Alejandro Álvarez Iragorry 26 de febrero de 2024
@aalvarezi
El año
pasado tuve la oportunidad de conocer a un prelado del cual tenía referencias
de que era una persona abierta, inteligente y totalmente dedicado al servicio
de las personas más vulnerables.
Cuando
supo que yo era un ambientalista se acercó, me saludó amablemente y sin más
protocolo me lanzó una bola rápida de esas de noventa millas por hora.
Qué pensaría usted –me dijo- de alguien que al llegar a su casa le contaran que alguien había lanzado una bolsa de basura hacia su patio. Inmediatamente este personaje fuese a investigar lo que le habían dicho, y constatara que había una gran bolsa plástica llena de desechos. Pero no hiciera más nada.
Al día
siguiente, al repetirse la situación, pesara la bolsa, anotando cuidadosamente
el resultado. Al próximo día, con la misma situación, clasificara los desechos
en reciclables y no reciclables, Y así sucesivamente…
Y a
pesar de que su patio se estaba convirtiendo en un vertedero insalubre nunca
hiciera nada por solucionar la situación, ni conocer sus causas y responsables.
Y
finalizó diciendo –Bueno, así se están comportando algunos grupos que trabajan
en temas ambientales.
La
historia de la bolsa de la basura me ha quedado dando vueltas en los últimos
meses. Me intranquiliza cada vez más porque ese tipo de comportamiento no sólo
existe en la realidad, sino que parece crecer.
Ahora
estamos viendo a algunas organizaciones que se hacen invisibles, aunque les
caiga la basura encima y los que hacen malabarismos lingüísticos para no hablar
de basura ni de responsables. Es un ambientalismo que se hace el ciego y mudo
para que no molestar a los responsables de la destrucción.
Mucho
de ese comportamiento es producto del miedo y la desesperanza. Muy comprensible
en la actual situación venezolana.
Pero
esta situación se hace injustificable en los casos de organizaciones que no
sólo sufren de ceguera y mudez, sino que además asumen partes del discurso del
poder, promueven una visión de país donde los problemas ambientales no tienen
relación con graves delitos ambientales y violaciones a derechos humanos y
promueven soluciones donde mezclan un enfoque técnico con buena voluntad.
Todo
ello, creemos que, esperando ganar apoyo y protección de parte de ciertos
grupos de poder. En esta posición “segura” pudieran estar en mejor posición para
recibir fondos de la cooperación internacional y hacerse actores relevantes
internacionalmente.
En
algunos casos algunas organizaciones se justifican usando una variante del
eufemismo “dialoguista”, como la nombra el sociólogo Rafael Uzcátegui (1) la cual
es la idea de “que, independientemente del resto de las dimensiones del
conflicto [político venezolano], la realización de acuerdos
con el gobierno es suficiente para generar nuevas realidades políticas”.
Este
comportamiento hace que estas organizaciones pierdan cada vez más autonomía y
que progresivamente se conviertan –aunque lo nieguen- en estructuras
clientelares dependientes del “favor” de los grupos en el
poder.
Por
otra parte, esta manera de ser nace de una mirada egoísta del “primero yo” y no
en una ética del bien común.
Pero
aún más doloroso, es que esta manera de actuar es una traición a todas las
personas que en el país deben pagar el enorme precio de la injusticia ambiental
y climática.
Ello
es contrario a lo que expresa la Declaración sobre las violaciones de
los derechos humanos en la conservación de la IUCN: “Los
esfuerzos para proteger la naturaleza deben respetar los derechos humanos y
permitir la participación plena y efectiva de las partes interesadas y los
titulares de derechos, especialmente los pueblos indígenas y las comunidades
locales.” (2).
Es
claro que esconder información, invisibilizar situaciones de destrucción
ambiental y desinformar son formas de violencia contra las personas más
vulnerables.
Ya me
dirán que una cosa es la conservación del ambiente y la biodiversidad y otra
son las políticas sociales y los derechos humanos. Que ellos trabajan con los
primeros, pero no con los segundos.
Lo
dirán, además, como si fuese posible conservar la naturaleza sin tomar en
cuenta los contextos económicos y políticos que generan la triple crisis
ambiental global, o el crecimiento de los grandes negocios que están
destruyendo la Amazonía o la emergencia humanitaria compleja que sufre
Venezuela. Como si fuese posible eliminar a las personas y sus necesidades de
la trama de la vida planetaria.
Las
consecuencias de olvidar estos principios fueron resaltadas por el papa
Francisco en la Encíclica Laudato Si´: “Las iniciativas
ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica de la globalización:
buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar
cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más
profundos problemas del sistema mundial” (3).
De
manera más dura lo señaló el activista ambiental brasileño Chico Mendes cuando
dijo: “La ecología sin justicia social es sólo jardinería” (4).
Algunos
también dirán que hay que esperar “mejores tiempos” para
trabajar en temas ambientales de manera integral o promover transformaciones
socio-ecológicas. A ellos hay que decirles que tal como lo expresó Martin
Luther King “siempre es el momento correcto para hacer lo correcto” (5).
Y si
al final, no nos queda más remedio que dedicarnos a la “jardinería”,
vamos a hacerlo de manera seria, cuidando con mucho amor las plantas y el suelo
con que trabajamos, sin mirar a cada rato para arriba para que nos digan si lo
estamos haciendo bien.
1.
Rafael Uzcátegui (2024)
https://talcualdigital.com/eufemismos-y-teorias-de-cambio-por-rafael-uzcategui/
2. IUCN. 2022. Statement on human rights abuses
in conservation.
https://www.iucn.org/story/202206/statement-human-rights-abuses-conservation
3.
Carta Encíclica Laudato Si’ del Santo Padre Francisco Sobre El Cuidado de la
Casa Común.
https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
4.
Chico Mendes fue un recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental
brasileño que luchó contra la deforestación de la Amazonía hasta que fue
asesinado en 1988.
5.
Martin Luther King fue un ministro bautista estadounidense y activista de los
derechos civiles de la población afrodescendiente de ese país.
Alejandro
Álvarez Iragorry
@aalvarezi
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