Luis Manuel Esculpi 11 de septiembre de 2018
Leyendo
un artículo reciente de Arturo Pérez- Reverte donde el autor de numerosa obra
literaria, entre ellas la famosa serie del Capitán Alatriste, narra una
conversación con otro notable y prolijo representante de la literatura española
Javier Marías; quien durante la cena en un restaurante de la Plaza Mayor de
Madrid, donde el ganador del premio Rómulo Gallegos, le comenta que piensa
escribir en próximo trabajo sobre un interesante tema y le plantea: ¿te has
dado cuenta -dice- de que en los últimos tiempos está de moda destruir la
imagen de cuantos hombres ilustres tenemos en la memoria “.
Pérez-Reverte
relata que después de meditarlo un poco le da la razón a Marías, añade que
considera no sólo sucede en España, sino en toda Europa, o en “lo que aún
llamamos Occidente “, en la conversación se pasean por figuras mundiales como
Hitchcock, De Gaulle y mencionan ” ahora le toca a Churchil” y por supuesto por
algunos de los más conspicuos representantes de la filosofía y las letras
españolas de los últimos tres siglos: “Derribar estatuas y bailar sobre los
escombros. Es como una necesidad reciente. Como una urgencia”. Escribe el autor
en el artículo titulado: Que todos queden atrás.
Traigo
a colación el texto mencionado a partir de la observación de varios debates -si
se les puede denominar así- que se han producido recientemente en algunas redes
sociales, en especial tuiter, la verdad es allí donde participo con alguna
frecuencia, la tendencia que describen los dos escritores españoles se
manifiesta de maneras incluso irracionales. La situación país puede explicar
-no justificar- que el insulto y la descalificación sean expresión de desahogo,
por la tensión, el desasosiego y la incertidumbre que reina en el ambiente, por
las derrotas sufridas y por la ausencia de perspectivas nítidas.
La
incomprensión de la necesidad de la mayoría de obtener algunos beneficios con
el carnet de la patria, la absurda idea que la “casa que vence las sombras”, la
Universidad Central de Venezuela es la fuente de este enorme fiasco, casi
motiva a algunos irracionales a proponer que el letrero ordenado por Chávez en
la Academia Militar: “Cuna de la revolución bolivariana” sea mudado a la Plaza
del Rectorado, son apenas dos muestras de la insensatez que reina en algunos
círculos. Verdaderos enredos.
También
allí se manifiesta la antipolítica -consciente o inconsciente- recorre esos
espacios, olvidando que ese síndrome a fines del siglo pasado, destruyó
reputaciones -individuales y colectivas- creando condiciones para los que hoy
gobiernan asumieran el poder. Por supuesto el liderazgo político, de ayer y de
hoy, tiene su cuota de responsabilidad en la expansión de tal fenómeno.
No es
conveniente, en ningún caso generalizar -no debo incurrir en el error que
critico-además de los defectos señalados en las redes, también se manifiesta el
talento, la reflexión, la exposición de ideas, el buen humor, el sarcasmo
creativo e incluso la frivolidad inteligente. Confieso que he hecho amistad con
gente a través de ese medio, incluso algunas quienes les tengo respeto y
consideración sin ni siquiera haberlas tratado personalmente. Las redes
sociales tienen entre otras esa virtud, permiten igualmente, la transmisión de
información en tiempo real, en medio del cerco mediático establecido.
El
régimen pretende igualar la sociedad hacia abajo, no sólo en el ámbito
económico y social, también en la esfera cultural. Sin embargo no comparto una
de las apreciaciones del reconocido autor en el sentido de: “ganaran los
mediocres, no cabe duda. Suyo es el futuro”. En el planeta y en nuestro país
existen inmejorables e insuperables reservas humanas para impedir tal
desaguisado, independientemente del ruido que hoy puedan hacer quienes optan
por el “trending topic”, por el fanatismo y el desahogo visceral ante el
análisis, los argumentos y el debate racional, no debiera ser demasiado pedir,
el respeto por quienes no piensan como nosotros.
La
prédica y conducta del oficialismo, lamentablemente ha prendido más allá de sus
filas. El cambio político no significa exclusivamente cambiar de gobierno,
supone también objetivos verdaderamente exigentes para lograr el entendimiento
y la reconciliación
Luis
Manuel Esculpi
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