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jueves, 1 de abril de 2010

La lucha contra el totalitarismo (Extracto)


Fuente: Karl Jaspers: “The Fight against Totalitarianism” en Philosophy and the World – Selected Essays. (Washington D.C.: Gateway Editions, 1963), pp. 68-87.

"Yo no creo que hoy exista país alguno que esté inmune a contribuir al nacimiento de este mal [totalitario], aunque por otros caminos y en un espíritu diferente. En todo el mundo temo que existe la misma auto-negación que nosotros experimentamos: que esto no podía pasar aquí. Esto puede suceder en cualquier parte. Sólo es improbable cuando las grandes masas de la población están conscientes de esta posible amenaza y por tanto no pueden ser engañadas con promesas de una seguridad futura. Esto no es posible cuando la gente conoce la naturaleza del totalitarismo y es capaz de reconocerlo en sus etapas rudimentarias y en cada una de sus manifestaciones. Se trata, como Proteo, de un personaje que aparece cada vez con una nueva máscara, que se desliza fuera de nuestro alcance como una lombriz, que hace lo contrario de lo que dice, que distorsiona el significado de las palabras, que no habla para comunicar o decir la verdad sino para anestesiar, distraer, hipnotizar, intimidar, embrutecer—que explota y evoca todo miedo, que promete seguridad y brutalmente la destruye al mismo tiempo.

[El totalitarismo] no pide vínculos sino una obediencia total. Introduce un nuevo concepto de verdad —la línea del partido—y exige una fe ciega en el derecho absoluto de los líderes… Justifica cualquier cosa que ocurra llamando blanco a lo que es negro y A a la Z. Sus argumentos son sólo imaginarios pero, de hecho, no hay discusión. Se proclaman magníficos principios generales. Pero si estos principios no se conforman con la realidad concreta hay silencio. La atención se distrae entonces con la misma habilidad de un prestidigitador. Los totalitaristas no responden, no pueden ser conminados, hablan de otras cosas en lugar de responder. Recurren a cualquier gesto, a veces para aparentar sobriedad, a veces para exhibir mucha pasión. Su tono de voz sugiere que cualquiera que no concuerde con ellos debe ser estúpido o vicioso…

Una vez que se prepara el terreno, el régimen totalitario se presenta cada vez de manera distinta —a veces de un día para otro, otras veces paso a paso, por desvíos, esquivando todas las fuerzas defensivas. El poder de control total puede hacer una aparición repentina. A través de medios formalmente legales, [el líder totalitario], con el apoyo delirante de masas atemorizadas, puede por la vía del decreto abrogar las leyes, o puede llegar a controlar las policías locales y transformarlas a toda velocidad en un poder omnímodo. (Es por esto que cualquier fuerza policial centralizada, a diferencia de fuerzas locales limitadas, es tan peligrosa). … Una vez que esto sucede la situación es irrevocable. … En este punto, ya no hay nada más que ayude. El rompimiento es total. Un poder capaz de trasformar toda existencia, penetrar cada hogar, y dejar nada sin tocar, distingue la vida bajo una dictadura totalitaria de una vida en libertad política…

En el mundo de hoy está más claro —aunque todavía muy lejos de estar suficientemente claro— lo que el totalitarismo es y que cuando aparece, en el lugar que sea, y de la forma que sea, es como un virus de una enfermedad perniciosa que crece de forma salvaje y que consume a cualquiera que lo contrae. No se puede trabajar con él, no puede ser utilizado como una herramienta, no puede ser circunscrito a límites…

¿Cómo entonces debe librarse la lucha? Mientras esta máquina demoníaca aparezca sin llegar a dominar todo por completo, debe hacerse visible para todo el mundo. … Siempre aparece bajo el manto de un mártir para alcanzar una mejor verdad. Se apoya sobre los medios del mundo libre para distorsionarlos y destruirlos. (“Los he derrotado con su propia locura”, decía triunfante Hitler). Para hacerlo inofensivo, como una epidemia que es detectada y confinada desde el principio, la población tendrá que comprender el totalitarismo en sus rudimentos. Pero no nos engañemos. Incluso los estadistas del mundo están muy lejos de percibir la situación en todo momento—por la falta de escrúpulos del líder totalitario, que es muy superior a una mera duplicidad astuta; por aquella capacidad de olfato de su instinto infalible de poder; por su habilidad para cambiar el lenguaje y los argumentos a voluntad, dependiendo de la audiencia y de la situación; finalmente por sus súbitos e inesperados actos de represión…

Claridad acerca de la naturaleza del totalitarismo es entonces nuestra mejor arma, si logramos expandirla a toda la población. La indignación, la violencia, y el abuso no son buenas armas. El totalitarismo se desvanece en el aire puro de una clara visión. Pero una visión así debe ser descubierta….

Esperemos que esta lucha [por preservar la libertad y sus posibilidades] se realice con una clara visión y una aguda inteligencia en las situaciones concretas".

Publicado por:
Ganar La República Civil

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