Por Luis Pedro España N.
La excusa nunca fue
electoral, al menos no del todo. La parálisis gubernamental no puede explicarse
solo por la tradicional presunción del cálculo político, el costo social o la
posible afectación de la popularidad. La respuesta es más simple: no tienen la
menor idea de cómo se enmiendan sus errores.
El jingle publicitario de
que el gobierno tiene un proyecto y la oposición no, se contrapone a la
sorprendente inacción y su desastrosa consecuencia. Tras dos años de
inmovilismo y deterioro progresivo nadie cree que el gobierno pueda resolver
siquiera uno de los problemas creados por ellos mismos. Tenemos una sola
certeza, mañana será peor que hoy, 2016 peor que 2015.
La creencia pública de que
el gobierno no tiene respuestas, sino increíbles excusas, es la responsable del
deseo generaliza de cambio. Sin entrar a detallar la naturaleza del cambio,
porque probablemente nos encontremos que, en el fondo, la gente quisiera que se
apliquen las mismas políticas pero con resultados distintos a los que tenemos,
se necesitan propuestas que animen al pueblo.
No es este el momento para
debatir sobre las creencias económicas del venezolano, pero sí lo es para
impulsar propuestas que cuenten con el respaldo de la población y que además
dejen en claro que el deseo de controlar la Asamblea Nacional es para ayudar a
resolver los problemas, no para incrementarlos.
Tampoco lo es para plantear
el camino que llevará la transición política en Venezuela. Imaginar una ruta
electoral de triunfo parlamentario, triunfo de las autoridades regionales y
luego un revocatorio para que entonces efectivamente tengan lugar los cambios
que solucionen los problemas de hoy, es casi tan perverso como invitar a la
gente a que se goce las colas o haga del desabastecimiento una oportunidad para
la creatividad. El hambre no puede esperar tres años más.
Venezuela necesita
propuestas, creíbles y compartidas. Necesita sueños posibles y no solo duras
realidades. Todos sabemos que para salir del desastre bolivariano habrá que
asumir sacrificios, pero es hora de poner por delante las políticas que
demuestren que las soluciones de la oposición están de lado del pueblo y no de
incomprensibles requisitos macroeconómicos para relanzar al país. Tratemos de
no repetir la historia del último intento de superar el populismo. Ya sabemos
sus resultados.
Es hora de poner por delante
una agenda social. Una agenda que sirva como programa para la próxima Asamblea
Nacional. Propuestas de acompañamiento del pueblo en esta hora de sufrimiento
económico. Planes de compensación de emergencia para el país que está pasando
hambre y trabajo. Auténticos programas para impedir que nuestros jóvenes dejen
la escuela por culpa de una crisis de la que no son responsables. Sistemas de
acompañamiento a los enfermos crónicos que requieren de tratamientos para
mantenerles la vida. Un sistema de revisión trimestral del salario mínimo y las
pensiones para enfrentar la inflación, junto con las necesarias exigencias de
austeridad fiscal y nuevo modelo cambiario para que el Ejecutivo la combata.
Una revisión completa de los
planes de inversión del Estado con el fin de redireccionar los recursos en
aquellos que tengan impacto sobre la calidad de vida, agua y electricidad como
grandes prioridades. Además de un exhaustivo control del gasto del Estado para
eliminar todo lo suntuoso y bochornoso que siguen siendo los viajes y comitivas
al exterior.
Es la hora de las
propuestas. De una oferta social impulsada desde un parlamento de oposición,
pero que a su vez obligue al gobierno a la corrección económica que no sabe o
no quiere hacer.
15-10-15
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