miércoles, 23 de marzo de 2016

¿Reformar o refundar? Por @marconegron


Por Marco Negrón


Los aires nuevos que desde enero pasado circulan con fuerza por pasillos y salones de la Asamblea Nacional, han animado a muchos compatriotas a presentar propuestas que ayuden al país a dar finalmente el tan postergado salto al siglo XXI.

En nuestras últimas columnas hemos insistido en la necesidad de aprovechar la ocasión para abordar a fondo el tema de la gobernabilidad de Caracas, pendiente desde la década de 1980 y que en este siglo ha conocido dos intentos fallidos:
la Ley Especial del Distrito Metropolitano de Caracas aprobada por la Asamblea Constituyente en 2000, sustituida en 2009 por la Ley Especial del Área Metropolitana de Caracas cuando la Asamblea Nacional la derogó.

La primera de ellas adolecía de escasa visión de futuro y abundaba en lagunas y contradicciones legales, por lo que, aunada a la empecinada resistencia del Ejecutivo Nacional a permitir un mínimo de autonomía a los gobiernos locales, muy poco contribuyó a garantizar la gobernabilidad. La segunda fue simplemente una coartada para anular a la Alcaldía Metropolitana recién conquistada por la oposición democrática.

Un aporte significativo al debate es el Plan “Recuperemos Caracas”, presentado hace pocos días a la Asamblea por los alcaldes Ocariz y Muchacho y que, como lo proponen expresamente, debería “servir como agente desencadenante de una serie de discusiones y debates en el seno del Legislativo”. Aceptando la invitación, a continuación se adelantan unos primeros comentarios.

En él se atribuyen los problemas de Caracas al “crecimiento exponencial” de la población, que, aunado a la inadecuación del modelo de gestión, ha hecho que la expansión de la demanda de bienes y servicios urbanos supere la capacidad del sistema para satisfacerla.

Ciertamente, el modelo de gestión, incapaz de asegurar la coordinación necesaria entre los múltiples ámbitos de gobierno que convergen en Caracas y que ninguna de las leyes ensayadas hasta ahora ha sabido enfrentar, es parte muy importante del problema, pero no la única.

Para empezar hay que subrayar que no hay tal crecimiento exponencial de la población de Caracas: desde 1980 ella se mantiene alrededor de los 3 millones de habitantes, muy similar a la de ciudades como Buenos Aires o París y mucho menor a la de Bogotá, Lima o Santiago de Chile. Ese crecimiento, en verdad, está ocurriendo en las llamadas ciudades dormitorio de la Región Metropolitana que dependen de ella de manera desproporcionada en empleo y servicios: la de Caracas representa el 64% de la población de la Región, pero en ella se concentran el 80% del empleo y el 90% de los servicios especializados en salud, educación y cultura. Esto da origen a movimientos pendulares de población entre Caracas y dichas ciudades, generando impactos colaterales sobre otros servicios, en particular el transporte.

Si esta realidad no es reconocida (y así ocurría en las dos leyes mencionadas, pero la ausencia también persiste en el documento que se comenta) los problemas de Caracas seguirán sin encontrar cabal solución.

Es imposible en el espacio disponible agotar en su totalidad el Plan comentado, pero sí merecen destacarse sus importantes aportes en materia de competencias y de ingresos del gobierno metropolitano. En cambio, no parece lo más acertado, como allí se plantea, reformar la funesta ley de 2009: esta, simplemente, debe ser derogada para recuperar, con los ajustes que la experiencia recomiende, la propuesta original presentada en 1999 por la Fundación Plan Estratégico Caracas Metropolitana a la Asamblea Constituyente y que esta tergiversó. Aprovechemos la oportunidad avanzando hacia un planteamiento realmente novedoso y con visión de futuro, no remendando un instrumento cargado desde su origen de las peores intenciones.

22-03-16




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