Américo Martín 11 de noviembre de 2018
Se
acepta pacíficamente que hay una relación de causalidad entre hambre y locura.
Integrarían lo que Sartre llamaba “totalidad concreta”. Si el hambre es un polo
de esa totalidad y la locura otro lo que determina su dinamismo es la
reciprocidad. A mayor locura más hambre y a más hambre mayor locura. Es una
espiral ad infinitum. Aunque pueda parecerlo, no estoy haciendo, no puedo
moralmente hacer, ejercicio de ingenio con esa sombría relación. Hablaré de
hambre -sin precedente desde los albores del siglo XX venezolano y lo que va
del XXI- y de los rebullones de la locura relacionados con la irracionalidad
reinante en la esfera Política, que en un momento de grave urgencia como el
actual, apunta a los más disparatados objetivos, dejando de ser el arma por excelencia
para combatir el hambre y ganar democracia, libertad y prosperidad.
En
2012 la FAO exaltó avances en la lucha del gobierno de Chávez contra el hambre,
dando lugar a un profuso canto de victoria de un gobierno horro de buenas
noticias., pero el organismo no tardó en descubrir la cruda verdad. Entre 2015
y 2017, dijo con sobria elocuencia, ¡Venezuela retrocedió 18 años en materia
alimentaria! Las cifras proporcionados por Caritas de Venezuela, organización
de asistencia de la Iglesia Católica muestran para el año en curso un 15% de 7
mil desnutridos en riesgo de muerte. Y el Observatorio venezolano de la salud
dirigida por mi admirada Marianella Herrera constata un retroceso de 50 años. A
su vez Encovi, encuesta de tres Universidades, los venezolanos perdieron más de
11kilos y casi 90% declaró que su alimentación es precaria
Maduro
ganaría 6 años o agonizaría en dos meses, según se ratifique o no la
maquinación electoral del pasado 20 de mayo.
Si la
diplomacia madurista lograra convencer a la mayoría que se retracte de su
terminante opinión acerca de la naturaleza fraudulenta de aquellos comicios, su
lapso estaría comenzando; de ocurrir lo contrario, concluirá el 10 de enero de
2019. El caso es que no solo nadie ha desertado sino que aumentan los adherentes.
La suerte del gobierno está echada. El hambre y las variables que hacen de
Venezuela un caso de asombro mundial, anuncian el cercano cambio democrático.
Sin costosas salidas de fuerza, la presión internacional y la agonía rebelde de
los venezolanos hacen impensable la perpetuación. Lo del régimen es
perder-perder, pero no es lo mismo salir al abrigo de la Constitución que
alzarse contra el mundo y las irritadas multitudes.
La
oposición debe atenerse a dos reglas: fortalecer-ampliar la unidad para evitar
la hecatombe y consolidar un sólido liderazgo. Lo que entra en el Libro del
disparate humano es lo que estamos presenciando. Facciones engolfadas en una
feroz lucha sazonada con un lenguaje gárrulo que las deja sin protagonismo. No
sería difícil individualizar culpables; mejor es sugerir soluciones. El
desenlace no debe pasar por la muerte política de nadie. Todos merecen gozar de
la anhelada democracia.
¿Cadáveres
insepultos? No abundan en el hacer político. Siempre es posible reflexionar y
actuar de otra forma. En cambio los suicidas, ¡ah, esos sí que no tienen
remedio!
Américo
Martín
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