Ismael Pérez Vigil 24 de febrero de 2024
@Ismael_Perez
Hace
dos semanas destaque que para definir una estrategia es necesario fijarse en
los hechos objetivos y no en el lenguaje, ni en las declaraciones de los
voceros, lideres y actores políticos. (Lenguaje Político y Estrategia, https://bit.ly/48gscom)
Después
de la visita y del comunicado de los mediadores noruegos, las delegaciones del
gobierno y de la oposición democrática se reunieron, en Caracas, para tratar
una agenda de diferentes puntos, incluido el electoral; reunión que en la
práctica implica y reafirma que en efecto la negociación de Barbados continua y
con ello todo lo demás que mencioné en el referido artículo: que la fecha para
la elección aun no estaba fijada −y aun no lo está−; que la lucha por la
habilitación de la candidata de la oposición democrática continua; que las
sanciones internacionales se mantienen; que el repudio de la comunidad
internacional a la situación política en Venezuela también se mantiene −y ahora
se profundiza tras los últimos eventos y detenciones−; y que lo del intercambio
de la candidatura oficial por sanciones y aceptación de la inhabilitación de
María Corina Machado, MCM, era una fantasía.
Despejando dudas.
La
elección presidencial de 2024 es inexorable y para vencer en esa elección hay
que superar obstáculos tangibles e intangibles; uno de los intangibles es la
incertidumbre de la desesperanza, que se vence con información verídica, que
deseche rumores e informaciones falsas e interesadas y que permita trazar una
estrategia y lograr una organización adecuadas para la elección presidencial.
Sin
negar el inmenso terreno para las dudas e incertidumbre, ni pensar que el
camino esta allanado y las enormes dificultades y obstáculos resueltos, si
pensamos de manera positiva, esto significa que hay que preparar el terreno y a
la población para la elección presidencial y eso tiene varias implicaciones, de
las cuales hemos venido hablando en diversos artículos semanales y que se
sintetizan en mantener la unidad y la candidatura unitaria y organizar a la
población para hacer efectivo el triunfo en la elección presidencial.
Fortalecer
la unidad implica lograr una “alianza política”, amplia, incluyente y firme, en
donde juega un papel primordial la candidata unitaria, quien la ha denominado
la Gran Alianza Nacional, GANA, y que confiamos este avanzando a pasos firmes.
Otra cosa que implica es preparar y organizar al pueblo opositor para cuidar y
defender los votos y, sobre todo, el resultado electoral, que se espera sea
masivamente contrario al gobierno por primera vez en 25 años; el comando de la
candidata ha definido esta alternativa como 600K, para preparar −actividad que
ya se está llevando a cabo− a 600 mil testigos que cuidarán todas las mesas
electorales que se instalen el día de la elección presidencial.
Pero
desarrollar esos dos objetivos, supone en primera instancia, defender la
voluntad popular que se expresó en los resultados de la elección Primaria del
22 de octubre, que designó una candidata unitaria: María Corina Machado. Ese es
el primer objetivo y la primera acción política, antes de mirar hacia los
lados, y es la palestra, el escenario, en que se entrenarán a quienes aspiremos
que se respeten los resultados de la elección presidencial, que no dudamos que
favorecerán masivamente a la oposición democrática. Pero estos objetivos
enfrentan obstáculos formidables que no podemos olvidar, ni descuidar.
Los
obstáculos.
El
primero es obviamente el gobierno, que busca permanecer en el poder y que, como
en ocasiones anteriores, está dispuesto a desplegar y utilizar recursos del
estado, sin escatimar ninguno, para mantener ese poder. Cuenta para lograrlo
con varios factores; entre ellos, lo que he denominado una oposición ad hoc,
que el gobierno ha creado, impulsa, estimula y desarrolla. Esa oposición ad
hoc, como vemos, ya está lista y asomando candidatos que “enfrentarán” al
gobierno, pero con la finalidad de restarle votos a la oposición democrática y
legitimarse ante la comunidad internacional. Ambos objetivos han sido
infructuosos hasta el momento, pues no tienen el reconocimiento de ningún
factor importante de la comunidad internacional y su fuerza interna esta
desperdigada en una veintena o más de partidos y organizaciones, que no suman
ni siquiera el 5% del electorado.
Pero
los peores enemigos, los más dañinos, están en el propio campo opositor o que
se dice opositor, aunque a la larga fortalecen la opción del gobierno, en
contra del que dicen estar.
La
abstención.
Uno de
los obstáculos a vencer es el desánimo que ha ido creando esa “capa de
indiferencia” para la participación, que supera ya el 30 % y que se manifiesta
en la abstención electoral, en indiferencia política, y que es difícil de
superar; pero hay que evitar que crezca y de ser posible hay que reducirla. La
abstención puede ser muy peligrosa, porque va carcomiendo el ánimo y la
esperanza de la gente y de allí que el gobierno la estimule y propicie.
Para
reducirla y evitar que suba es necesario desenmascarar a los que la estimulan,
entre los cuales podemos encontrar varios elementos o actores, que trabajan con
diferente intensidad pero que en el fondo y a pesar de lo que dicen, le hacen
el juego al gobierno, de una manera más eficaz que esa oposición ad hoc, de la
que he hablado, que ya sabemos que no pasa de un porcentaje ínfimo del
electorado y no ha logrado desplazar a la oposición democrática, ni a su liderazgo.
No ha
habido hasta el momento ningún sector que se califique de abstencionista y que
haya emprendido la tarea de organizar a los que se abstienen; la abstención, y
quienes la propician, nunca han logrado definir una política, en torno a la
cual, se pueda organizar el pueblo; porque la abstención, en sí misma, no es
una política, pues al no tener un sustrato organizativo y de movilización no
logra diferenciarse de la mera indiferencia política, hoy tan de moda,
enmascarada en el fenómeno de la “antipolítica”.
Abstencionistas
nihilistas.
Los
abstencionistas, todos, tienen una predica similar: no creen en la vía
electoral, pues “este gobierno no sale con votos”; obviamente no creen en la
negociación y en consecuencia es “inútil negociar” con el gobierno; no creen en
la oposición democrática, a la que califican de “traidora”, “falsa”, “vendida”,
etc. Por supuesto tampoco creen en MCM. Muchos ni siquiera dicen en lo que
creen o en que vía proponen para superar la crisis política; pero entre ellos
hay algunos, que se podrían calificar de “abstencionistas nihilistas”, pues
para ellos nada tiene valor, propósito o significado y llegan al extremo de que
tampoco creen en la comunidad internacional, ni en el gobierno de los EEUU −ni
en Biden ni en Trump− y sus “inútiles sanciones”; algunos de ellos, después de
varios años de críticas acervas y ataques a la oposición y la vía electoral,
comienzan a asomar una tímida opción, un planteamiento de
“confrontación”, aunque tampoco dan más información. Simplemente nos invitan a
abordar La Barca de Medusa, el famoso cuadro de Géricault, para hundirnos en
ella.
Por
supuesto, no vamos a aspirar que nos describan e ilustren en un artículo o en
redes sociales acerca de esa vía, y nos digan cuál es su plan A y su plan B,
que ellos piden a la oposición y que critican que se carezca de ambos; pero
suponemos que de alguna forma nos enteraremos y podremos evaluar la alternativa
que proponen, si es que finalmente lo hacen.
Conclusión.
Mientras
esperamos que los iluminados abstencionistas nos aclaren, sigamos en nuestras
tareas de defender la voluntad popular expresada el 22 de octubre, fortalecer
la alianza opsitora y organizar al electorado, al pueblo, para ganar la
elección, vigilar todas las mesas y defender los resultados.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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