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jueves, 8 de noviembre de 2018

La odisea de los caminantes por la cordillera, por @WFP



World Food Programme 07 de noviembre de 2018

Impulsados por las privaciones y falta de oportunidades, miles de venezolanos caminan cientos de kilómetros buscando un futuro mejor en el exterior.

El ruido de los camiones y los autos en la carretera que conduce de Cúcuta a Bucaramanga, apaga el llanto de Jesús Rodríguez, el bebé que lleva en brazos Escaret González, su madre, quien camina junto a su familia hacia el Perú.

Si bien ya tenía la intención antes, su nacimiento fue el detonante para que Escaret decidiera dejar su país. Al principio contempló que su hijo se quedara en Venezuela, pero desistió. “Si voy a pasar trabajos, los pasaré junto a él,” dijo. “Quiero disfrutar de sus primero pasos, de sus primeras palabras.”

Ella, su marido e hijo van a encontrarse con su suegro. El resto del grupo va a Cali, adonde esperan llegar en unas dos semanas.

Esta es la travesía de la desesperación. La primera ciudad que esperan encontrar es Bucaramanga, un tramo de 187 kilómetros que en carro tarda 4 horas y treinta minutos. A pie por una carretera estrecha, con niños y maletas, el camino se extiende varias jornadas de horas extenuantes. Deberán subir hasta 3,442 metros de altura en medio de temperaturas bajas propias del páramo.

El grupo salió de Venezuela hace tres meses. Trataron de permanecer en Cúcuta, pero debido a la gran cantidad de venezolanos ya allí instalados y a la situación “ruda”, decidieron seguir adelante.

Roxy Medina, la prima de Escaret es otra joven madre, quien con lágrimas en los ojos cuenta que dejó a su hijo de 5 años con su padre. “Nunca pensamos dejar Venezuela,” dice. También se separó de su madre y hermano y dejó un trabajo de oficial de seguridad en una empresa de agricultura. No quiere ir demasiado lejos porque su plan es volver a buscar a su hijo.

Esta familia de caminantes lleva consigo su ropa, edredones para el frío y chaquetas. Dos de las mujeres caminan con sandalias. Como la mayoría de los caminantes, el grupo no lleva ni dinero, ni agua, ni alimentos. El cooler está vacío. Subsisten de lo que algunas personas les ofrecen en la carretera.

Me dejaron atrás

Arliany Pérez tiene 20 años y su bebé 2. Descansa al lado de la carretera. Los camiones pasan a escasos 2 metros de donde ella se encuentra. A pesar del cansancio, no se deja vencer pues sabe que todo lo que está sufriendo ahora es por el bien de su hija.

Viene de San Cristóbal, Venezuela. Pasó la frontera a pie, y así siguió montaña arriba. Aún no llega al páramo de Berlín. Aún no siente frío, pero ha escuchado que deberá cubrirse y protegerse muy bien. Las noticias reportan que una mujer migrante murió de hipotermia hace unos días.

Comparte su historia: “Llevo día y medio caminando. Salí a las 3 de la mañana con un grupo de personas, pero me dejaron atrás pues no puedo caminar tan rápido con mi niña en brazos.”

Su destino es Bogotá. “No conozco a nadie allí,” dice Arliany. “pero espero conseguir un empleo y darle un mejor futuro a mi hija, con comida y sin delincuencia.” Explica que camina porque no pudo conseguir un pasaje en bus sin pasaporte.

Aunque tiene zapatos deportivos en su maletita, lleva chancletas puestas. Tiene poco para abrigarse. En su larga caminata, descansó en un refugio improvisado por gente de buen corazón y con ganas de ayudar de alguna forma. Pero la ayuda no es suficiente ya que cada día pasan por esta carretera cientos de migrantes venezolanos que se adentran al territorio colombiano.

“Es dura esta situación,” resume. “Nos encontramos en otro mundo que no es el de nosotros, pero nos toca seguir caminando porque es lo único que nos queda.”

Al igual que los demás migrantes, su motivación es salir adelante para también poder apoyar a familiares.

Millones de venezolanos han salido de su país en los últimos años, con el 90% asentándose en Sudamérica. Se estima que 1 millón de migrantes se han quedado en Colombia.

WFP ha respondido a esta crisis migratoria con un plan que incluye la atención alimentaria de emergencia en departamentos colombianos fronterizos con Venezuela y con Ecuador. WFP también asiste a migrantes vulnerables en Ecuador, en la frontera con Colombia.

Tomado de: https://historias.wfp.org/la-odisea-de-los-caminantes-por-la-monta%C3%B1a-c647d8621204

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