Por Simón García
El presidente Guaidó detuvo
la negociación auspiciada por Noruega. Un gesto de protesta por la muerte,
víctima de tortura, del Capitán de Corbeta Acosta Arévalo. Pero ella debe
retomarse porque es una vía para realizar acuerdos que pongan fin a la
destrucción del país y al sufrimiento de la gente.
La política transicional,
aquella que tiene por objetivo cultivar y construir fuerzas y condiciones para
reconquistar la democracia, debe poner énfasis en un movimiento que a todos los
niveles promueva entendimientos en la población, en las organizaciones de la
sociedad y en el seno de las instituciones. El acuerdo es una herramienta
positiva de lucha que debilita o anula el sistema de imposiciones autoritarias
que sostienen al régimen.
Una política que promueva el
acuerdo en todo espacio y lugar es la mejor forma de relacionarse con la gente
a partir de sus intereses y necesidades concretas. La mayoría de los
venezolanos respalda este camino en el terreno de la opinión y la llevan a cabo
en su práctica cotidiana. No es un discurso, es lo que la gente ya está
haciendo por su cuenta.
Los partidos dedican muy
pocos esfuerzos al acompañamiento y apoyo a estas relaciones solidarias que
abundan en los sectores de la población más castigados por la crisis. Dejan en
ángulo muerto, las pequeñas, diversas y numerosas formas populares de
entendimiento. Son insensibles al hecho político que indica que donde se sella
un acuerdo, por insignificante que parezca, se está derrotando la polarización
que conviene al poder.
Sin pequeñas victorias de
base no habrá ruptura democrática del régimen autoritario. Sacar del área de
control del régimen a toda parcela de sociedad que sea posible, estableciendo
el diálogo y la acción conjunta entre ciudadanos, al margen de su
identificación política, abre puertas para dos logros importantes: fortalecer
organización y conciencia de cambio en la sociedad civil.
Si el régimen aceptó la
iniciativa de Noruega es porque la necesita. El para qué de su interés es
distinto al de la oposición. Un dato que debe tomarse en cuenta al denunciar,
movilizar y luchar contra la pretensión oficialista de intentar mandar con el
rechazo de los gobernados.
En la acera opositora urge
repensar la estrategia de cambio y sustituir el cese a la fuerza de la
usurpación por un cese democrático y electoral, acordado entre las partes. Un
nuevo desarrollo de la estrategia que tenga como una prioridad las elecciones,
la economía de sacrificios a la población y la formación de un gobierno de
integración con representantes de la oposición, del chavismo y personalidades
independientes. Esto oxigenará a Guaidó.
A esa versión del cambio le
hace falta rostros, una vocería colectiva que explique al país que no todas las
opciones están sobre la mesa y un mayor activismo a favor del entendimiento por
parte de organizaciones de la sociedad civil que refuercen el rol que los
partidos, hoy necesarios pero insuficientes.
07-07-19
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