Laureano Márquez 09 de agosto de 2019
@laureanomar
Dicen que el sentido del ridículo “es aquello
que nos hace estar pendientes por no hacer nada que pueda causar molestia o
provocar risas por parte de los demás”. Hay personas que tienen un alto
sentido del ridículo y otras en las que escasea, es decir, personas que tienen
una mínima preocupación porque aquello que dicen o hacen mueva a la risa. Hay
muchos tipos de risa. Para un comediante, por ejemplo, la risa de los demás
constituye la mayor satisfacción, vive para ello. Esto no quiere decir que él
haga el ridículo, pues si alguien tiene un elevado sentido del ridículo es el
comediante. La risa que el ridículo produce es diferente: no es humorística,
sino que se convierte en una expresión de lástima o vergüenza.
Recuerdo, hace muchos años, haber asistido al montaje
de una versión de Otelo en la que trabajaba un querido compañero de Radio
Caracas Televisión. Durante la representación del clásico teatral, los
asistentes reíamos de buena gana al ver el divertido montaje cómico que un
elenco de actores dramáticos había conseguido de la célebre tragedia de
Shakespeare. Cuando al final de la obra acudí a felicitar a mi compañero -que
era, casualmente, el que daba vida al moro de Venecia-, el ambiente en el
camerino sí que era de verdadera tragedia. Él, con los ojos vidriosos de
llanto, me preguntó: “¿pero por qué se reían?”. La pregunta me puso al tanto de
que la auténtica desgracia se desarrollaba detrás del escenario: esa divertida
obra, la que yo como cómico habría querido montar, constituía para estos
actores dramáticos una verdadera fatalidad: habían hecho el ridículo. De hecho,
la única función de una anunciada larga temporada fue la del estreno. Es
curioso la delgada línea que a veces separa las cosas: al serio le angustia la
risa y al cómico la seriedad.
Todas estas reflexiones sobre lo que significa hacer
el ridículo vienen a cuento por la noticia que hoy, 6 de agosto de 2019,
aparece reseñada por la agencia de noticias EFE: “El Gobierno de Maduro
sugiere a los venezolanos postergar los viajes a EE.UU. por los tiroteos”.
El régimen alude a las trágicas masacres acaecidas en los Estados Unidos en los
últimos días: la de El Paso, que dejó un saldo de 22 personas fallecidas y 24
heridos y la de Ohio, con 9 fallecidos y 27 heridos, lo que, sin duda,
constituye una catástrofe lamentable, una nueva muestra de la locura enfermiza
que evidencia el tema de los tiroteos en los Estados Unidos y el delicado tema
del control de armas, siempre polémico en la sociedad norteamericana.
Ahora bien, dicho lo anterior, hay que decir esto
otro: que un régimen que asesina, tortura, quita la vista a adolescentes, lanza
a presos políticos del décimo piso, asesina a jóvenes manifestantes en las
calles, un régimen responsable de lo que de seguido se describe:
- “En las últimas
dos décadas más de 300.000 venezolanos fueron asesinados, lo que arroja un
promedio de al menos 41 homicidios por día” (es decir: Venezuela tiene 2
El Paso cada día) (O.V.V.).
- “Más del 60% de
los asesinados en los últimos 20 años (cerca de 200.000) tenían entre 14 y
29 años cuando perdieron la vida, en tanto que el 90% eran hombres y más
del 80% vivían en la pobreza.” (O.V.V.).
- “Otra consecuencia
de esa falta de respuesta por parte de las instituciones es el uso de la
«justicia privada», que ha incrementado en los últimos años los casos de
linchamiento y de asesinatos por encargo, que ocurren en situación de
impunidad y pérdida del Estado de derecho”. (O.V.V.).
- “Entre 2016 y
2018, los funcionarios de seguridad mataron a 18.339 personas,
equivalentes a 509 ciudadanos por mes, y en lo que va de 2019 los cuerpos
policiales han asesinado a 15 personas a diario bajo el argumento de
haberse resistido a la autoridad” (Briceño León)
La lista seguro es más larga y dolorosa. Pero repito:
que un régimen responsable del agobio de sus connacionales por todos los
crímenes descritos, les sugiera que no visiten a los Estados Unidos de América
por el peligro que esta visita podría acarrear para su seguridad, es muestra
inequívoca de que se ha perdido todo sentido del ridículo. En nuestro caso, la
desnudez del rey es patéticamente pornográfica.
Laureano Márquez
@laureanomar
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