Por Emma Sánchez Álvarez
Para el exrector de la
Universidad Metropolitana, la universidad privada no es una isla en la crisis y
sufre también el impacto hiperinflacionario y todas sus consecuencias.
Las universidades públicas y
privadas atraviesan una de las crisis más fuertes de su historia, no solo en lo
económico y financiero, sino también por la limitación de su autonomía, en la
capacidad para desarrollar e incentivar la investigación, debido a la diáspora
de estudiantes en busca de oportunidades, la de los profesores por los bajos
salarios y la de los trabajadores por el deterioro de sus condiciones
laborales, además de las restricciones en el debate libre de las ideas.
Contrapunto conversó
sobre este importante tema con José Ignacio Moreno León, exrector de la
Universidad Metropolitana en el marco del foro “Datos y desafíos de la
democracia cristiana en Venezuela”.
Moreno León es ingeniero
químico egresado de la Universidad de Louisiana (EEUU), con máster en
Administración de Empresas por la Universidad Central de Venezuela y en
Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Fue
durante 14 años rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela, miembro
del Consejo Directivo del IESA. Profesor titular de la Universidad
Metropolitana y la Simón Bolívar. También fue ministro de Energía y Minas y del
Fondo de Inversiones de Venezuela, superintendente fundador del Seniat,
exdirectivo del Banco Central de Venezuela y exembajador de Venezuela en
Canadá. Ahora es director general del Centro de Estudios Latinoamericanos
Arturo Uslar Pietri (Celaup).
—¿Cómo observa usted la
situación de la educación en Venezuela en general?
—La situación de la
educación en Venezuela en este momento es bastante crítica, pero no creo que
podamos abordarla solo en este momento, sino que viene en un proceso de
deterioro desde hace varios años, porque no se le ha dado la importancia que
tiene el sistema educativo en el desarrollo del país. En la actualidad, desde
luego, el problema se ha agravado por la inflación y todos los problemas que giran
alrededor de este específico tema. Se ha hecho imposible ejercer la docencia y
desarrollarse como docente por las bajas remuneraciones y las pocas
posibilidades de ir a otros lados a hacer posgrados.
Por eso es que desde hace
varios años se están graduando bachilleres que no han visto Matemáticas y
Física porque estas son las áreas donde más ha mermado la cantidad de
profesores. La situación del país ha provocado un éxodo muy grande de
profesores al exterior porque, si se comparan en dólares, los sueldos con el
resto de América Latina, la verdad es que es absurdo. No tengo exactamente el
sueldo de un maestro, pero sí te puedo decir que está por debajo de los 10
dólares y en cualquier otro de nuestros países vecinos el sueldo mensual pasa
de los 2 mil dólares. En el caso de un profesor universitario, cuyas cifras
tengo más a la mano, el sueldo de un profesor con doctorado no llega a 50
dólares mensuales y en países como Ecuador, Brasil, Chile superan los 2.500
dólares mensuales, además de la posibilidad que tienen de desarrollo
profesional y de actualización de conocimientos. Este tema es una de las
razones que ha hecho que la situación haya llegado a los extremos.
—Según su criterio, ¿cuál
sería el elemento más importante en este momento que atraviesan las
universidades?, ¿los presupuestos reconducidos, la restricción de la autonomía
de la universidad, la limitación de la discusión libre de las ideas? ¿Qué ha
repercutido tanto en el sector universitario que mantiene a las universidades
al punto del colapso y del cierre?
—Yo, quizás por el sesgo de
catorce años de hacer gerencia académica como rector de una universidad
privada, donde los recursos tienen que medirse con mucho cuidado porque en el
caso nuestro depende fundamentalmente de la matrícula, te diría que el tema
económico, los recursos, es lo que más ha influido, a pesar de depender del
presupuesto nacional. La situación es dramática desde el punto de vista de
falta de laboratorios adecuados, infraestructura deteriorada por falta de
recursos para hacer buen mantenimiento y, desde luego, lo que mencionábamos de
la remuneración de los docentes y de la imposibilidad de ir a hacer estudios en
el exterior.
En el tema de la
investigación y el desarrollo es lo mismo, en una época durante este gobierno
se creó la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación de Venezuela (Locti), y hubo
mucha esperanza de que eso era un buen empujón para la ciencia y la tecnología,
pero el gobierno decidió centralizar el uso de recursos y darle una orientación
diferente a la que originalmente tenía, y por lo tanto los recursos para la
investigación y desarrollo se están aplicando para otras cosas. El proceso que
tiene que ver con la creación intelectual y el desarrollo tecnológico ha caído
tremendamente en nuestro país.
—¿Tiene estadísticas sobre
la situación de las universidades en este momento? Según su criterio, ¿cuántas
de las universidades públicas mantienen ese prestigio?
—El prestigio lo mantienen
universidades como la Universidad Central, la Universidad Simón Bolívar, la de
Carabobo y la del Zulia. El tema es que el deterioro en los últimos años ha
sido dramático por la falta de recursos frente a un proceso hiperinflacionario
que todos conocemos, lo que ha deparado en una fuga terrible, una diáspora de
talento académico. En la Universidad Simón Bolívar yo creo que más de 50 % de
los profesores, muchos de ellos con doctorados en el exterior, han tenido que
dejar la universidad y están trabajando en otros países, en Estados Unidos, en
Europa y en el Sur donde, como te decía, la remuneración es muy superior y las
posibilidades de desarrollo también.
El drama de la educación
superior se agrava o se nota de manera más drástica cuando comparamos lo que
debe ser la universidad frente a la nueva demanda de las nuevas realidades globales,
y creemos que nosotros en lugar de estar avanzando estamos no solamente
estancados, sino en términos relativos, retrocediendo. En Venezuela, bueno eso
es una enfermedad de casi toda América Latina, hay poco desarrollo tecnológico,
pero en el caso nuestro prácticamente está paralizado y como te digo, la
calidad docente e inclusive la asistencia de nuevos estudiantes en ciertas
carreras, se ha visto, también, deteriorado. Decían que en la Universidad
Central, por ejemplo, se abrió este año un cupo de 1.000 estudiantes para la
Escuela de Farmacia y se inscribieron menos del 50 %, porque también los
estudiantes, aunque la universidad sea gratuita, ante la crisis económica,
buscan trabajar para ayudar a su familia y eso choca con su formación
profesional o se van (del país).
—En cuanto a la universidad
privada, usted, que estuvo a cargo de la Universidad Metropolitana, ¿cómo se
comporta el porcentaje de estudiantes y profesores?, ¿cómo está la situación en
la universidad privada, que también está transitando momentos duros?
—Yo estuve a cargo de la
Universidad Metropolitana durante 14 años y dejé el cargo para
responsabilizarme del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri
desde hace seis años, o sea, que estoy trabajando más en el área de investigación,
creación intelectual y extensión universitaria. El Centro Uslar es un programa
que armamos durante mi rectorado basado en la donación de más 18 mil libros de
su biblioteca personal que le legó Uslar a la universidad. Establecimos un
centro de estudios de la problemática latinoamericana en todas sus vertientes,
cultural, artística, económica, política, y hemos producido alrededor de 60
publicaciones; foros y seminarios sobre los temas de los que te hice
referencia. Pero te diría que esas actividades que están al lado de las
actividades de docencia y la académica propiamente dicha, las hemos estado
desarrollando gracias a donaciones que hemos tenido de corporaciones como la
Corporación Andina de Fomento, en una oportunidad el Banco Santander y otras
instituciones financieras. De manera que no es una carga para el presupuesto
normal de la universidad.
La Universidad
Metropolitana, al igual que otras universidades privadas, desde luego que tiene
problemas económicos porque se ha tratado de mantener una remuneración adecuada
a los docentes para evitar esa diáspora a la que hice referencia. Sin embargo,
la diáspora existe porque hay desniveles de sueldo, inclusive en las
universidades privadas. Por ejemplo, la Metropolitana y la Católica son las que
tienen mejores remuneraciones, pero en todo caso es imposible competir con los
sueldos de universidades de otros países latinoamericanos, por no hablar de
otros países como los Estados Unidos y Canadá.
Entonces, nosotros tenemos
una fuga, no tan grande pero que sí se siente, de profesores en el área de
Ingeniería, de Matemáticas, sobre todo en las ciencias duras y eso lo sufren el
resto de las universidades privadas. La universidad privada no es una isla en
la crisis, sufre igual que las otras del impacto hiperinflacionario y todas sus
consecuencias, que no se les pueden cargar a los padres para financiar mejor
las remodelaciones, porque cada día se les hace más difícil a los padres
mantener al estudiante porque la matrícula tiene que ajustarse para poder cumplir
con los profesores y las otras programaciones, pero tiene un límite en función
de la capacidad de los padres para mantener a sus muchachos estudiando.
—¿Los ingresos de estas
casas de estudios son suficientes para cubrir el alto costo de los servicios y
mantener las operaciones académicas y administrativas?
—Yo te diría sinceramente
que no, y hay que reconocerlo, porque lo otro sería mentir; muchas de las
actividades que se desearían hacer, en este caso en la Metropolitana, no las
podemos hacer por falta de recursos. Por ejemplo, ¿mandar a un profesor a hacer
un posgrado en el exterior?, no tenemos los recursos; ¿mejorar los
laboratorios?, tampoco; ¿financiar programas de investigación con recursos del
presupuesto?, imposible; ¿hacer publicaciones?, tú que te manejas en el área de
las comunicaciones sabes que las impresiones en Venezuela se han dificultado
mucho, es dificilísimo publicar un libro. Todas esas son situaciones que, desde
luego, golpean la calidad de la educación en este país. Es triste cuando uno
ves que países como Finlandia, que hace siete décadas era un país con
carencias, ahora es uno de los nuevos países desarrollados en tecnología y en
educación. Han logrado, precisamente, esa superación económica porque
decidieron, como dicen, meterle el pecho de verdad a la educación y apostar por
una educación de excelencia, una educación de calidad a todos los niveles desde
preescolar hasta la universidad que es tutorada por universidades como Harvard,
MIT y otras universidades de excelencia mundial para hacerle seguimiento a los
proyectos de mejoras universitarias.
El drama que vive la
educación en Venezuela se hace más evidente cuando se compara con países que
hace cinco, seis, siete décadas estaban en un nivel de desarrollo muy inferior
al nuestro y se propusieron como proyecto nacional impulsar el desarrollo
fundamentado en el progreso de los recursos humanos a través de una educación
de excelencia.
—¿Cuál es la matrícula de la
Universidad Metropolitana en este momento?
—La Universidad Metropolitana
es una universidad de tamaño modesto con una matrícula que, actualmente, debe
estar por el orden de unos 5 mil estudiantes, unos 500 en posgrado y el resto
en las diferentes carreras. Siempre se ha mantenido en esos niveles porque se
creó con esa idea, una atención más personalizada al estudiante y por las
limitaciones de espacio físico.
—¿Ha habido deserción del
profesorado? ¿En qué porcentaje?
—Sí, ha habido, no te sabría
decir el porcentaje, pero sabes que las universidades privadas en Venezuela
trabajan, básicamente, con profesores de tiempo parcial, son pocos los
profesores de tiempo completo. La diáspora no se produce tanto como en las
públicas porque en ellas el porcentaje de profesores a sueldo de la universidad
a tiempo completo es mayor, pero el nivel de remuneración es muy bajo. Yo diría
que pudiéramos hablar de 15 %. Yo lo veo con frecuencia en la página de la
universidad al abrir concursos para incorporar profesores.
—¿Siguen las ayudas del
sector privado del país que solían mantener algunos programas? ¿Siguen teniendo
el apoyo del sector privado o eso se ha perdido?
—Volvemos al caso de la
crisis económica, la universidad nació con el aporte del sector privado, la
mayoría de los edificios de aula se hicieron con aportes de la asociación
bancaria, el lugar donde funciona nuestro centro de investigación también se
acondicionó con aportes de bancos, y muchas de nuestras publicaciones, por no
decir que casi todas, han sido financiadas por el sector financiero y la
Corporación Andina de Fomento, hay que destacar eso porque ha sido un apoyo
importante para el desarrollo de la universidad, pero desde luego ha bajado
sensiblemente por la misma situación económica que tiene el sector privado.
—El Gobierno advierte que
ellos han hecho mucho por la educación venezolana, han abierto muchísimas
universidades y mantienen que han democratizado la educación. ¿Usted cree que
en Venezuela, realmente, las universidades públicas están formando a buenos
profesionales?
—Yo te voy a contestar con
una experiencia de un país que es de mucho agrado del Gobierno. China tiene a
nivel de los rankings dos o tres universidades entre las primeras.
Ahora, ¿cómo es el sistema educativo en China? Un sistema que apunta a la
excelencia en todos los niveles. Hay universidades privadas en China, pero en
el caso de las universidades públicas, para mantenerse en las universidades
públicas de primera, el estudiante tiene que ser un estudiante de primera
también. Ese concepto de masificar la educación sin atender a la calidad, yo
creo que es cometer un fraude con el estudiante, porque no es tener un título,
es cómo fue la formación de ese nuevo profesional para haber obtenido el
título. La masificación en una escasez de recursos como la nuestra no lleva
sino a una educación de mala calidad. Desde luego que se han abierto muchas
universidades, pero las preguntas que tenemos que hacer son: ¿dónde está la
calidad de los docentes?, ¿dónde están los profesores bien formados y
capacitados para garantizar eso?, ¿dónde están los salones bien adecuados? La
respuesta es una interrogante porque no es posible que teniendo las
universidades autónomas en crisis puedan abrirse más universidades con esa
limitación de recursos.
—¿Qué errores, piensa usted,
ha cometido este Gobierno en relación con la educación universitaria?
—El que puede haber cometido
cualquier gobierno que no entienda que la educación es la base de formación de
recursos humanos de calidad, que es el fundamento del proceso de desarrollo.
Creo que, históricamente, las universidades, por su razón de ser, deben contar
con autonomía en su gestión, y tratar de frenar esa autonomía a través de un
freno financiero es un juego que no favorece a nadie. La universidad tiene que
ser como dice el himno de la Central: “la casa que vence las sombras”, y para
eso tiene que tener libertad de pensamiento, de discusión de ideas, con una
base de recursos que permita que eso se desarrolle con un criterio de
excelencia. La educación, y especialmente la educación superior, tiene que ser
de excelencia para poder tener profesionales capaces de enfrentar los grandes
retos del desarrollo de un país como este en este momento.
—¿Qué propuestas daría usted
para transformar esa educación que se ha masificado, sin calidad, para volver a
retomar lo que eran las universidades venezolanas que eran reconocidas en
América Latina? ¿Qué debemos hacer los venezolanos para recuperar ese prestigio
de las universidades?
—Tú lo acabas de decir,
tiene que ser un compromiso de todos los venezolanos. Yo creo que si algo debe
marginarse de un dilema político estéril es el tema de cómo sacar adelante la
educación. Ese debe ser uno de los puntos fundamentales de un acuerdo nacional,
porque está en riesgo el futuro del país cuando tenemos una educación mediocre
frente a una sociedad de la información, y el conocimiento que nos está
diciendo que la única manera de sobrevivir exitosamente en este mundo que se
está globalizando con esas premisas de la información y el conocimiento es,
precisamente, teniendo instituciones capaces de estar al ritmo de ese reto tan
grande que nos plantea la nueva realidad global. Ese es un compromiso, cuando
hablo de compromiso sabes que no hablo solamente de un modelo de educación de
primer mundo sino de un compromiso económico para financiarlos, porque qué
hacemos con proyectos y propuestas para una educación de excelencia si para
lograrlo se necesitan muchos recursos. El recurso humano está globalizado y
tenemos que competir con otras instituciones, por ejemplo, el caso de Finlandia
y otros países que han logrado saltar al mundo desarrollado en menos de 10
décadas con base en la educación, ha sido donde inclusive se han asociado con
universidades de primera en países como Estados Unidos o Inglaterra, para hacer
alianzas que le permitan quemar etapas en la búsqueda de esa calidad que no se
tenía.
Yo creo que en el caso de
Venezuela necesitaríamos hacer algo similar con universidades como Harvard,
MIT… el presidente de MIT es venezolano, graduado en la Universidad de Carabobo
con una maestría por la Universidad Simón Bolívar. El tema educativo,
especialmente en el nivel de educación superior hay que verlo con una visión
global, una visión de futuro, una visión del mundo de las nuevas realidades de
la ciencia y la tecnología que nos están llevando en un proceso acelerado de
cambios y de revolución tecnológica tremendos que llevó a una personalidad como
Henrique Cardoso, presidente de Brasil, hace 10 años que estábamos entrando en
un nuevo renacimiento.
—¿De qué forma rescatar la
educación y a los venezolanos en general? Según su visión de país frente a la
crisis universitaria, ¿cuál sería la salida para avanzar, para transformar esta
situación tan precaria que tenemos en una situación proactiva?
—Partir de la idea de que el
recurso humano es el elemento fundamental para impulsar un desarrollo
sostenible con visión social, y eso nos debería llevar a que la educación debe
ser la primera prioridad de cualquier programa para salir de la crisis que
tenemos. Por lo tanto, hay que acabar con varios mitos que nos han traído
adonde estamos, que es que la docencia se considera como algo casi marginal. Yo
te mencionaba el caso de países como Finlandia, China, Singapur, donde los
profesores a todos los niveles, son los profesionales de mayor reconocimiento
social, no solo porque se les respeta sino porque están muy bien remunerados y
en un proceso permanente de actualización profesional, porque es que con esta
dinámica de cambio que está viviendo el mundo, el docente tiene que estar por
encima, a velocidad superior de cambio para mantenerse válido en su formación y
en su actividad como educador. Esa, sin ninguna duda, debe ser la primera
prioridad, buscar los recursos de donde sea posible para hacer un gran acuerdo
nacional de relanzar la educación como herramienta fundamental para salir de la
crisis.
—¿Usted piensa que todavía
los profesionales venezolanos que se han graduado en universidades públicas y
privadas de este país siguen teniendo un alto grado de capacitación y
formación, que son capaces de competir con los profesionales que se gradúan en
otras universidades?
—Sí, ¡cómo no! Te voy a
poner ejemplos. Uno de la ingeniera que trabaja en lo que llaman ahora realidad
virtual para la NASA. Es una muchacha que yo tuve el honor de darle su título
de ingeniero de Sistemas hace como 15 años, se fue para el exterior, hizo
posgrado en el sur de los Estados Unidos y creo que en una universidad del
norte también. Yo estuve investigando. Creó un laboratorio de realidad virtual
en una universidad y ahora trabaja para la NASA. En Harvard, el director de los
servicios de cardiología del principal hospital de la Universidad de Harvard es
un médico venezolano. Y así, te podría poner varios casos que indican que la
educación que se ha estado impartiendo en toda Venezuela, a pesar de todas
estas restricciones, ha sido buena. Lo que es preocupante es que el deterioro
ha sido demasiado acelerado y eso, indudablemente, va a impactar o está
impactando el proceso educativo en este momento.
—¿Cree que el Gobierno es
culpable de toda esta crisis que vive el sector universitario?
—A mí no me gusta ser así
tan extremista, yo diría que la sociedad venezolana es culpable porque a esta
realidad se ha llegado a través de un proceso que viene más atrás de los 20
años de este gobierno. No se les ha dado a las universidades y a la educación
superior el reconocimiento nacional que debió habérsele dado para mantener el
nivel de formación que nos hubiera evitado caer donde hemos caído. Por ejemplo,
en las escuelas de Educación de varias universidades hay áreas que
prácticamente no tienen estudiantes que apliquen y por eso, ya desde hace más
de 10 años, se están graduado bachilleres sin física, ni química, ni
matemática, porque no hay profesores en esas áreas. Entonces, es un proceso de
deterioro que, desde luego, en este gobierno se ha acelerado por la crisis y la
falta de atención al presupuesto, especialmente al de las universidades
autónomas, nadie lo puede negar.
Yo le decía para hacer ese
relanzamiento de la educación con esa visión de calidad, como los recursos son
limitados en todas partes, por eso existe la economía; lo primero que hay que
hacer es redimensionar el Estado. El Gobierno debe tener la función fundamental
de contar con una educación de calidad, una sociedad sana porque existan
servicios de primera y un sistema impositivo que permita recabar impuestos para
financiar esas actividades, lo demás sobra. Ya hemos visto que donde el Estado
pone la mano para querer gerenciar empresa. No ha habido ningún caso de empresa
exitosa que haya sido gerenciada por el Estado, que haya sido expropiada por el
Estado y se haya levantado o por lo menos se haya mantenido.
—A su juicio, ¿la ideología
que impone este gobierno ha deteriorado no solamente la calidad de las
universidades, sino a Venezuela en general?
—En los años 70 salió una
publicación de un Premio Nobel de Literatura mexicano que venía del comunismo,
un artículo que se llama El ogro filantrópico. Él quiso dibujar en esa
figura el daño que le hace a la sociedad cuando el Estado se considera el dueño
del destino de cada uno de los ciudadanos, haciendo fundamentalmente referencia
al caso mexicano. Recuerde que México tuvo después de la Revolución
prácticamente siete décadas en manos del PRI, y fue muy crítico de la forma
cómo se manejaba un sistema que era eminentemente estatista, concentrador de
las decisiones, dador de beneficios al que estuviera con el Estado y de
marginación al que no coincidiera con las políticas del Estado. Con esa visión,
más o menos, se han manejado muchos gobiernos en América Latina, y el caso
nuestro es un caso típico que no solamente se ha manejado con esa visión, sino
que se ha manejado ineficientemente con esa visión, por lo tanto las
consecuencias son más graves.
04-11-18
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