Por Ismael Pérez Vigil, 01/07/2016
Comentaré dos hechos que se dieron en paralelo la semana pasada, el
proceso de validación de huellas para dar inicio a un proceso revocatorio del
mandato de Nicolás Maduro y dos jornadas o debates en la OEA sobre la situación
de Venezuela.
Con respecto al tema de la OEA, no me dedico a la política
internacional, ni pretendo incursionar en la materia. En realidad no haré
ningún análisis de política exterior, solamente quiero reaccionar ante algo que
vi, como lo haría cualquier mortal: una foto en la cual el Presidente Nicolás
Maduro condecora a la Canciller Delcy Rodríguez. Al principio no sabía si era
real o un montaje; y digo que me pareció un montaje, pues no alcanzo a
comprender cuales fueron los meritos extraordinarios de la Canciller que
ameritaran algún premio.
En la OEA se dieron dos jornadas en las cuales se vio involucrada
Venezuela, una el día 21 de junio, en la cual un grupo de ex presidentes,
propuestos por Venezuela y encabezados por Rodriguez Zapatero de España,
presentaron un informe de sus gestiones en pro de un dialogo político en
Venezuela. El análisis de fondo de esta circunstancia se lo dejo a otros, no es
motivo de esta nota; yo solo rescato el hecho, sin entrar a valorarlo, de que
algo ocurre en el país como para que tres ex presidentes le dediquen su
“valioso” tiempo y presenten un informe, nada menos que ante la OEA, que es el
foro más representativo del continente americano. La otra jornada fue el 23 de
junio, con la reunión del Consejo Permanente de esa organización para considerar
el informe de su Secretario General sobre nuestro país.
La condecoración exprés a la Canciller con la Orden Militar de Defensa
Nacional, grado Comendador, si fue por haber solicitado la reunión del 21 de
junio, es incomprensible. Independientemente de cualquier consideración, la
sola convocatoria a una reunión en la que tres ex presidentes afirman estar
haciendo gestiones de diálogo y paz en Venezuela, ya es de por sí un
despropósito y un reconocimiento de nuestro Gobierno de que algo grave está
ocurriendo que tiene que apelar al concurso de otros para resolverlo, y encima
reúne a todo el continente para que se exponga y conozca cual es nuestra
situación. ¿Es esto merecedor de una “condecoración”?.
Si fue por los discursos e intervenciones de la Canciller en estas
reuniones de la OEA, me parece que eso le restó apoyo al Gobierno venezolano,
antes que sumarle voluntades. Mucho menos que haya sido por el dislate que
supuso someter a votación el orden del día del 23 de junio, pues fue otro error
monumental. Digo que es un dislate, pues si no se hubiera sometido a votación
ese tema, se hubiera dado la reunión de todas maneras y se hubiera producido el
discurso de Almagro, que aunque demoledor, era solamente un discurso, que si
bien abrió la discusión en el continente sobre Venezuela y la aplicación de la
Carta Democrática a nuestro país, al discurso en sí, no lo siguió ninguna
votación y nunca hubiéramos sabido que impacto o consenso tuvo; pero al someter
a votación si se aceptaba el orden del día, ya sabemos que hay 20 países que
apoyaron la moción, contra doce, incluida Venezuela, que se opusieron y 2 que
se abstuvieron; es decir, ya sabemos con qué apoyo y con que no cuenta el
actual Gobierno venezolano en ese foro en el que están, con la sola excepción
de Cuba, todos los países del Continente.
Es decir, en esa llamada “arena” internacional, la más representativa
del continente, aunque le pese a nuestro Gobierno, Venezuela solo cuenta con el
apoyo de los gobiernos similares al nuestro en América Latina: Nicaragua,
Bolivia y Ecuador y un puño de países caribeños, mas El Salvador, que son los
que nuestro petróleo y la generosidad de nuestra petrochequera nos ha podido
granjear en los últimos 17 años. Ese es el apoyo con el que cuenta el Gobierno
de Nicolás Maduro. Ustedes dirán si valía una condecoración a la Canciller el
habernos asegurado el conocimiento de esta circunstancia.
Mientras esto ocurría, en nuestro país desde el día 20 de junio y
durante toda la semana se dio la extraordinaria jornada en la cual más de 400
mil venezolanos, contra todas las circunstancias, trampas, triquiñuelas,
marramuncias, lograron validar su huella para impulsar el primer paso del
referendo revocatorio que dará al traste con el Gobierno de Nicolás Maduro y el
oprobioso régimen instaurado desde 1999 en nuestro país por Hugo Chávez Frías.
No hubo nada que no intentaran el Gobierno y sus satélites, empezando
por el CNE, para impedirlo. Para comenzar, de más de 1300 maquinas que tenían
que haber dispuesto para el proceso, de acuerdo con el número de personas a
validar, apenas dispusieron 300. Pero la verdad es que si hubieran puesto más
maquinas, hubiera validado hasta el gato. Y ellos lo saben, por eso pusieron
pocas. Incluso para sabotear más fácil el proceso, pero sucedió que no tuvieron
la fuerza, ni la gente, con que hacerlo.
En el pasado proceso, el “reafirmazo”, en el año 2003, antes del
revocatorio del Presidente Hugo Chávez, el ultimo día de reafirmación de las
firmas, casi no se pudo hacer nada, pues los grupos bolivarianos,
“rodilla en tierra”, estaban desplegados por todas partes, junto con los
motorizados, aterrorizando a todo el mundo. La semana pasada no lo pudieron
hacer, sino de manera aislada, focal, eventual, en algunos y escasos sitios;
simplemente no hubo respuesta popular a los llamados del Gobierno, ni siquiera
a los llamados de Nicolás Maduro a manifestar en las plazas Bolívar el día 23
de junio, supuestamente en apoyo a la posición de Venezuela en la OEA, cuyo
caso se debatía ese día.
Y es que la procesión va por dentro y cada vez son más los que afirman
que los pedidos internos de “renuncia” al Presidente Maduro, para “salvar al
Chavismo de una debacle política”, no son el invento de Juan Barreto ni la
amargura de Diosdado Cabello tratando de negar el rumor, sino una cruda
realidad. El problema es de fondo, porque mas allá de una escisión insalvable
entre las tres o cuatro tendencias internas del chavismo, hay al menos dos de
ellas que consideran que se juegan no solo la posibilidad de perder el poder, sino
también la de perder su libertad y la vida como ahora la conocen. Una “salida
honrosa”, cualquiera, para frenar una catástrofe política en el PSUV y en el
chavismo, inevitablemente arrastrará a muchos de ellos hasta su casi
desaparición. Y esa es una medicina muy amarga para tragar.
Al final, quedó en evidencia la semana pasada, que mientras Delcy
Rodríguez vociferaba en la OEA y anunciaba manifestaciones en toda Venezuela en
rechazo al Secretario General Almagro, aquí lo que había –tristemente para el
Gobierno– era una ciudadanía activa haciendo cola para validar huellas o
indignados venezolanos haciendo cola para comprar comida y medicinas.
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