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domingo, 12 de junio de 2016

Venezuela es una fiesta: El poder destructivo de nuestras autoexcepciones por @PorcarelliE


Por Eduardo Porcarelli


Semáforos en rojo que se interpretan como verdes. Prohibiciones que incitan automáticamente a la permisividad. Normas engavetadas que se abren y se cierran a conveniencia. Gente que dice mandarse a sí misma según su real gana. Arrogantes que se pavonean protegidos por la impunidad. Criminales con múltiples entradas y salidas de la cárcel. Corruptos que se fuman su tabaco riéndose de los ingenuos.

Fue a través de un seminario que tomé hace varios años en la UCV con la profesora argentina Julia Barragán, que conocí de una historia muy didáctica para entender el costo social que generan las autoexcepciones de las leyes.
La historia se llama “La Aldea era una Fiesta” y se resume más o menos en lo siguiente: Había un festival anual en el cual todas los aldeanos llevaban sus mejores vinos. Un día un aldeano se le ocurre que si mezclaba  el vino con un poco de agua, nadie lo iba a notar, ahorrando así, un poco de su  mejor vino. 


Cuando se realiza el festival algunos de los aldeanos notan que uno de los vinos era menos noble que otros años. Perciben en él, un dejo acuoso.
Al año siguiente algunos aldeanos que recordaban el sabor acuoso de uno de los vinos del festival del año anterior, deciden no llevar sus mejores vinos porque estiman que la calidad del festival estaba bajando.

Pasados los años el festival se venía cada vez a menos y más aldeanos preferían llevar sus vinos menos nobles. ¿Para qué llevar al festival los mejores vinos si los otros aldeanos los dejan en casa? Otros años más y la mayoría de los aldeanos estaba llevando agua en vez de vino.

¿Qué conducta incidió en la pérdida de calidad del festival? La autoexcepción de un aldeano bajo la errónea creencia que si se autoexceptuaba del incumplimiento de la norma, nadie lo iba a notar y peor aún, que su comportamiento le iba a reportar una ganancia sin vulnerar al sistema.
En Venezuela las autoexcepciones se han convertido en la regla y no justamente en la excepción. Muchos actúan para el presente, para el rédito rápido, interpretando las normas a conveniencia, acogiéndolas o alejándose de ellas  según las circunstancias y sobre todo quienes las aplican, se basan en muchas ocasiones en interpretaciones rocambolescas alejadas de cualquier razonamiento lógico-jurídico.

¿A qué lleva este comportamiento sostenido en el tiempo? A un incremento sustancial de las autoexcepciones que derivan en un escenario caótico, anárquico, de quiebre institucional, pero sobre todo moral. Por eso es que en los países que progresan, la ley es la ley y su respeto y cumplimiento es estricto porque permitir una autoexcepción es sembrar una semilla de destrucción del sistema demasiado peligrosa para el orden y la paz  social.
Existe un estudio del World Justice Project que se llama The Rule of Law (El Imperio de la Ley). El estudio mide variables tales como la corrupción, el orden y la justicia, respeto a los derechos humanos, la aplicabilidad de la ley, el funcionamiento de la justicia civil, criminal, informal entre otras. De 102 países que participaron en la medición de 2015, Venezuela ocupa la posición 102.

¿Cómo mejorar? No es sencillo. No basta solo que se apliquen las sanciones cuando se violan las normas,  sino también que los integrantes de la sociedad desarrollen conductas de cooperación que generan confianza dentro del sistema y disminuyan los incentivos para destruirlo. Fácil decirlo. Difícil hacerlo. Mientras tanto, nuestra aldea sigue de fiesta, con menos recursos y retos mucho más complejos.

08-06-16




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