Por Gioconda Cunto de San
Blas
Carretera Panamericana Km 8,
Instituto Universitario de Tecnología Dr. Federico Rivero Palacio (IUT); Km 11,
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y Quimbiotec. Los
dos primeros, institutos de investigación científica y tecnológica y de
docencia universitaria o de postgrado; el tercero, planta procesadora de
derivados sanguíneos, institución de servicio tecnológico de alto nivel en
salud. Todos creados en los cuarenta años de democracia que precedieron a estos
veinte de “socialismo”; todos ahora en la indigencia revolucionaria.
El IUT, creado en 1971 con
el apoyo del gobierno francés a través de un convenio de cooperación
internacional, graduaba técnicos superiores de tal calidad que quienes deseaban
continuar estudios para graduarse de ingenieros, entraban directamente a las
universidades con equivalencia plena de materias. No más. Ahora el nivel de
deterioro se disfraza en la neolengua imperante: “programas nacionales de
formación”, “unidades curriculares”, “trayectos”, en vez de carreras, materias,
semanas, denominaciones que esconden la drástica reducción en horas de clases,
la inexistente prelación de materias, la reducida nómina de profesores, para un
nuevo año lectivo que apenas contará con 45 inscritos, un 15% de los que antes
ingresaban. Ni que hablar de investigación tecnológica, tan fructífera en el
pasado del IUT. Laboratorios en ruinas, equipos dañados y nunca reparados,
infraestructura decadente, son el leitmotiv del que antes fuera institución
señera en materia tecnológica.
En ruta hacia el IVIC y en
sus terrenos está Quimbiotec, surgido del IVIC en 1988 para servir
gratuitamente a todos los hospitales del país con derivados sanguíneos
requeridos para el tratamiento de sus pacientes. Fue una experiencia exitosa de
aplicación de investigaciones hematológicas, que hoy duerme en el abandono
porque como me han dicho algunos trabajadores, allí van a calentar silla. Dan
fe de esa inactividad los infinitos llamados desesperados por redes sociales en
búsqueda de albúmina humana, factor VIII, inmunoglobulinas… que antes eran
provistos diariamente por Quimbiotec en su afán por cuidar la salud de los
venezolanos.
¿Qué decir del IVIC? Es
reiterar la decadencia del IUT. Pronto a cumplir 60 años de existencia el
9/2/2019, en sus primeros 40 mantuvo actividades por doquier, investigaciones,
reuniones científicas, un instituto que señalaba un rumbo en aquella Venezuela
que despertaba a la civilidad. Por un lado, proyectos experimentales, muchos de
ellos centrados en la solución de problemas nacionales: investigaciones sobre
microbios patógenos, estudios nutricionales, proyectos en petróleo, pruebas
diagnósticas novedosas, formación de recursos humanos de alto nivel; por otro
lado, Soto, Escobar, Otero, Cruz Diez, Bermúdez… y sus magníficas obras de
arte, acompañándonos en nuestro discurrir académico.
Ahora el ambiente es otro
porque el país es otro. El desprecio por el conocimiento, la ignorancia
como virtud son ahora política de Estado. El comité intergremial nos señala que
los laboratorios están paralizados en 77% por falta de presupuesto; 24% de los
investigadores ha emigrado; de los 25 postgrados que forman la oferta docente
del IVIC, solo 13 permanecen abiertos; si en 2014 ingresaron 83 estudiantes
graduados, este año lo hicieron apenas 2. Algo de no creer es la beca que estos
reciben: ¡Bs.S. 6 (seis) mensuales! La biblioteca Marcel Roche muere de mengua,
sin presupuesto desde hace 4 años. Mientras, la preocupación actual de las
autoridades es cómo “descolonizar” el país, estudios que sospecho, no estarán
orientados a liberarnos de la isla caribeña que hoy nos coloniza.
También sufren Soto, Cruz
Diez, Escobar… cubiertos de maleza y suciedad, perdido el brillo de épocas
pasadas. La dureza de la vida venezolana bajo la revolución fallida nos ha cegado
a las bellezas del entorno. Solo hay tiempo para escarbar en las necesidades
básicas de la vida diaria para sobrevivir.
Por los momentos, el encanto
del quehacer científico y su armonía con el paisaje circundante parecen
remotos. Pero regresarán y el IVIC, junto con Quimbiotec y el IUT, volverán a
resplandecer con sus jardines cuidados, las obras de arte valoradas y una
actividad científica y tecnológica rutilantes, cuando este país, nuestro país,
retome la senda del progreso
Tuiteando
Teodoro: Formando parte de
la “familia talcualera”, como él nos llamaba, compartimos sus luchas por la
sobrevivencia del periódico, presa apetecida por un régimen de insaciable
vocación hegemónica. Y aquí estamos, a pesar de las dificultades. Texto
completo en hilo de Twitter
07-11-18
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