todos los ámbitos salvo, hasta ahora, en la disposición mayoritaria de sus habitantes por desalojar del poder a los responsables de este desastre. Sobran diagnósticos y cifras: Somos el país que, no estando en guerra, registra el mayor desplome económico en el mundo moderno. Hambre, desolación, servicios destruidos y muerte es lo que hoy queda de una nación antes reconocida por sus oportunidades: un estado fallido. De ahí la imperiosa necesidad de cambios fundamentales que permitan rescatar sus enormes potencialidades y dotar a sus residentes de la oportunidad de vivir dignamente conforme a sus esfuerzos, talentos y aptitudes. Se trata de acortarles los terribles padecimientos que hoy sufren y devolverles un país en el que prive la libertad y la justicia. En fin, evitar convertirnos en el “ex país” de que habla Agustín Blanco Muñoz.

Para ello es imprescindible desalojar a la oligarquía militar – civil que hoy usurpa el poder político. Ésta se niega a irse o a cambiar sus políticas porque de ello depende su depredación de la riqueza social. Recurre, por ende, a medios represivos crueles –asesinatos, secuestros, torturas, persecuciones, razias de exterminio (FAES) y demás elementos del arsenal del terrorismo de estado—para preservar sus privilegios, en el puro estilo fascista. El informe de la Bachelet es bastante elocuente al respecto. Le entrega la seguridad de estado a la inteligencia castrista y, más allá, empodera a bandas de malandros y cuerpos o agentes de seguridad (FAES) como fuerza de choque para intimidar o eliminar a opositores. Asimismo, ha entregado zonas importantes del territorio nacional –fronteras y áreas mineras de Guayana—a la guerrilla colombiana y/o al narcotráfico. Conforma una organización criminal –un atajo mafioso—cuyo eje central lo constituyen altos oficiales militares prostituidos por corruptelas, fuentes de oportunidades para el lucro inusitadas.

Esta oligarquía potencia su crueldad al ampararse en una construcción ideológica basada en símbolos patrioteros y elementos de la mitología comunista, que la hace refractaria a todo entendimiento con las fuerzas democráticas. Como genuinos herederos de Bolívar y depositarios de conquistas providenciales de una prometida “revolución”, se sienten envestidos de una superioridad moral ante sus críticos, devenidos en enemigos. Se aíslan en una falsa realidad que les exime de tener que rendir cuentas o de justificar sus acciones y que, cual bálsamo limpiador, les absuelve sus crímenes. Esta ideología propicia la conversión de sus seguidores en sectas, inmunes a toda increpación racional, e invoca la solidaridad automática de mentes retrógradas en otros países que, insólitamente, se auto califican de izquierda (¡!).

¿Negociaciones?

Es iluso pretender que a esta oligarquía militar – civil la anima la búsqueda de consensos o de propósitos compartidos, que está dispuesta a respetar las posiciones del otro. Cerró las salidas políticas al impedir el referendo revocatorio y demás manifestaciones de la voluntad popular al inhabilitar a la oposición en elecciones que no gozaban de garantía alguna, confiscar las atribuciones de la Asamblea Nacional, negar los derechos civiles y políticos de la población –incluidos los diputados a la AN—y violentar, en general, el ordenamiento constitucional. Abandonó las negociaciones auspiciadas por Noruega por no estar dispuesta a concertar unas elecciones presidenciales confiables.

Sólo aumentando la presión, profundizando las sanciones internacionales contra los esbirros y demás personeros de la mafia cívico-militar y potenciando por distintas vías la protesta popular, sin abjurar de la amenaza velada de aplicar, en última instancia, acciones más contundentes, podrán arrancársele concesiones al régimen fascista. Ante este “cuadro cerrado”, es que Putin exhorta a Maduro su regreso a la negociación. Pretender que la liberación de Edwin Zambrano y de uno que otro preso político, y el retorno de la fracción fascista a la Asamblea Nacional fue gracias a Fermín, Mujica y Timoteo, y que de ahí se desprende “negociar” el levantamiento de algunas sanciones y/o de exigencias –¿elecciones con Maduro en el poder?— a cambio de “conquistar” más concesiones, es no entender en absoluto lo que está en juego. Es el eterno juego cubano: levantar temporalmente la represión, liberar algunos presos que nunca debieron estarlo, para después encarcelar a otros cuando la presión amaina, buscando, engañosamente, revertir la absoluta falta de legitimidad ante el mundo de fuerzas democráticas. Pero la AN continúa en “desacato” sin sus potestades constitucionales, la asamblea constituyente sigue activa –con diputados fascistas jactándose de pertenecer a ambas cámaras–, el tsj cómplice busca liquidar lo que queda de las universidades públicas y se mantiene el terrorismo de estado. Y la mafia militar recurre cada vez más al saqueo de las riquezas minerales y a otras actividades delincuenciales, para atornillarse en el poder, ahora en alianza con el ELN y la Farc cimarrona.

¿Dónde estamos?

A pesar del deterioro acelerado de la situación del país, el avance hacia una salida democrática parece estancarse. El estamento militar corrupto y la contrainteligencia cubana todavía mantienen su control sobre lo que queda de una FAN disminuida. Alternativamente, se recurre cada vez más a bandas paramilitares: colectivos fascistas y FAES. Aunque las sanciones han restringido las oportunidades para sus ilícitos, las mafias siguen depredando al país con impunidad al detentar el poder de manera irrestricta. No les importa que se agrava el sufrimiento de la población. Al haber obturado el juego político, se inmunizan ante las presiones por el cambio. La enorme tragedia de esto es que puede perpetuar una situación de estancamiento crónico, en que las fuerzas democráticas no logren desalojar al fascismo, pero en la que éste tampoco consiga abatir las amenazas a su poder. Tal eventualidad tendrá terribles consecuencias para los venezolanos. Los precios internos se han dolarizado, pero el país no genera dólares. Mientras se desploma la economía y la productividad, también lo hace el salario: el mínimo está en apenas 2 dólares ¡al mes! Si bien en algo lo compensa el hecho de tener servicios públicos y gasolina regalados, éstos están cada vez más colapsados. Por su parte, pretender que el reparto de cajas CLAP, sea una solución insulta la dignidad del venezolano. La corrupción hace estragos con este reparto, cada vez menor y de disminuida calidad. Lamentablemente, tal estado de miseria agónica puede perdurar si nos resignamos a ello.

La viabilidad del juego político implica necesariamente restituirle poderes plenos a la Asamblea Nacional, levantar la persecución a diputados y líderes democráticos, liberar los presos políticos y disolver la asamblea constituyente fraudulenta. La negociación puede facilitar este proceso si la correlación de fuerzas no le deja más opción a la mafia milico – civil. Para ello será decisivo el fortalecimiento de una opción democrática unida, aglutinada, con sus aciertos y errores, en torno a Juan Guaidó, y la intensificación de las presiones de los países amigos en contra del régimen de Maduro.

Humberto García Larralde

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