World Food Programme 07 de noviembre de 2018
Impulsados por las privaciones
y falta de oportunidades, miles de venezolanos caminan cientos de kilómetros
buscando un futuro mejor en el exterior.
El
ruido de los camiones y los autos en la carretera que conduce de Cúcuta a
Bucaramanga, apaga el llanto de Jesús Rodríguez, el bebé que lleva en brazos
Escaret González, su madre, quien camina junto a su familia hacia el Perú.
Si
bien ya tenía la intención antes, su nacimiento fue el detonante para que
Escaret decidiera dejar su país. Al principio contempló que su hijo se quedara
en Venezuela, pero desistió. “Si voy a pasar trabajos, los pasaré junto a él,”
dijo. “Quiero disfrutar de sus primero pasos, de sus primeras palabras.”
Ella,
su marido e hijo van a encontrarse con su suegro. El resto del grupo va a Cali,
adonde esperan llegar en unas dos semanas.
Esta
es la travesía de la desesperación. La primera ciudad que esperan encontrar es
Bucaramanga, un tramo de 187 kilómetros que en carro tarda 4 horas y treinta
minutos. A pie por una carretera estrecha, con niños y maletas, el camino se
extiende varias jornadas de horas extenuantes. Deberán subir hasta 3,442 metros
de altura en medio de temperaturas bajas propias del páramo.
El
grupo salió de Venezuela hace tres meses. Trataron de permanecer en Cúcuta,
pero debido a la gran cantidad de venezolanos ya allí instalados y a la
situación “ruda”, decidieron seguir adelante.
Roxy
Medina, la prima de Escaret es otra joven madre, quien con lágrimas en los ojos
cuenta que dejó a su hijo de 5 años con su padre. “Nunca pensamos dejar
Venezuela,” dice. También se separó de su madre y hermano y dejó un trabajo de
oficial de seguridad en una empresa de agricultura. No quiere ir demasiado
lejos porque su plan es volver a buscar a su hijo.
Esta familia de caminantes lleva consigo su ropa,
edredones para el frío y chaquetas. Dos de las mujeres caminan con sandalias.
Como la mayoría de los caminantes, el grupo no lleva ni dinero, ni agua, ni
alimentos. El cooler está vacío. Subsisten de lo que algunas
personas les ofrecen en la carretera.
Me dejaron atrás
Arliany Pérez tiene 20 años y su bebé 2. Descansa al lado
de la carretera. Los camiones pasan a escasos 2 metros de donde ella se
encuentra. A pesar del cansancio, no se deja vencer pues sabe que todo lo que
está sufriendo ahora es por el bien de su hija.
Viene de San Cristóbal, Venezuela. Pasó la frontera a
pie, y así siguió montaña arriba. Aún no llega al páramo de Berlín. Aún no
siente frío, pero ha escuchado que deberá cubrirse y protegerse muy bien. Las
noticias reportan que una mujer migrante murió de hipotermia hace unos días.
Comparte su historia: “Llevo día y medio caminando. Salí
a las 3 de la mañana con un grupo de personas, pero me dejaron atrás pues no
puedo caminar tan rápido con mi niña en brazos.”
Su destino es Bogotá. “No conozco a nadie allí,” dice
Arliany. “pero espero conseguir un empleo y darle un mejor futuro a mi hija,
con comida y sin delincuencia.” Explica que camina porque no pudo conseguir un
pasaje en bus sin pasaporte.
Aunque tiene zapatos deportivos en su maletita, lleva
chancletas puestas. Tiene poco para abrigarse. En su larga caminata, descansó
en un refugio improvisado por gente de buen corazón y con ganas de ayudar de
alguna forma. Pero la ayuda no es suficiente ya que cada día pasan por esta
carretera cientos de migrantes venezolanos que se adentran al territorio colombiano.
“Es dura esta situación,” resume. “Nos encontramos en
otro mundo que no es el de nosotros, pero nos toca seguir caminando porque es
lo único que nos queda.”
Al igual que los demás migrantes, su motivación es salir
adelante para también poder apoyar a familiares.
Millones de venezolanos han salido de su país en los
últimos años, con el 90% asentándose en Sudamérica. Se estima que 1 millón de
migrantes se han quedado en Colombia.
WFP ha respondido a esta crisis migratoria con un plan
que incluye la atención alimentaria de emergencia en departamentos colombianos
fronterizos con Venezuela y con Ecuador. WFP también asiste a migrantes
vulnerables en Ecuador, en la frontera con Colombia.
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