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jueves, 24 de mayo de 2018

Por quién doblan las campanas por @froilanbarriosf



Por Froilán Barrios


La escasa participación ciudadana en la fallida jornada electoral del 20/M ha generado múltiples lecturas, acordes con los intereses de cada quien, y cada una compite con la otra en su distanciamiento de la realidad, lo que convierte el evento en un torneo donde cada cual reclama su versión de victoria, acompañada de descalificaciones y de traiciones.

Lo cierto del caso es que ese día el pueblo venezolano estremeció a la comunidad internacional pendiente de la tragedia que padecemos, al asumir una decisión contundente y autónoma que ha determinado, entre responsos y funerales, la muerte de una forma ancestral de hacer política, característica de quienes abusan del poder y de la miseria humana, y de quienes creen que la política es el ejercicio infinito de demagogia, maniobras, manipulaciones, en un concierto de impunidad que el subestimado manso pueblo acate.

En tal sentido, Maduro y su corte no tienen otra suerte que avizorar tempestades, ya que el esfuerzo digital de la compatriota del CNE de inflar hasta 6 millones de votos para sosegarles no logra esconder la realidad de una maquinaria chavista que se esfumó para siempre, de nada valieron 23 aumentos salariales, bonos de Día de la Juventud, Carnaval, Semana Santa, Primero de Mayo, madres del barrio, parto humanizado; las pensiones de amor mayor, la misión vivienda, los 12 millones de inscritos en el carnet de la patria y los diez y tantos millones de inscritos en el PSUV, la aparición ventajista de otro partido oficialista, Somos Venezuela, al no ser suficientes para impedir la dramática escena nacional de 14.000 centros electorales convertidos en cementerios un plácido domingo primaveral.

La sonrisa siniestra trastocada en mueca del ministro de comunicación pretende esconder su desazón, sabiendo que está sentado sobre una bayoneta y debe derrochar felicidad por los cuatro costados para esconder su fracaso y justificar el presupuesto abusivo publicitario que abrumó a un pueblo harto de la farsa que lo ha conducido a la ruina producida por un régimen cuya divisa es el saqueo, la destrucción nacional y su incapacidad de atender las exigencias de la población.

Por otra parte, la oposición pretende esconder sus vergüenzas; unos, asumiendo gratuita y cómodamente la abstención como su victoria, y aquellos que participaron en el proceso electoral, culpando a los primeros de su derrota. Si fuere así, la consigna hoy sería: ¡Vete Maduro, y gobierno ya del Frente Amplio! Pues, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, la abstención fue una decisión ciudadana asumida por cada venezolano; incluso, fue una abstención asumida por chavistas, por opositores, por Ni-Ni, en fin, por todo un país hastiado que condena en primer lugar a la banda criminal gobernante y, en segundo término, a quienes, por su incapacidad, han sido un comando organizador de derrotas y de capitulaciones ante la dictadura.


Este trance puede ser superado mediante un inmediato reagrupamiento opositor de todos los sectores, cuyo norte debe apuntar a un gobierno de transición y a la convocatoria a elecciones generales, ya que el retorno del pueblo a la política estará marcado por una renovación total del liderazgo a todos los niveles. Si, por el contrario, la oposición continúa en un torneo de descalificaciones rumiando resentimientos, brindará un suspiro a un régimen en agonía y sin destino, prófugo de la comunidad internacional, que percibe a un Maduro aún más debilitado por el fraude electoral.

La política brinda oportunidades a quien persevera y asume los principios consagrados en la vigente CRBV; y, como dijera E. Krauze (2018), la historia no tiene libreto, decimos que la escribirá quien asuma plenamente sin chantajes a un colectivo heroico que es el pueblo venezolano, como el caso actual de Nicaragua, donde un cura de parroquia y un movimiento estudiantil aguerrido han puesto en jaque mate al gobierno de Ortega, colega de Maduro.

23-05-18




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