LUIS UGALDE 31 de enero de 2024
En un
llamado a la negociación y el diálogo, el sacerdote jesuita y exrector de la
UCAB ofrece una perspectiva del panorama nacional, tras los sucesos del 23 de
enero del 2024, y destaca la urgencia de encontrar caminos democráticos para el
país, en medio de un contexto de represión y crisis económica
El año 2024 es para Venezuela el año de la esperanza, pero comienza cargado de amenazas. Año de decisiones político-electorales con voto democrático en una sociedad de rotundo fracaso con varios récords mundiales negativos. Necesitamos negociación y voto libre para salir de esta trágica realidad y rescatar la democracia y la economía. Negociación nacional entre los hoy enfrentados para que las próximas elecciones presidenciales no sean una farsa controlada y manipulada desde el poder. Urge establecer la fecha de los comicios y el cronograma electoral, la actualización del registro electoral para que puedan votar tres millones de jóvenes excluidos, la observación internacional, etc.
Quienes
están decididos a perpetuarse en el poder han visto que, en unas elecciones
presidenciales libres y competitivas, es inevitable la derrota ante María
Corina Machado, como candidata unificadora de la voluntad nacional de cambio.
Esto les pone ante el dilema de abrirse a una transición pacífica,
razonable y negociada… o declarar la guerra a ese 90% de
venezolanos que necesita cambio, criminalizar a la oposición, inventar
conspiraciones, perseguir a líderes y activistas y condenar a la
población a la permanencia del actual estado de miseria. Por eso, en torno
a la fecha liberadora del 23 de enero activaron, desde el poder,
fantasmas de atentados para matar a Maduro y arreciaron la persecución contra
los opositores activos. Represión militar y civil dura y rápida para
meter miedo y paralizar a la oposición con la “Furia Bolivariana” y uso
represivo del poder judicial y del policial-militar…
El
punto culminante de esta movilización represiva fue la ratificación, por su
Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), de la inhabilitación de MCM por 15 años,
con una sentencia de redacción panfletaria. No nos sorprende la inhabilitación
arbitraria e inconstitucional (ver art. 65 de la Const.) de María Corina y
Henrique Capriles. Con ello intentan anular políticamente a la candidata
indiscutible de la abrumadora mayoría de millones de venezolanos. Así
matan el camino democrático arduamente negociado en Barbados entre el gobierno
y la dirigencia opositora con apoyo internacional y de la política
estadounidense, y desprecian la voluntad del pueblo venezolano expresada en las
primarias de la oposición y deseada por el 90% de la población. MCM fue
aclamada y escogida candidata a la presidencia para encauzar y guiar el difícil
camino desde la reinante esclavitud hasta la producción de soluciones, donde la
esperanza vuelva a brotar y la vida a reverdecer.
La
Conferencia Episcopal, al comienzo de este año, de manera escueta y descarnada
expresa el sentir de los venezolanos: “Nos duele e interpela, constatar el
sufrimiento del pueblo venezolano en materia de salud, educación, alimentación,
bajos salarios, corrupción, etc., todo esto constituye una flagrante violación
de los derechos humanos, que desdeña su condición de ciudadanos e hijos de Dios”.
La
decisión del TSJ no sorprende, pero es un golpe muy grave al debido camino
electoral y a la reconstrucción nacional. Afortunadamente,
María Corina es y sigue siendo la candidata y el intento de eliminarla ha
recibido un claro rechazo del sentir ciudadano, de la Plataforma Unitaria, de
los partidos políticos, de los países democráticos: defender la libre
elección presidencial e ir “hasta el final” que es la reconstrucción nacional,
política, económica y social.
Tras
este brutal bloqueo dictatorial, como dijo el poeta, “caminante no hay camino”,
pero “se hace camino al andar”, con creatividad inteligente y flexible. Ahora
más unidos que nunca y con más apoyo internacional manteniendo la ruta
electoral, defendiendo el voto libre y abriendo caminos de alianza de todos los
demócratas. Un gran reto y la gran tarea de MCM es reforzar la
candidatura democrática, inventar alianzas inéditas y sumar fuerzas para
encontrar caminos sin renunciar a la vía electoral.
El
régimen está agotado en su capacidad de crear esperanza, pero no así en su
fuerza represiva. Nos espera un año duro, pero sería un
suicidio nacional abstenerse en la elección o renunciar al diálogo
para una transición política con alternancia democrática en el poder, con
garantías mutuas de una convivencia entre los que vienen de la dictadura y los
que luchan por reconquistar la democracia. Es indispensable la libre
elección presidencial este año y reactivar el clima de recuperación económica
que promueva millonaria inversión internacional.
Venezuela
libre de inhabilitaciones y de las “sanciones” internacionales -sobre todo de
EE.UU.-, pues con ellas las inversiones seguirán paralizadas, habrá mayor
desempleo e informalidad y los salarios serán de hambre. Eliminar
las sanciones significa la apertura negociada a la libre y fluida relación con
la economía norteamericana y atraer inversiones multimillonarias mundiales, que
las necesitamos y no las tienen ni el Estado, ni los privados nacionales. Un
proceso realmente democrático y efectivo para la reconstrucción nacional exige
también devolver los partidos que fueron secuestrados desde el poder abusivo. Nada
que no esté exigido por la vigente Constitución venezolana.
Ahora
el papel relevante de MCM no queda eliminado, sino potenciado. Su
indiscutible talento y valentía requieren más creatividad y flexibilidad, para
un acuerdo de salvación nacional y una candidatura unida y reforzada. Para
reconstruir el país con un proceso de transición civilizado, donde los enemigos
se transformen en competidores, se den mutuamente garantías y posibilidades de
continuar libremente en la competencia política y actividad socioeconómica. Lo
contrario de la voluntad dictatorial excluyente.
LUIS
UGALDE
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