Luna Perdomo 08 de noviembre de 2024
Los
encargados de los refugios en El Paso, Texas, cuentan que los testimonios que
más se oyen son de migrantes venezolanos. «Lo que nosotros más escuchamos es la
realidad de Venezuela, sobre todo, casos de persecución política por no estar a
favor del sistema, personas que están vigiladas o amenazadas, crisis económica
y extorsiones»
Aunque ha habido una disminución considerable de migrantes cruzando a los Estados Unidos (EEUU) de manera ilegal, hay quienes siguen arriesgando todo para buscar mejores oportunidades de vida para ellos y sus familiares. Quienes llegan a El Paso, Texas, y no cuentan con apoyo para techo y comida, acuden a los refugios, casi siempre de iglesias católicas, en busca de protección.
«Más
de 90% de Venezuela», afirma Rafael García, padre de la iglesia Sagrado Corazón,
quien adecuó la cancha de baloncesto del templo para recibir a cientos de
migrantes que pernoctaban en las calles de Texas. Agrega que también había
ciudadanos «de Colombia, Ecuador, Centroamérica» y que al lugar llegan personas
solas, mujeres embarazadas y familias completas; «una variedad muy grande»,
pero en el refugio no cabían todos y a veces había que darle prioridad a
mujeres y niños.
García
resume las experiencias y obstáculos de los caminantes y aunque cuenta que
muchos llegan traumados de la travesía por la selva del Darién tras ver
personas muertas en la ruta y la dificultad del terreno, asevera, citando a los
inmigrantes, «peor que el Darién es pasar por México por los asaltos,
extorsiones, secuestros».
El
sacerdote, de origen cubano y que años atrás también engrosó las cifras de
migrantes, explica que la situación y las dinámicas de los distintos países que
empujan a sus nacionales a huir son muy complejas y variadas y que no se pueden
englobar en una generalidad: «Lo que nosotros más escuchamos es la realidad
de Venezuela, sobre todo, casos de persecución política por no estar a
favor del sistema, personas que están vigiladas o amenazadas, crisis económica
y extorsiones», enfatiza y agrega que los colombianos están huyendo en la
actualidad de la guerrilla y la violencia, que otros inmigrantes escapan de la
corrupción, el crimen organizado o la pobreza extrema.
A
juicio del padre Rafael García, «la ayuda psicosocial y apoyo emocional a los
migrantes tiene que ser más fuerte en las ciudades de destino definitivo» por
parte de las autoridades para cooperar con el bienestar y la salud mental de
quienes llevan semanas e incluso meses caminando hacia el norte, enfrentando
diversas dificultades en busca del sueño americano. Dice que en la iglesia se
les brinda «una ayuda de emergencia temporal; es un poco de curar la herida,
rápido, para que puedan seguir», pues menos de 1% de los caminantes permanece
en El Paso ante la dificultad de conseguir empleo y ganar algo de dinero.
El
padre dice que son muchas las iglesias, incluso no católicas, y otras
organizaciones que alrededor de Estados Unidos brindan apoyo y asesoría a los
migrantes que llegan en condiciones vulnerables. Se les ofrece albergue,
comida, ropa, emergencias ante dificultades de salud, asesorías con abogados de
inmigración, «hacemos lo que podemos», comenta.
Otro
de los grandes problemas que Rafael García encuentra en los migrantes
venezolanos es que una vez que llegan a EEUU «se sienten desprotegidos, solos,
porque no saben a dónde ir, porque no hay una comunidad establecida que los
pueda recibir».
A
quienes llegan a través del CBP One en la iglesia Sagrado Corazón se les
orienta para llenar formularios y optar al permiso de trabajo para luego
conseguir un empleo. «Los venezolanos en particular llegan con ganas de
trabajar porque son profesionales, gente que tenía negocios, y EEUU necesita
trabajadores», detalla el religioso.
En
estas instalaciones, los inmigrantes recibían tres comidas al día, ropa, acceso
a duchas, medicinas, los niños jugaban, había atención psicológica, clases de
inglés y por las noches cada uno tomaba una colchoneta para dormir en un
espacio seguro.
Cuando
el número de migrantes superaba la capacidad del refugio, muchos, incluso
miles, improvisaban colchonetas en los alrededores del templo porque decían
sentirse más seguros en ese espacio.
El
refugio Sagrado Corazón, de Texas, cerró sus puertas el pasado mes de octubre
ante la disminución en la llegada de migrantes, luego de que el presidente Joe
Biden emitiera en junio la orden que restringe la entrada, el asilo de
indocumentados y acelera las deportaciones. Los dos últimos migrantes que
recibió el albergue eran venezolanos.
El
sacerdote Rafael García recuerda que fueron dos años de atención ininterrumpida
a miles de migrantes y aunque las puertas del refugio en la actualidad están
cerradas, la iglesia sigue dispuesta a brindar ayuda a quien lo necesite.
Miedo
y hambre
«Tengo
miedo y tengo hambre» son los principales motivos que le refieren los
ciudadanos para migrar a Rubén García, sacerdote y director del refugio Casa de
la Anunciación, también ubicada en El Paso. Dice que estas causas se han
mantenido a lo largo de los 47 años que el centro tiene funcionando.
Recuerda
el caso de una madre que llegó a Estados Unidos desde Guatemala, con varios
hijos, huyendo de la pobreza, y el bebé de 18 meses ya estaba a punto de morir
por desnutrición, pero también indica que la pobreza y el hambre no son motivos
para otorgar asilo.
Esta
es una ONG que en total tiene cinco albergues distintos bajo una misma
dirección y coordina muchos otros refugios para migrantes de otras iglesias
católicas. Unos meses atrás, en el momento más álgido de la migración, la Casa
de la Anunciación recibió a 150.000 migrantes, pero desde que abrió sus puertas,
García afirma que han atendido «unos dos millones de refugiados».
García
explica que los ciudadanos de Venezuela comenzaron a llegar entre los años 2021
y 2022: «Maduro no le garantiza nada a los venezolanos y es cuando comenzaron a
salir», sostiene y reitera que esta comunidad no tiene quién los reciba y por
eso fue que terminaron durmiendo en la calle.
«Todo
el mundo sabe que Maduro no ganó la elección, pero ¿quién va a hacer algo? Y si
eres venezolano, te queda huir y venir a tocar la puerta en la Casa de la
Anunciación; pero no hay un mecanismo para ponerle presión a Venezuela para que
echen a Maduro y Venezuela empiece a trabajar», expone el sacerdote Rubén
García sobre la complicada situación de esta nación.
«Es
difícil, es difícil económicamente», afirma el sacerdote García sobre la
decisión de migrar y establecerse en los Estados Unidos.
En la
actualidad, la Casa de la Anunciación solo tienen unos 25 migrantes y todos
reciben comida, atención médica con voluntarios que estudian medicina,
colchonetas para dormir y asesorías para continuar su viaje migratorio.
Sin
embargo, para esta organización el trabajo no ha sido fácil, pues tiene
una demanda por parte del procurador general del estado de
Texas, Ken Paxton, tras acusarla de «traficar y manejar ‘casas de seguridad’
(lugar donde secuestran migrantes)»; es decir, el funcionario dice que este
refugio facilita la migración ilegal y el contrabando de personas.
Pero
aún se espera la resolución de la demanda, el juez del distrito Francisco
Domínguez emitió una orden que bloqueó la citación del fiscal Paxton a la Casa
de la Anunciación, alegando que parecía que el motivo del procurador es
político; luego de esto, el caso pasó al sistema judicial estatal.
De
acuerdo con el sacerdote García, el objetivo de este funcionario es cerrar la
Casa de la Anunciación y hacer una advertencia a los demás refugios para que
detengan su labor humanitaria; no obstante, este refugio se mantiene operativo.
En su defensa y de la organización, el padre afirma que su labor «viene de la
fe» y del sentimiento del evangelio de «darle la bienvenida al prójimo», al más
necesitado.
En
esta zona, por sus características, hay refugios de iglesias católicas y
cristianas, así como del gobierno local y regional para atender a los migrantes
que llegan diariamente.
Hasta
agosto de este año, los funcionarios de la Patrulla Fronteriza detuvieron a más
de 243.000 migrantes que cruzaron de manera ilegal a EEUU por El Paso, Texas.
Esta es la segunda ciudad fronteriza más importante después de San Diego,
exactamente colinda con Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua. En esta
región se encuentra el río Bravo, que forma una barrera natural entre los dos
países. El cruce por El Paso es peligroso por la combinación de desafíos
naturales y de seguridad, pero es la zona elegida por miles de migrantes o a la
que son enviados por organizaciones criminales que trafican con personas con la
aspiración del sueño americano.
Económicamente,
El Paso no es un lugar atractivo para los migrantes porque el salario promedio
tiende a ser menor que en el resto del país: los migrantes pueden ganar unos
$12 por hora; mientras que en otros estados, el salario mínimo promedio es de
$17,55 por hora y en otros puede superar los $19 por hora.
Esta
es una comunidad de habla hispana que puede facilitar la adaptación temporal a
los migrantes que buscan establecerse, pero la mayoría, que busca mejores
oportunidades de vida, prefieran ir a otras ciudades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico