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jueves, 23 de junio de 2016


Por Froilán Barrios Nieves


No es necesario presenciar una quema de libros marxistas, socialistas en la plaza Altamira, u otra similar de textos sobre neoliberalismo en la Ceiba de San Francisco, para entender los extremos de la polarización en nuestro país que radicalizan por un lado las posturas del común ciudadano de a pie, y por otro al más encumbrado intelectual de reconocido pedigrí cultural.

A partir de esta fase de radicalización nada es rescatable, desde la simple forma de vestir y el color, hasta la música criolla o el hard rock, ya que en definitiva eres apátrida, pitiyanqui, traidor o, por el contrario, desdentado, gobiernero o lamesuelas, mendigo de la limosna gubernamental.


Alguien dijo alguna vez que la principal víctima en la guerra es la verdad, en nuestro caso se ha convertido en la principal arma de la estrategia gubernamental para, mediante su versión de nuestra historia, dividir a una nación, confrontarnos y alimentar al extremo los resentimientos del coloniaje español, traducida hoy en el discurso oficial donde el poder será ejercido eternamente por el pueblo, aun cuando lo ejecute en realidad la caterva cívico-militar depredadora.

Por tanto, ante el catecismo gubernamental antiimperialista la respuesta opositora no puede ser de manuales, donde el antisocialismo, el antimarxismo a ultranza es más similar al pensamiento único oficialista, que pretendemos por medios constitucionales sustituir, por la sociedad democrática y plural que aspiramos a rescatar y reconstruir.

Si bien es cierta la cruenta pesadilla que sufrimos y nos conlleva a superar esta barbarie, no debe derivarnos en la dicotomía promovida desde el poder donde solo existen escuálidos y chavistas, lo que no refleja en realidad la riqueza cultural y política acumulada en nuestra historia del siglo XX.

En aquella Venezuela donde se expresaban libremente quienes militaban en organizaciones políticas desde la socialdemocracia, socialcristianismo, tendencias del marxismo, trotskismo y diferentes expresiones del socialismo, cuyas propuestas de país se confrontaban y algunas eran coincidentes, teñidas de estatismo, otras de neoliberalismo, en un contexto de libre expresión de las ideas.

Hoy ¿que diferencia a un militante del PSUV, PPT, Podemos, PCV, entre otras del zoológico oficialista?, que no sea su fidelidad a una revolución ficticia y el acceso a los recursos del Estado. Si cambiamos el tercio ¿que diferencia a un militante de PJ, VP, AD, UNT, BR entre otros del variopinto mundo opositor que no sea el apego a un jefe o líder de cada partido? Sin responder a la pregunta ¿y el programa dónde está?

En todo caso, si hay alguna certeza es que son días de fin de régimen, los que por tanto determinan prefigurar los caminos de reconstrucción nacional donde capital y trabajo son fundamentales, y estos se labran en un contexto unitario, sin exclusiones, ni sectarismos, ni descalificaciones, donde florezcan las propuestas y el debate por el país inclusivo que todos aspiramos, que nos permita entrar definitivamente en el ámbito global del siglo XXI.

22-06-16




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