Páginas

sábado, 10 de noviembre de 2018

Tijera genética: Crispr/Cas9, por Miguel Méndez Rodulfo




Miguel Méndez Rodulfo 09 de noviembre de 2018

La humanidad ha dado un salto cuántico con el mayor avance científico de los últimos 30 años, que significa la tecnología genética del Crispr/Cas9. Esta es una herramienta editora de genes; lo que implica que a partir de ahora la naturaleza es corregible y que se podrá cambiar el ADN humano de una manera precisa. Esta posibilidad abre infinitas puertas y es el nacimiento de la nueva ciencia. Las siglas Crispr/Cas9 provienen del inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas”; y del nombre de una serie de proteínas, principalmente unas nucleasas, que las llamaron así por Crispr Associated System. Palindrómicas significa que se pueden leer igual al derecho y al revés. Este descubrimiento se derivó de la observación de las bacterias, cuando éstas actúan contra los virus que las invaden, a través de un editor de genoma que poseen y que les permite defenderse de los ataques virulentos. De esta característica bacterial, se derivó el mecanismo de tijera genética que permite cambiar el ADN de una manera muy selectiva.

El CC9 es muy fácil de programar, es muy eficiente y versátil, a diferencia de técnicas anteriores, porque permite muchos tipos distintos de cambio en el genoma y en la expresión de los genes. Ahora podemos reescribir el genoma de cualquier célula en cualquier organismo. Es aplicable a células y tejidos, a humanos, animales y plantas. La manera como funciona este mecanismo, sería algo así como unas tijeras moleculares que son capaces de cortar cualquier molécula de ADN haciéndolo además de una forma muy precisa y totalmente controlada. Esa capacidad de cortar el ADN es lo que permite modificar su secuencia, eliminando o insertando nuevo material genético. La tecnología anterior de las llamadas enzimas de restricción actuaba sobre sitios concretos cortando el ADN; el sistema Crispr/Cas9 es algo más que eso, puesto que primero corta y luego inserta ADN en donde se haya cortado; en otras palabras en CC9 corta pero además pega.

El descubrimiento de tan significativo mecanismo se debe a los equipos de investigadores dirigidos por las doctoras Emmanuelle Charpentier en la Universidad de Umeå y Jennifer Doudna, en la Universidad de California en Berkeley, quienes lograron convertir ese mecanismo natural de defensa de las bacterias, en una herramienta de edición “programable”, que sirve para cortar cualquier cadena de ADN in vitro.

Para los botánicos el CC9 es un sueño hecho realidad ya que anteriormente fabricar un editor de genoma tardaba aproximadamente 6 meses y costaba alrededor de los US$ 25.000; hoy se fabrica en días y vale US$ 100. Podemos imaginarnos la velocidad que esto le abre a la experimentación. Los investigadores de este campo ya trabajan en el diseño de plantas más resistentes a la salinidad y a las sequías, con lo cual se dan el lujo de vislumbrar el fin del hambre en el mundo. Se habla de una segunda revolución verde. Como la tecnología es también aplicable a los humanos, hay muchas esperanzas en la cura del Sida, del cáncer y de la mayoría de las enfermedades que hoy nos aquejan. Por supuesto que se abren infinitas posibilidades a la ciencia, pero nos adentramos en el terreno movedizo de los dominios de la ética, como ha ocurrido a lo largo de la historia con las nuevas invenciones que cambian los paradigmas y crean nuevas eras.

En tanto que el mundo avanza a pasos agigantados y en forma vertiginosa, en Venezuela no hacemos sino retroceder. Al menos hemos echado para atrás 70 años. Triste reconocerlo, pero aunque nos duela esa es la realidad. Sin embargo, las luces que se encienden en el mundo, también iluminan a Venezuela, como siempre decía del Sabanetero: nadie tiene tanta suerte, tanto tiempo.

Miguel Méndez Rodulfo
09 de noviembre de 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico